1. El aroma. La esencia del café es bastante explicativa: el olor inicial indica cuán fresco es el producto y cómo es su calidad. Este puede variar desde floral (aquellos que son más reconfortantes para la nariz y poseen una mezcla suave) hasta vinícolo (son más ácidos y resuenan en boca por un largo rato).
2. El cuerpo. Por lo general, el cuerpo puede ser ligero, medio o intenso, y se correlaciona con la cantidad de aceites esenciales que se mantienen en el café después de ser preparado. Dependiendo de la cantidad de aceite que quede, el sabor será más o menos fuerte.
3. El gusto. La amargura y el gusto del café están determinados por el aroma, el cuerpo y la acidez. Dado que el café es naturalmente amargo, las papilas gustativas amargas (ubicadas en la parte posterior de la lengua) siempre estarán estimuladas. Por lo cual, para determinar el sabor específico de una taza de café, debes centrarte en la parte delantera de la boca y en el centro de la lengua.
4. El acabado. Es esencial para el retrogusto, es decir el gusto que queda en boca. Por lo general, este suele ser “dulce y pesado” o “ligero y seco”. Este aspecto es el más difícil de identificar porque es el más sutil y suele estar influenciado por el armo. Por lo tanto, ciertos sabores que eran indistinguibles en nariz, pueden ser revelados más tarde por el sabor que queda en el acabado. La atención es la clave.
Fuente: Planeta Joy
Vía: MDZOL
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