El Gourmet Urbano: La cerveza artesana, trago a trago

sábado, 17 de octubre de 2015

La cerveza artesana, trago a trago

Las microcerveceras se abren paso y buscan implantar la cultura cervecera entre los bebedores más curiosos

La cerveza está considerada dentro del imaginario social como un producto de batalla, brusco, que refresca y emborracha. Una percepción contra la que luchan sus productores artesanales. Tyris, La Socarrada, Zeta Beer, Spigha, Alegría, Riu Rau o Lluna son algunas de las cerveceras artesanales de la Comunidad Valenciana que, en sintonía con el auténtico boom que el subsector ha vivido en los últimos años, apuestan por lograr que estas rubias sean valoradas en la Comunidad y fuera de ella.

Algunas de las cervezas valencianas de producción artesanal. E.M.


Atrevidas y originales, las cervezas valencianas tienen un objetivo: consolidarse como referentes nacionales. Para diferenciarse, revolucionan el producto y le dan un valor añadido. Apuestan por recordar los sabores de la terreta. Las hay con regusto a miel de romero, a frutas rojas, a níspero, e incluso a café o a agua marina. En esta línea, días atrás se les unía otro competidor, la cerveza Lalola, creada por un restaurante de El Carmen que lleva el mismo nombre y que «reivindica la figura femenina y la bohemia del barrio», explica Jesús Ortega, impulsor del proyecto y sumiller.


Lejos todavía de estar tan arraigada como en EEUU -país donde el interés por la bebida artesana estalló en los 80 y donde ya está consolidada con un 18% de la producción artesanal- la cerveza tradicional despierta ahora en Valencia. Productores y distribuidores se alían para divulgar esta cultura artesanal. Tanto que proliferan los bares que a su vez hacen de puntos de venta y distribución. Organizan eventos, talleres, catas, cursos o jornadas de puertas abiertas en las fábricas. También promocionan festivales artísticos urbanos. Todo suma a la hora de convencer a expertos y a curiosos de la calidad de esta bebida en detrimento de la industrial.

El concepto de artesanía suele incluir una preferencia por la elaboración de la variante pale ale británica, muy aromática, con cuerpo y sabor más marcado, que requiere de una segunda fermentación a temperaturas más altas que la de las cervezas lager, más ligeras y pálidas, que dominan entre la oferta industrial.

¿Cómo distinguirlas? Aquí entra en juego la formación en el sector. Tanto microcerveceras como productoras más consolidadas, distribuidores y expertos coinciden en que es una cuestión de cultura. Y la artesanía cervecera consta de todo un universo cultural, «sobre todo en lo referido a estilos, al tipo de producción, a qué tipos cervezas existen, al origen, etc.», explica Alberto Segarra. responsable de Ölhops, bar que actúa como punto de venta y distribuidor. «El consumidor valenciano se encontraría en una fase de descubrimiento y formación», remarca.


«Queremos llevar esta bebida a la misma consideración social que el vino» continúa Segarra. «Que el bebedor encuentre en ella un carácter distinguido pero que a su vez se pueda encontrar en cualquier lado. Que, según el estilo de cerveza, se combine con cualquier plato. Lejos de la concepción de una bebida de zona universitaria y con la que te emborrachas y ya».

Hoy por hoy este es el reto de un subsector que ya ha salido de la clandestinidad. «La cerveza no se bebe congelada, el frío mata todos los sabores y matices; de ahí que la industrial la vendan para servirse muy fría» denuncia el responsable de Ölhops, «sin embargo, la artesanal se bebe a temperatura ambiente, para que, como el vino, se pueda apreciar todos sus componentes».

Elaborarlas requiere de mayor cuidado y tiempo que la de birra industrial, lo que eleva ligeramente su coste y su precio final. «Se están introduciendo como de producto de alta gama porque por su precio es más fácil que se introduzca en una tienda gourmet, aunque el objetivo final es democratizar el producto y que llegue a ser ofrecido en cualquier tienda de ultramarinos», explica Irene Dorado, cofundadora de Cervezas Alegría.

En esta línea, Toni Alós, fundador de Cervezas Spigha, puntualiza que el subsector «no pertenece al mundo gourmet, si no al sector especializado. Un restaurante sirve cerveza artesana para ofrecer algo diferente, reconocido y de calidad, no por posicionarse como un local de alta gama».

En cuanto al futuro del sector, Ortega contesta que «sólo cuando el público esté educado, el mercado seleccionará aquellas diez marcas más buenas y se convertirán en el referente y se acogerán bien», como ya ha ocurrido con anterioridad en países como Inglaterra, Suecia o Dinamarca donde se han consolidado aquellas marcas más competitivas.

Lejos de correr antes de haber aprendido a andar, los productores son conscientes de que aún no compiten con regiones como Barcelona, donde la producción y la demanda son más potentes gracias al turismo cervecero, pues hay un público sabedor del ritual que conlleva esta bebida.

En la Comunidad, pocos restaurantes han introducido cervezas tradicionales así que la venta en hostelería se limita a botellines sueltos. Por lo que es una cuestión de tiempo y antes hay que crear una demanda, dar a conocer el producto y que el consumidor lo demande en aquel bar que visitará. Ese es la única vía para que el publico exija este tipo de calidad y el hostelero se atreva a poner un tirador de cerveza artesana.

Mientras, trago a trago, la demanda se reafirma consciente de que la birraartesana siempre será minoritaria y será servida a aquellos inquietos que busquen algo más que refrescarse.

INÉS CALERO

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