El Gourmet Urbano: El viejo truco de pedir el segundo vino más barato de la carta. ¿Es una buena idea?

jueves, 7 de junio de 2018

El viejo truco de pedir el segundo vino más barato de la carta. ¿Es una buena idea?

Un reciente estudio demostraba lo que más o menos todo el mundo sabía: la mayoría de las personas elige el vino por el diseño de la etiqueta. Un sistema que puede estar muy bien -en realidad no tanto- en las tiendas, ¿pero qué ocurre en el restaurante? Aunque algunos ya se han animado a incluir imágenes en la carta de vinos para facilitar el trabajo a los que se dejan llevar por el colorido de la etiqueta, no es lo habitual.



Es ahí cuando entra en acción otro viejo truco del que casi nadie habla pero que muchos utilizan en secreto: pedir el segundo vino más barato. Sí, que no se espanten los expertos y sumilleres de la sala porque es una práctica bastante habitual. Pedir el más económico a veces se nota demasiado o puede quedar poco elegante si se trata de quedar un poco bien. ¿Pero quién se va a fijar que estamos basando nuestra elección en el precio y quedándonos con el segundo más ajustado de presupuesto?

Pues en realidad todo el mundo porque, de hecho, ni es un truco ni es un secreto. Desde hace mucho tiempo los restaurantes y sumilleres son conscientes de ello, así que toca preguntarse en voz alta, no ya si se trata de un buen sistema para elegir el vino, sino también hasta qué punto los restaurantes pueden aprovecharse para colarnos el vino que ellos quieren.

Para salir de dudas nos hemos ido hasta el restaurante Mugaritz para hablar con Guillermo Cruz, sumiller de esta casa y elegido mejor sumiller del país en 2014. Por supuesto, él también se conoce lo que denomina “un viejo truco”, aunque no está muy convencido de su efectividad. “No me parece un buen criterio, hay mucho riesgo al elegir un vino así”, apunta.


“Tentar a la suerte a la hora de elegir un vino y pedir el primero que aparezca puede salir bien, pero también puede salir mal. No porque los vinos sean malos, sino porque quizás no es el estilo que estamos buscando”, explica.

¿Pero se aprovechan los restaurantes para sacar las botellas olvidadas del almacén colocándolas en este puesto de la carta que muchos eligen a ciegas? “No creo, porque a día de hoy ya no se compra el vino como antes, que había que pedir mucha cantidad de cada referencia y existían unos inmovilizados muy grandes. Ahora todo son facilidades para comprar y se pueden hacer previsiones e incluso se pueden pedir por botellas, no por cajas”, señala.

Así que, según Cruz, la teoría conspiranoica en la que -rizando el rizo- era casi mejor pedir el más barato que el segundo más económico para que no nos tomaran el pelo parece que se puede descartar.

Aclarado que basar la decisión sólo en el presupuesto no es una buena idea, ¿cómo elegimos el vino de la carta? En este punto, claro, el sumiller de Mugaritz reivindica su oficio. “Lo mejor es pedir consejo y explicar qué estamos buscando (blanco, tinto, espumoso…) y dar alguna pista sobre lo que nos gusta: fresco, con más cuerpo…”.

¿Y el precio? Sin duda, asegura, dar una orientación sobre el presupuesto disponible sin ningún tipo de reparo es siempre una buena idea. Un truco si se trata de una reunión más formal y queda feo hablar de dinero en voz alta: señalar el precio de un par de vinos de la carta y el sumiller ya entenderá que ese es el precio en el que nos queremos mover, nos cuenta Guillermo Cruz.

“Hay vinos que por 15 euros son fabulosos y otros que por 50 euros son desastrosos”, recuerda. Y teniendo en cuenta que estamos ante alguien acostumbrando a descorchar botellas de miles de euros -un Romanée Conti del 2005 de DRC a 7.800 euros figura entre las más exclusivas que ha abierto- no parece una mera frase hecha.

Adecuar el tipo y nivel de vino al de la comida para conseguir un equilibrio es posiblemente el mejor consejo. “Para mí los mejores vinos son aquellos capaces de reclamar su origen, enseñar la tierra de donde vienen y que emocionan”, concluye.

IKER MORÁN

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