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lunes, 28 de marzo de 2011
Anabella Barrios (@psicocina): Simplemente amo comer, pero este país me llena de ansiedad.
¡Hola Amigos! ¿Cómo están?
La semana pasada veíamos que inevitablemente nuestras emociones alteraban nuestro apetito. Hablábamos de esos momentos de la vida en los que a pesar de haber comido muy bien el desayuno, almuerzo o cena, al instante estábamos buscando que picar y sintiendo una necesidad “irrefrenable” de comer todo el tiempo. Lo llamamos hambre crónica y comentamos que devenía de la ansiedad, estrés o preocupación constante; veíamos como ella podía llevarnos, inconscientemente, a buscar comer alimentos altos en carbohidratos, de índice glicémico elevado. Pero también es cierto, que no solo busca comer aquél que está estresado sino que también hay gente que simplemente le encanta comer, aman la comida. Hoy nos preguntamos ¿Cómo diferenciamos esta hambre crónica del gusto por el comer, del amor, el disfrute por la comida? En otras palabras ¿Como diferenciamos al ansioso del sibarita?, ¿Hay ansiosos sibaritas? ¿Para qué nos sirve diferenciar uno del otro? ¿Cómo dejamos de ser ansiosos y nos hacemos más sibaritas?
Para contestar a tantas preguntas voy a comenzar comentando una historia de la vida real. Recuerdo una joven que hace unos años asistió a mi consulta, era bella, atlética, de esas adolescentes llenas de ilusión, entregada a lo que hacía, como afanada por la vida, por prepararse. Desde joven buscando trabajar, estudiar, dedicada, comprometida con lo que hacía. Era inquieta y andaba de aquí para allá, el tiempo en su vida estaba cronometrado, brincaba de la universidad al trabajo, a los estudios, a mi consulta, guardaba espacio para los amigos, siempre después de su deber. Esta joven acudía a mi consulta, porque le preocupaba que sentía que comía mucho y en momentos no lo podía controlar, y en efecto estaba subiendo de peso. Recientemente sus padres se habían separado y eso había alterado su sensación de estabilidad y seguridad.
Nos tomó un tiempo desglosar y entender su hambre, sus ganas de comer y en el camino descubrimos que no solo comía por ansiedad, aquella causada por la separación de sus padres, sus estudios y expectativas de vida, ella sentía apetito por la vida, ansias de vivir, de disfrutar. Disfrutaba de las experiencias más sencillas, desde ver la salida del sol, hasta el color que los árboles comenzaban a lucir en la época de sequía, pero al mismo tiempo, encontrábamos a una preocupada por llegar a tiempo, inquieta por hacerse un espacio genuino y reconocido en este mundo. En ella la mezcla de la ansiedad y el disfrute estaban presentes y desligar una de la otra requirió de mucha pinza.
Así como esta bella joven, puede haber más de un lector, que afanado por el saber, se acerque a estos artículos en busca de placer. Muchos somos ansiosos y sibaritas a la vez, de hecho parecen ser dos polos que se complementan; mientras más activo está uno, menos el otro; por ejemplo, mientras más preocupados o ansiosos estamos, menos disfrutamos, mientras más disfrutamos, más relajados nos encontramos.
Cuando estamos ansiosos, parecemos ratoncitos por las esquinas buscando que comer. Mientras que cuando andamos sibaritas, nos instalamos a disfrutar la comida como una experiencia extremadamente sensual, en el que cada instante, cada bocado de vida es especial. Y puede que entonces disfrutemos de saber lo que comemos, el café, el vino que vemos, olemos y luego tomamos.
¿Cómo diferenciarlos? cuando estamos en el polo ansioso casi que sentimos que nos morimos si no encontramos el chocolate, nos falta algo (por resolver); mientras que cuando andamos sibaritas la vida es bella, la luz cae hermosamente sobre una flor y a distancia vislumbramos su olor.
¿Para qué diferenciar estos polos en nosotros? En esta ciudad, país, mundo tan convulsionado es posible que aún cuando alberguemos un sibarita en nuestro ser, la ansiedad sea lo que más lleguemos a sentir. Al reconocerlos, podremos hacer crecer aquel que deseamos, así siempre que les digo que no cambien sus hábitos alimenticios sino que evolucionen en ellos a través no de excluir alimentos, sino de incluir cosas que les gusten, es que eleven la porción de sibarita que habita en ustedes. Cuando los invito a descubrir los ingredientes, a sentir amor por lo que comen, les invito a abrir sus sentidos, a no solo comer por necesidad o impulso (más ligada a la ansiedad) sino por deseo y voluntad, los invito a ser sibaritas, a detenerse en las esquinas de los instantes de la vida. Los invito a que enciendan las antenas para que encuentren los ingredientes de vida que les gustan, en el tráfico camino a casa, qué canción que les gusta los sorprendió en la radio, qué caminante simpático vieron por la calle.
Siempre va a ver algo que nos genere ansiedad, preocupación, insatisfacción, traten de no preocuparse sino de ocuparse y mientras lo hacen eleven voluntariamente el sibarita en ustedes, no solo con la comida. Quien busca, encuentra, busquen voluntariamente la esquina bonita del día, encuéntrenla y compártanla, bajará su ansiedad y es una forma deliciosa en la que sin darnos cuenta el peso de nuestros hombros y en nuestro cuerpo comienza a bajar.
Los quiero, hasta la próxima
Anabella Barrios Matthies
Psicóloga de profesión – pastelera de corazón
Me gusta mucho la sensibilidad con la que escribes y como desde lo sencillo haces reflexionar! Abrazos
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