Hace casi 15 años fui seleccionada para hacer mi práctica profesional de Ingeniería en Comercio Internacional y ser el apoyo de la persona que entonces tenía a su cargo la promoción de los vinos chilenos. Admito que hasta ese momento el mundo del vino era totalmente desconocido para mí; de hecho, era un producto que mis padres y mis tíos consumían, pero no yo.
Al comienzo, además de todos los procesos administrativos que eran una novedad, había muchos nombres de viñas exportadoras y marcas comerciales que no se conocían en Chile. La variedad con nombres afrancesados, los conceptos productivos y enológicos y las estrategias de marketing de vino llegaron a intimidarme tanto o más que aquellos señores dueños de las viñas que me superaban en edad y más que nada en experiencia en esta industria.
Sirvámonos una copa.
Recuerdo con nostalgia la primera reunión oficial en que me hice cargo del sector vinos y debí humildemente presentarme (ya como profesional y no como alumna en práctica) a los entonces Gerente General de una de las asociaciones de Viñas de Chile y a tres Directores, uno de ellos un respetado empresario nacional que lamentablemente falleció el año pasado, el Sr. Douglas Murray.
Di a conocer que yo sería su contraparte desde ese momento y que si bien no era enóloga ya había aprendido muchas cosas sobre el vino chileno y estaba dispuesta a aprender muchas cosas más. En ese momento, Douglas, muy serio, me dijo - “Quédate tranquila. En este tiempo hemos podido conocer tu trabajo y sabemos que sabes de vinos, antes sólo conocías los blancos y los tintos”. Yo juraba que iba a decir que tenía manejo de variedades o valles, pero remató con - “Hoy también sabes que existe el rosé”- tras lo cual largó una tremenda carcajada e hizo reír a todos los participantes de esa reunión, y de paso logró calmar un poco mis nervios.
Tras el gentil ofrecimiento de apoyo de todos los presentes, tanto ellos como muchos otros empresarios me respondieron cientos de preguntas en torno a esta industria que facilitan hasta hoy mi trabajo para promover los vinos chilenos.
Como podrán calcular, desde mi ingreso al sector vitivinícola chileno han pasado ya varios años (¡eh!, no se crean que soy una anciana). He leído, escuchado y conversado mucho sobre el vino y su historia, así como también he tenido la suerte de degustar muchos vinos nacionales y extranjeros que han logrado que mi paladar se torne un poquito más refinado. Sin embargo, tengo la certeza de que existen muchos otros detalles sobre este producto que aún no sé, así como habrá millones de sabores, aromas y colores que no he tenido el placer de encontrar en una copa.
¿Por qué les cuento todo esto? Porque para muchas personas el vino es un producto que se asocia a los conocedores, que da status y que a veces termina asustando a quienes están empezando o son sólo unos aficionados. Para estos nuevos consumidores ya es raro que alguien con cara de estar 100% seguro diga que encuentra en su copa aromas a manzana, piña, frutos rojos, café o chocolate. ¡Imaginen la cara de terror si le dicen que un vino tiene olor a cuero, a tabaco o a caballo sudado! De que es extraño lo es, porque el vino debería oler a uva o simplemente a vino; pero los procesos, las levaduras, la madera de guarda y el entrenado olfato hacen que se descubran una infinidad de aromas en una copa, aromas que incluso van cambiando en la medida que el vino “respira”.
Hasta aquí sólo vamos con el aroma, pero si quisiéramos podríamos hacer el análisis más complejo, tomando en cuenta los sabores, colores, condiciones de guarda, temperatura ideal para servir cada variedad o maridaje, entre tantos otros. Sin embargo, creo que estamos hablando de un producto noble y natural que debería ser fácil de comprender y, sobre todo, el compañero ideal para compartir en ocasiones formales, informales, románticas o alegres.
Si son novatos en este mundo del vino, no tengan miedo de admitir que no saben del tema, siempre habrá alguien dispuesto a explicarles lo que él sepa y siempre ese alguien escuchará a otro que sabe más que él. Ahora bien, si están en un restaurante busquen el apoyo de un Sommelier, este profesional tiene la capacitación necesaria para darles la mejor sugerencia para el tipo de comida que quieran disfrutar.
Si quieren aprender de este tema, lean, hay información por todos lados, pero más que nada prueben, prueben muchos tipos de vino. Pronto verán que, casi sin darse cuenta, podrán diferenciar de un vino con o sin madera, que el color del Chardonnay es distinto que el de un Sauvignon Blanc o que el sabor de un Cabernet Sauvignon es diferente al de un Carmenere.
No se trata de tomarse botellas completas tratando de descubrir todos sus matices de sabor y aroma. Júntense con otros amigos que compartan el mismo interés que ustedes y lleven algunas botella a un ambiente agradable. Un día pueden comparar la misma variedad de vino con y sin madera para distinguir entre un varietal y un reserva; otro día podrían jugar con distintos orígenes para una cepa, si pueden conseguir el mismo producto pero de distintos años podrían darse un gran lujo al comparar la evolución de un buen vino con el tiempo; otro día pueden jugar con vino y comida de diversos orígenes y descubrir cual es “su” maridaje favorito, que puede resultar muy distinto a lo que elijan los otros participantes.
Hoy, salvo la edad que te permite el consumo de bebidas alcohólicas o las restricciones religiosas de cada uno, no hay mayores impedimentos para poder tener en tu mano una buena copa de vino (chileno de seguro hay en tu país). Da igual si eres hombre o mujer, si eres joven o adulto, si quieres gastar mucho o poco dinero, si eres experto o un aficionado, lo importante es que estés dispuesto a disfrutar de este producto que ha llenado de orgullo y satisfacciones a tantos productores y uno de los más placenteros disfrutes a nivel mundial.
¡Salud, y hasta la próxima!
Paola Vásquez
Coordinadora Nacional de Vinos
Prochile - Chile
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