No hay nada más gratificante que despertarse en las mañanas y poder “sentir” el aroma del café en nuestro hogar. O en las tardes, ya sea que estamos en nuestras labores o hemos terminado el almuerzo, sentarnos tranquilamente a degustar una taza humeante preparada de la manera como más nos guste: espresso, con leche, con cremas, o incluso frío. Cualesquiera sean nuestras preferencias, para los que somos amantes del café, es perfectamente entendible esa sensación de bienestar que nos invade solo con el aroma de un café servido ante nosotros.
Sin embargo, como simples consumidores que somos, lo que realmente nos importa es tener enfrente esa taza. Ignoramos absolutamente TODO lo que subyace tras ella, como generalmente suele ser, no solo en materia del café sino en el resto de la cadena alimenticia. Cuando no podemos tener fácil acceso a ella, como recientemente sucedió en los anaqueles venezolanos, desconocemos las razones del porqué, más allá de las especulaciones que podamos hacer.
Los productores del café, en líneas generales -y salvo contadas excepciones-, tienen las mismas condiciones a nivel mundial, luchan con problemas similares en sus cultivos, procuran producir dentro de sus posibilidades un grano de café superior que represente un mejor precio en su venta, generándole adecuadas condiciones de vida, salud y que garanticen la continuidad en la producción en su granja para poder seguir invirtiendo en las mismas.
Cuando me refiero a las excepciones, específicamente hablo de aquellos productores que han logrado establecer relaciones comerciales directas con los importadores, exportadores o clientes potenciales sin la intermediación de ninguna otra persona o ente público o privado que pueda incidir en la negociación y en el precio acordado. Esto sería el ideal de todo productor del café. SERÍA EL SUEÑO HECHO REALIDAD. Y para ser justos, es como debería ser.
Voy a darles una idea de los números que hay tras un simple quintal de café para que se hagan una representación y logren ver el panorama del café, en Venezuela obviamente.
- Un Quintal de Café en grano verde Lavado “A” está regulado a un precio de 1.200 Bs.
- Un Quintal de Café equivale a 46 kilogramos de café.
- Un Quintal de café ya tostado equivale a 38 kilogramos de café.
- Un kilo de café tostado equivale a 1.000 gramos.
- Un kilo de café produce el equivalente en máquina a 100 tazas.
- Una taza servida tiene un valor de 8,00 Bs. lo cual si lo multiplicamos por las 100 tazas equivale a 800,00 Bs. por cada Kilogramo de café. (Beneficio bruto: ingreso menos costo, sin gastos)
- 800,00 Bs. por 38 kilogramos representa 30.400 Bs.
- Si a 30.400 Bs. le restamos el valor pagado al productor de 1.200 Bs. por quintal equivale a un beneficio bruto obtenido de 29.200 Bs. por quintal.
Hermoso, ¿verdad?
Cuando hablamos de Comercio Justo o Fair Trade, por su denominación en inglés, hacemos referencia al café que es vendido directamente por el productor a un precio más alto y justo que el café estándar con la idea de generar mayores incentivos económicos para los productores y mejores condiciones de vida y salud en el trabajo. Uno de los requisitos inherentes es que en este tipo de negocio el producto está debidamente CERTIFICADO como Fair Trade. Los productores locales deben estar organizados en una/s Cooperativa/s que determina cómo los beneficios o primas por el café vendido van a ser gastados o invertidos.
Anteriormente los precios del Café eran regulados por la Organización Internacional del Café (de la cual Venezuela ya no forma parte), de conformidad con el Acuerdo Internacional del Café de 1.962 realizado en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Dicho Acuerdo Internacional tuvo diferentes reformas en cuanto a los precios establecidos del producto en 1.992, 1.994, 2.001 y 2.007, teniendo como objetivo principal estabilizar la economía del café promoviendo su consumo, aumentando la calidad de vida de los productores o granjeros y generando sustentabilidad en el mismo.
La certificación de Comercio Justo comenzó en Brasil en 1.988 luego de una estrepitosa caída en los precios del mercado del café y donde había más oferta que demanda, lo que evidentemente generó un problema para los granjeros.
Los productores que están involucrados en el comercio justo reciben el precio máximo en el café, tomando como base el valor del mercado así como una prima adicional si el café es orgánico. Existen condiciones básicas o estándar para ingresar al comercio justo: 1) los salarios pagados a los granjeros deben estar por encima de los salarios normales, laboran con libertad sindical y está prohibido el emplear a menores de edad. 2) Los importadores tratan directamente con los productores evitándose la intermediación de cualquiera otra persona ajena al negocio y permitiéndose que se pueda competir libremente en el mercado global. 3) Los productores del comercio justo y los trabajadores agrícolas deciden cómo invertir sus ganancias o ingresos provenientes del mismo.
Son muchas las empresas dedicadas al negocio del café y que compran el grano a productores que están certificados como parte del Comercio Justo, debido a que una de las consecuencias que se generan es que los productores deben invertir parte de sus ingresos en beneficios sociales en la colectividad donde se encuentran, tales como becas de estudios, creación de escuelas o centros asistenciales, asesorías técnicas a los granjeros, etc., y al adquirir este tipo de café se forma parte de la cadena final que incentiva todas estos beneficios.
Más no todos pueden comprar granos certificados como Comercio Justo debido precisamente a que su precio es más elevado o superior al valor del grano estándar. En países donde existen Cooperativas organizadas para trabajar de acuerdo a las premisas del Comercio Justo existen también otros productores agrícolas que no se ajustan a estos principios, lo que no quiere decir bajo ninguna circunstancia que el grano producido sea de menor calidad. Comercio Justo no está relacionado con CALIDAD DEL PRODUCTO. Es perfectamente válido que dos granjas agrícolas cercanas produzcan granos de la misma o equivalente calidad y una esté catalogada como Comercio Justo y la otra no.
En Venezuela, y debido a las políticas económicas establecidas por el Gobierno Nacional, al estar regulados los precios del café no existe la posibilidad de adecuarse a las premisas internacionales del Comercio Justo, ya que, como lo señalé antes, dos condiciones sine qua non es que puedan competir libremente en el mercado global y establecer sus precios.
Pero si nos detenemos a revisar los valores que indiqué en líneas anteriores, donde se determina claramente el beneficio que obtiene una empresa dedicada a la venta del café ya tostado y el beneficio que obtiene el productor o granjero, ustedes pueden formarse una idea de la desproporción abismal que existe entre uno y otro. Alguien podría decirme: “María Esther, espera, es que el pago que hago yo del grano verde es más alto que el precio establecido por el gobierno pero en la factura colocamos como si se estuviera vendiendo al valor regulado…” Sí, es posible, pero eso es harina de otro costal. Y en esas aguas no me sumerjo, pero puedo garantizarles que aún si hipotéticamente esto fuese así, la diferencia entre los beneficios de uno y otro aún serían considerables.
Estoy segurísima que la próxima vez que se beban una taza de café la verán con otros ojos, pero sobre todo pensarán en todo el esfuerzo que realizan nuestros granjeros y productores venezolanos por cultivar ese grano de café a costa de muchos sacrificios y quizá poca retribución económica y que da como resultado final esa preparación líquida que ustedes se están llevando a la boca. Y entonces, la saborearemos con mucho más aprecio de lo que lo haríamos normalmente.
En mi próxima entrega hablaremos acerca del entrenamiento a nuestro personal con respecto a la pregunta: “¿Quieres una taza grande?” Deseo me sigan acompañando en esta aventura llamada café. Mi Mundo. Mi pasión.
Porque detrás de cada taza de café…hay mucho más que granos…
María Esther López Cásares
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