¡Año nuevo, vida nueva!, algo trillado en el argot venezolano, pero sin duda es una realidad inevitable, ya que es una de las cosas que más anhelamos. En lo personal no veo la hora que las doce campanadas retumben y que las uvas del tiempo me haga recordar que el año que recién termina ha dejado en mí grandes satisfacciones familiares, retos profesionales, el sacrificio que deja horas de esfuerzos y el empeño de hacer las cosas cada vez mejor.
El dos mil once me dio la oportunidad de poder escribir y trasmitirles cada domingo mi manera de interpretar el fabuloso mundo del pan, con sus infinidades de anécdotas, fábulas, y siempre con la seguridad que disfrutaremos de ese producto, más allá de lo que nuestras mentes son capaces de recordar. El año que recién termina me llenó de buenos amigos que comparten la misma filosofía del servicio, del sacrificado mundo de la gastronomía y del placer de atender sin recibir nada a cambio, solo la satisfacción de un pronto regreso.
A mi familia, que no son otros que mis socios, gracias por compartir todas estas duras jornadas de trabajo, donde las horas interminables estaban llenas de un proyecto familiar, de un proyecto de negocio espectacular que nació de la necesidad y de la visión emprendedora de creer y poder desarrollar un espacio con un nombre y un apellido que marcara un antes y un después, en lo que a sitios de buen gusto y calidad existiera en mi hermosa y caótica Caracas. A ustedes gracias por confiar en mí las directrices de De Casta, Life&Food. ¡Mil gracias!
A mis grandes amigos del Gourmet Urbano, Luis Enrique Blanco y Walezca Barrios por la oportunidad de poder usar su poderoso medio de comunicación para dejar plasmado, semana tras semana, mis ideas y así poder difundirlas. A todo el personal que labora en nuestro local, por ser parte de mi familia, y hacerme entender que existen personas profesionales capaces de echar hacia delante a pesar de las circunstancias, la dificultad que la ciudad les impone para llegar a sus áreas laborales y siempre tener la buena disposición para sonreír a los clientes. ¡Gracias a todos ustedes y los espero! ¡No me fallen!
A los importadores y proveedores por creer en Venezuela tal como lo hago yo, sin ustedes mi negocio no tendría razón de existir, sería imposible poder llenar con cientos de exquisiteces los anaqueles del local, y hacernos recordar que debemos siempre luchar por obtener lo mejor de la vida y no dejarnos llevar por los caminos impuestos por otros a costa de lo mediocre y lo sin sentido. ¡A buen entendedor sobran palabras!
En año que hoy comienza está lleno para mí de más retos, siento que el tiempo no me alcanza para hacer tantas cosas y dejarle a mi descendencia mi amor por las cosas amables de la vida, por la disciplina en el trabajo y por el conocimiento de la buena mesa, que la única manera que algo no les guste es porque ya lo han probado. Seguir escribiendo se ha vuelto una terapia para mí, una forma de relajarme, de ejercitar mi mente y de dejar una huella indeleble para todos aquellos que les gusta la lectura, y como una herencia literaria de mi apellido, como lo hizo mi abuelo y lo hace mi padre. ¡Amén!
Hoy no hablaré de panes, hoy les desearé lo mejor que un nuevo año puede tener, de no dejar de fijarse metas, de ser emprendedores, de no tener temores a invertir y jamás olvidar que estamos en el mejor país del mundo, donde siempre existen manos amigas y pocas veces dejamos de comer a pesar de la crisis. Salud y prosperidad, amor y felicidad son mis mejores deseos para este nuevo año, y espero poder seguir escribiéndoles y llenándoles de buena vibra y de conocimientos, sobre panes y muchas otras cosas más.
¡Buen provecho!
Humberto Silva
Maestro Panadero
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