El Gourmet Urbano: La gastronomía navideña

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viernes, 20 de diciembre de 2013

La gastronomía navideña

Desde el siglo XX, el pavo se ha convertido para la mayoría de las familias en el plato estrella del menú de Navidad

 

El rey Carlos I decretó en 1542 que «para mayor solemnización de la Natividad del Señor», las principales fiestas del Reino hiciesen fiesta desde la vigilia del día de Navidad hasta el día de Reyes inclusive. Esta medida potenció aún más la importancia del ágape navideño. Cada región o comarca española tiene sus propias especialidades gastronómicas que en muchos casos se exportan a otros lugares, en ese sentido se dice que desde el País Vasco se propagó la costumbre de incluir en el menú mariscos, ostras, angulas, merluza y besugo.

 

La gastronomía navideña

Cordiales y royos, como los de la Confitería Pani, clásicos de las viandas navideñas. :: ANTONIO GIL

 

Nosotros somos muy del guiso de pelotas con pavo, pelotas o albóndigas elaboradas con carne de pavo y cerdo. El pavo es el rey de las aves en la mesa navideña en todo el país, que el escritor Pepe Rodríguez explica por su histórico simbolismo pues desde la Antigüedad, cuando las ocas y otras aves migratorias regresaban desde el sur a las regiones más septentrionales, los pobladores de esas tierras creyeron que esas aves traían con ellas la primavera y toda su abundancia vegetal.

Poner un ave en la mesa es un acto propiciatorio en demanda de la llegada de sus hermanas, portadoras de la esperada primavera. Los asados de ganso y oca, hembra del ganso, fueron muy comunes, tanto que en la Edad Media poco faltó para acabar con esa especie, constituyendo hoy día el plato tradicional navideño de Alemania, Francia, Holanda y Gran Bretaña.

 

El pavo pasó de las cocinas de la nobleza a las clases más pudientes de las ciudades, que a principios del siglo XIX lo adoptaron como estrella del menú de la Navidad; finalmente pasó, bien entrado el XX, a la mayoría de las familias. El caso es que el escritor y periodista Josep Plá (1897-1981) escribió que «después del almuerzo de Navidad, las defunciones eran inevitables: se moría más gente que en cualquier otra época del año».

 

Trigo para dulces

 

La harina forma parte importante de la dulcería de este tiempo festivo como son los rollos, mantecados, cordiales, polvorones, mazapanes o el roscón de Reyes. El trigo y otros granos fue un alimento importante para la supervivencia humana, siendo tomado por el regalo más precioso que los dioses le hicieron, simbolizando el don de la vida y la inmortalidad, el ciclo eterno de la fertilidad representado por su ciclo biológico: grano, siembra, (vida), cosecha, (muerte), grano y vuelta a empezar. Luis Maldonado, teólogo católico, ha escrito que la observación de este milagro, así como las fases de la Luna, enseñaron al hombre a ser religioso al comprobar que existe vida más allá de la muerte. El grano muere al ser sepultado en tierra pero regresa bajo otra forma más esplendorosa en forma de espiga. En todas las culturas anteriores al cristianismo, desde el neolítico, la espiga fue considerada un atributo de los dioses y las tortas elaboradas con harina del cereal tuvieron una gran importancia ritual equivalente a la de las hostias católicas.

 

Para muchos el origen del mazapán es árabe, para otros se sitúa en Venecia o en Alemania, e incluso los hay que aseguran que fueron elaborados por primera vez por las monjas del monasterio toledano de San Clemente en el año 1214. Vaya usted a saber.

 

El roscón de Reyes contiene un haba, considerado un amuleto protector de la desgracia y tal y como apuntan Chevalier y Gheerbrant, «las habas son primicias de la tierra, el símbolo de todos los beneficios venidos de las gentes de bajo tierra». Por lo tanto se relacionan con el culto a los antepasados fallecidos y protectores de la familia en las tradiciones precristianas. El haba significa el eterno renacimiento y su ocultación en el roscón convierte a éste en el pastel de la suerte.

 

Las uvas de la suerte

 

La burguesía comenzó a finales del siglo XIX a celebrar la Nochevieja de manera fastuosa, ya que hasta ese momento pasaba desapercibida. El restaurante parisino Maxim's contagió esta euforia gastronómica a partir del año 1900 con menús frívolos, sofisticados, caros y carentes de tradición. Los españoles incorporamos esta nueva moda francesa que transformó la noche de San Silvestre en jolgorio, sobre todo cuando, a comienzos del XX, se reunieron en la Puerta del Sol de Madrid para asistir a las doce campanadas e ingerir las doce uvas de la suerte. Sobre su origen se habla de un exceso de producción de uva que llevó a unos cosecheros a inventarse una nueva tradición. Hay quienes sostienen otras opiniones como que esa ocurrencia fue de viticultores italianos, o más remotamente del pueblo hebreo. Las retransmisiones televisivas terminaron por imponer esta costumbre tan española a todos los rincones del país. Ligado a ello está la petición de un deseo para el año venidero o el propósito de realizar cambios que nos mejoren. La cosa viene de largo porque en inscripciones antiguas babilónicas ya parecen listados de nuevos propósitos para el nuevo año como «pagar las deudas, ayudar al vecino y devolverle los aperos de labranza; entregar los útiles de cocina que se pidieron prestados».

 

Por lo que respecta a nuestra comarca, y a casi toda España, la tradición, hasta los años 50, consistía en jugar a los adagios, también llamado echar los años. Consistía en emparejar a mozos y viudos con mozas y viudas de la localidad mediante un sorteo, correspondiendo a cada pareja unos versos de marcado carácter erótico-festivo. No abundamos más en este aspecto porque ya lo hemos escrito en numerosas ocasiones

 

JOSÉ SÁNCHEZ CONESA

 

Fuente: laverdad.es

 

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