El más importante chef de Latinoamérica, el peruano Gastón Acurio, escribe las diez normas que cree imprescindibles para hacer un excelente cebiche
Es uno de los chefs más admirados del planeta. No tanto por el indiscutible interés de su restaurante gastronómico Astrid & Gastón (Lima), que ocupa el primer puesto en la lista de la publicación británica Restaurant para Latinoamérica, como por su capacidad de liderazgo y su empeño en utilizar la cocina como arma social para favorecer a los pequeños productores de su país.
Un delicioso cebiche. Magazine
Gastón Acurio / Magazine
Gastón Acurio ha levantado un imperio –con más de 3.000 trabajadores, repartidos por restaurantes en diversos países– y ha llevado la despensa peruana a todo el planeta. Es en buena medida responsable de la moda de los cebiches que en España gana terreno entre las tendencias gastronómicas.
No hay pescado malo. Todos los pescados valen siempre y cuando estén muy frescos. Desde el humilde jurel hasta el delicado bonito. Desde el rebelde congrio hasta la noble lubina.
Dialogar con el pescado. Cada variedad de pescado demandará un corte distinto. Según la firmeza, la fibra, el porcentaje graso. A veces, en dados grandes o pequeños. A veces, al bies.
Al reencuentro del pez con la sal del mar. Como primer paso, sazonar el pescado generosamente con sal de mar. Incluso mejor si se hace unos minutos antes. Lo que ocurre es mágico.
Los aromas de ají, no la dictadura del ají. El siguiente paso es cortar ají (un tipo de pimiento) fresco muy aromático y frotar en el recipiente del pescado. Sus aceites esenciales impregnan todo con su aroma. Luego cada cual le agrega el picante a su gusto.
Del limón, sólo su corazón. Llega el momento de exprimir los limones. Los mejores, los del Perú. Pequeñitos, casi inofensivos..., pero en realidad rebeldes, poderosos, valientes. Cortarlos en dos. Exprimirlos sobre el pescado uno a uno. Pero jamás exprimir demasiado. Hacerlo sin fuerza. Sólo los primeros jugos. La piel blanca interior le aportaría un sabor amargo que acabaría con el plato.
Cebollas rojas, SIEMPRE. Nunca blancas. Hay que quitarles siempre las capas externas, en contacto con el mundo cruel. Se han inmolado por las capas internas, dulces, jugosas, aromáticas. Después, cortarlas en juliana fina. Es preferible no lavarlas, si están frescas y tiernas, claro. Echar sobre el pescado.
Ni cocido ni marinado. Crudo y acariciado. Cuando era niño, mi madre me castigaba por comer el cebiche antes de las dos horas de maceración. "Está crudo", me decía. El cebiche de hoy requiere dos minutos de elaboración. Sus jugos acarician el pescado hasta ser parte de él. Pero sólo eso. Caricias de amor.
Siempre frío. Ni tibio ni helado. Frío es la temperatura perfecta para un cebiche perfecto. Un secreto está en echar un cubito de hielo a la preparación final, de manera que cuando se sirve se retira y la temperatura se mantiene perfecta.
Con cuchara, hermano. El pescado y el jugo son una pareja inseparable. Ambos deben llegar a la boca a la vez. Para eso el tenedor no ayuda. El cebiche de estos tiempos se come con cuchara y en plato hondo.
Que viva la leche de tigre. Viva la libertad. La leche de tigre no lleva leche de tigre, lleva su nombre porque cuenta la leyenda que quien la bebe se pone como un tigre. Más que una receta ofrezco una ventana, porque el cebiche es eso: una ventana a la libertad. Una rama de cilantro y apio para una leche de tigre aromática. Ají licuado y un punto de ajo para un cebiche popular con pescado popular. Notas de soja y jengibre para un cebiche nikei.
Fuente: ocio.levante-emv.com
No hay comentarios. :
Publicar un comentario
Aqui puede usted dejar sus comentarios los cuales siempre serán bien recibidos!!!