El señor Ernst Weitz salió de Polonia justo antes de la invasión nazi. Vino a las tierras Venezolanas a endulzarnos la vida. Con apenas 19 años se convirtió en aprendiz de confitero industrial y fue en Viena donde aprendió algunos de los secretos.
“Salí del canal de la mancha a Maracaibo huyendo de la guerra y nunca más pensé en regresar”.
Al Zulia llegó con un contrato pero pronto se mudaría a la capital: “Resulta que mis ex jefes en Viena se vinieron a Venezuela y cuando llegué a Caracas tenían la pastelería La Vienesa en Sabana Grande, yo no sabía mucho de eso… lo mío eran los procesos industriales”. Sin embargo al poco tiempo Ernesto pasaría a formar parte del equipo inicial de una gran industria de la confitería venezolana: la Savoy.
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