Cada ser de la creación es una expresión de equilibrio y de perfección eso sí, cada uno a su manera y con su propio estilo. Todo ser existente tiene un sentido, una configuración y una belleza propia.
Los vegetales que usamos en nuestras preparaciones culinarias tienen cada uno una forma particular que lo identifica y lo hace único. Algunos parecieran ser “feos”, como por ejemplo la papa, otros lucen muy” bellos” como un coliflor romanesco, obviamente en asuntos de belleza todo es relativo, pero podemos divertimos un poco descifrando el mensaje que cada vegetal en su forma nos trae.
En esta oportunidad tomemos el caso del champiñón. Es un alimento de extraordinaria belleza (al menos para mi gusto), y que pareciera que quisiera recordarnos que la naturaleza es bella.
Un sombrero bien elegido suele ser motivo de atención y admiración.
El sombrero del champiñón nos invita a reflexionar sobre la idea de la elegancia y la caballerosidad. Cuando pensamos en los sombreros masculinos, pensamos en un hombre que se lo quita sutilmente para saludar a una mujer o a otro hombre, o también al entrar a un lugar como signo de respeto.
El sombrero también tiene una función de protección. En el caso del ser humano protege del sol o de un clima frío. En el caso del champiñón protege a su parte fértil llamada himenio, formado por laminillas en la parte inferior del sombrero, entre las cuales están las esporas las que constituyen una de sus formas de reproducción.
Este sombrero precioso también es símbolo de clase y categoría, son muchos los platillos internacionales de renombre que llevan un preciado hongo. Típicos son el lomito strogonoff o un clásico filete mignon. Risottos, pastas, pizzas, salsas, omelettes, cremas, ensaladas, platos orientales adquieren un punto especial de refinación y de aristocracia si incluyen en su preparación algún tipo de hongo o champiñón, es como ponerse un sombrero para complementar un traje elegante.
Los hongos en la naturaleza parecieran surgir de la nada, nacen de un día para otro, lucen todo su esplendor pero su tiempo de frescura es corto. Esto pudiera ser una sugerencia en la cocina: que la belleza aparece siempre en el momento justo, ni antes ni después, un plato debe verse atractivo en el momento oportuno, no antes y casi imposible, después. Igual un cocinero, debe estar elegante e impecable en el momento apropiado.
Así pues, cuando cocinemos con champiñones u otro tipo de hongos, debemos tratarlos muy bien, recordemos que son señores delicados, elegantes y sofisticados. Limpiarlos con sumo cuidado, jamás lavarlos directamente con agua ya que perderían su tersura, limpiarlos con una toalla húmeda es lo más aconsejable, retirarles suavemente el sombrero si ese fuera el caso y no sobre cocinarlos ni sobre condimentarlos evitando de esa manera quitarles su propio atractivo.
Yo como cocinera, aunque no uso mucho los hongos en mi cocina ante uno de ellos me atrevería a decir: “Monsieur champiñón, usted es todo un caballero, que nos presta su sombrero para que nosotros humildes cocineros nos sorprendamos ante su extraordinaria armonía y su gracia que por lo efímera que es, nos recuerda que estamos de paso por esta tierra y también que la belleza es un don interno que a todos los seres nos adorna “.
Valentina Inglessis
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