Asociadas a la gastronomía, las redes dan para todo: autobombo, lugar para dirimir viejas rencillas, inventarse un personaje ganchero o ganador, pelearse con colegas y también con otros usuarios. ¿Por qué los cocineros prefieren Instagram?
Tarde o temprano, por ego, por curiosidad, por necesidad comercial o por mero autobombo casi todos los chefs terminan sucumbiendo al encanto de las redes sociales. El 15 de abril de este año fue el turno de Ferrán Adrià, uno de los últimos –grandes– que quedaban vírgenes de Twitter. @ferranadria debutó con un mensaje trilingüe en español, catalán e inglés que utilizó apenas 107 de los 240 caracteres disponibles: “La vida es un camino, no un destino”.
Cortito, al pie, bastante obvio, pero rendidor: a los pocos minutos se había agenciado casi 400 retweets y en menos de 23 horas ya había logrado más de 23.300 seguidores (a los que enseguida comenzó a llamar “bullinianos”). “Bienvenido a Twitter. Ya era hora”, se animó a chicanearlo Anthony Bourdain (@Bourdain, 1.790.000 followers), que se avivó bastante temprano –abril de 2008– de los beneficios de las redes sociales para sostener su carrera de celebrity chef. Lo mismo que Jamie Olivier (@jamieoliver, desde enero de 2009), el chef con más seguidores del mundo: ¡casi 4 millones!
Más allá de la cantidad de seguidores o de la fecha de desembarco de cada uno, hay mucho para analizar cuando se habla de los chefs y las redes sociales. ¿Para qué las usan? ¿Cómo y cuánto? ¿Se encargan personalmente o contratan agencias de RRPP? ¿Replican la misma información en cada una de sus redes o entienden el dialecto de cada una? ¿Qué personajes se construyen? Un estudio elaborado por una consultora inglesa (MarsFoodService) entre más de 300 chefs indica que, entre despacho y despacho, el 50 por ciento chequeaba entre cinco y seis veces por día sus cuentas y para lo que más las usaba era para postear fotos de sus platos.
Antonio Soriano, miembro de Gajo y propietario del bistró Astor, es el ejemplo de chef multigadget, que se hace cargo de la comunicación de sí mismo y de su restaurante. Tiene cuentas en Facebook, Instagram y Twitter, usa IFTTT e Hipstmatic –apps y herramientas para mejorar las fotos sacadas con su teléfono y gestionar todas sus cuentas de una manera rápida– y cosecha en cada posteo un tendal de “me gusta”, favs y reply. @Ansoriano es trendy y accesible. “Muchos vienen a comer al restaurante por una foto que vieron en las redes. Es una manera de poner el restaurante en la cabeza de la gente”, dice. Cada vez que despacha un plato estéticamente atractivo, Soriano sube la foto a Instagram y la replica en Facebook. Usa Twitter para mantenerse en contacto con gente de la industria. “La idea es estar presente, pero no ser agobiante”, aclara. De lo que sí se cuida es de mantenerse al margen de rencillas y peleas online en las que los chefs se sacan los trapitos –¿o los delantales? – al sol. “Ser la Vicky Xipolitakis de los cocineros no es un mérito”, declara.
INFORMAR Y TENTAR
Otro que se forjó una fama online a través de su buen uso de las redes sociales es Sebastián García, bartender de Harrison y Frank’s. Teléfono en mano y bajo el nick @soyelcantinero se ocupa de mostrar el glam de su oficio. Cada una de sus fotos supera fácilmente los 200 likes en Instagram y en Facebook, pero para lograr esos resultados no deja nada librado al tuntún: jamás sube una foto un lunes (prefiere los jueves, los viernes o los domingos), no atosiga con actualizaciones, ni pone la misma imagen en las tres redes. Entiende y respeta la lógica de cada una. También apela a instalar secciones fijas como los #consejosdelcantinero.
Entre los chefs de primera línea, Fernando Trocca (@FernandoTrocca) es uno de los que tiene aceitadisímo el uso de las redes para promover su figura y sus restaurantes. Su fanpage la administra una agencia de contenidos con la que consensua regularmente los posts. Recetas, fotos lindas, videos que muestran el detrás de escena de la cocina, entrevistas. Hoy supera los 12.000 fans. De su Instagram (más de 8200 seguidores), se hace cargo él y allí revela una faceta más íntima y cálida: viajes, comidas, reuniones familiares y con amigos, rincones de su casa, un paso a paso de su vida.
Pero el caso de Trocca es una excepción: los chefs se quejan de que no es tan fácil encontrar una agencia que los interprete. “Contraté a una persona para que me llevara las redes sociales, pero no funcionó. Era como si yo hablara español y ella japonés”, dice Pol Lykan, chef de Freud & Fhaler y un activo usuario de Facebook (lleva adelante el grupo Taste for Good, que se propone compartir temas de interés para la industria, acercar a los cocineros y vincularlos también con los proveedores). Algo similar, le ocurrió a Matías Kyriazis (Paraje Arévalo), por eso prefirió tomar la posta él. Trata de publicar una noticia por día, pero a veces le cuesta encontrar el tiempo, y las usa con dos propósitos: informar y tentar. “Hoy hay que estar presente para que te tengan presente”.
¿CUADRILÁTERO ONLINE?
Desde que los chefs argentinos coparon las redes sociales comenzaron las disputas. Uno de los más combativos, sin dudas, es Dante Liporace, chef de Tarquino, que desde su muro o los grupos que participa –Buena Morfa, por ejemplo– se anima a ir contra todos. Chicanas, tiros por elevación, comentarios entre pícaros y belicosos cuyos destinatarios son colegas, críticos gastronómicos y periodistas. Una de las últimas peleas, a la vista de todos, la tuvo con Máximo López May por unas achuras. Sí, así como lo leen. Por quién había usado primero los chinchulines en la cocina de alta gama. “Nunca participo en polémicas, salvo esta vez. Mi intención es tirar buena onda y mostrar mi vida profesional, rara vez subo algo personal o familiar”, dice López May, que recurre a todas las redes posibles –incluida Tumblr– para promover su trabajo. “En Facebook mantengo un ángulo más institucional o de marca, en Twitter me permito ser irónico y gracioso”.
Hay chefs que prefieren no ensuciarse en el barro de Facebook. Leandro Cristóbal, por ejemplo, quien dice que jamás se hizo una cuenta porque le parece “un conventillo” (sus dos fanpages, que suman casi 100.000 seguidores, las manejan, respectivamente, su hermano y Fox, señal de TV para la cual trabaja). Para Fernando Rivarola, chef de El Baqueano, “hay algunos chefs a los que no les interesa que se hable mal o bien, si no que se hable”. Y aclara que como estrategia de posicionamiento puede ser interesante en lo inmediato, pero si uno quiero dejar una impronta por su trabajo tiene que ofrecer una imagen “un poco menos volátil y más seria”. Junto a su mujer y socia, Rivarola gestiona sus blogs y todas sus cuentas en las redes sociales. Tratan de publicar una foto o un artículo al día.
Pero las peleas no se dan únicamente entre pares. El chef que se hace cargo personalmente de su imagen online tiene que tener el cuero suficiente para lidiar con todo tipo de comentarios malintencionados. Desde que tiene un perfil más alto por su participación en el reality MasterChef, Germán Martitegui (@germantegui) está más presente en las redes sociales. Sus colegas amigos –cuenta– le advirtieron que no leyera nada si no se quería angustiar, pero la curiosidad fue más grande.
La que más sufrió este efecto indeseado de las redes, sin dudas, fue Narda Lepes con la foto que publicó en Instagram de la cabeza del chancho-futura morcilla dentro de una olla. La reacción de los vegetarianos ofendidos fue salvaje (¡sos un asco! ¡asesina!). Lepes, por lejos la chef con más seguidores en Instagram (más de 30.000), tuvo más de de 1720 comentarios en ese post y la foto se viralizó primero y luego llegó a la tele y los diarios.
Cada uno a su manera y con diferentes resultados, los chefs locales desembarcaron masivamente en el mundo de las redes. A los más mediáticos, estas plataformas les permiten consolidar un personaje conocido y seguir creciendo como marca. A los que no lo eran, a veces, les brindan la oportunidad de inventarse uno –el belicoso, el trendy, el rocker, el aventurero, el glamoroso– que prenda entre los usuarios y genere “buzz” alrededor de ellos. También pueden ser un cuchillo de doble filo: algunos chefs lo saben dominar con destreza. A otros todavía les hace falta una buena afilada.
¿INSTAGRAM, LA FAVORITA?
En general usan todas las redes sociales, pero Instagram parece haber ganado el corazón de los chefs. ¿Tal vez porque se sienten más cómodos con el lenguaje visual antes que el textual? ¿Tal vez porque es menos demandante y compulsiva? (con subir una foto cada tanto alcanza para mantener el interés). Hace apenas dos meses que Leandro Cristóbal, dueño de Café San Juan y Café San Juan (La cantina), abrió una cuenta (es la única red que maneja personalmente) y ya tiene alrededor de 3000 seguidores y un promedio de 400 me gusta por cada foto que sube. “Me divierte porque muchos amigos están ahí”, dice. Máximo Togni, dueño de DOGG, la panchería de moda en Buenos Aires, otro de los que tiene predilección por la red social de los filtros vintage. Está desde 2011 y entre sus cuentas favoritas están las del francés Eric Ripert, chef de Le Bernardin y la de Fernando Trocca. “Soy muy selectivo con lo que subo, quizás de 50 fotos subo una. En mi perfil me gusta poner fotos de comida, arquitectura y lugares, en el de DOGG, fotos del local y del barrio”. Igual advierte: “Más allá de los filtros, si no tienes buen ojo, Instagram no te salva”.
Por Cecilia Boullosa / ilustración: Carla Teso
Fuente: Planeta Joy
No hay comentarios. :
Publicar un comentario
Aqui puede usted dejar sus comentarios los cuales siempre serán bien recibidos!!!