De todos los cañones que puede inventar el hombre, este es probablemente uno de los más aceptables. Su fin no es destruir nada, sino salvar vidas. Concretamente, salva las vidas de los salmones que transporta a través de distancias de hasta 200 metros sin que sufran el más mínimo daño.
El invento consta de un tubo flexible en cuyo interior hay una serie de membranas. La diferencia de presión entre un tramo y otro permite mover objetos a gran velocidad sin que sufran el más mínimo daño. Esta tecnología, de hecho, ya se utiliza para transportar fruta rápidamente sin golpearla en numerosas plantaciones industrializadas.
Para adaptar el sistema a los peces, la compañía Whooshh que ha creado el cañón ha dotado al tubo de inyectores que insuflan una fina niebla de agua en el interior para lubricar los peces a su paso. El resultado es un vertiginoso tobogán acuático que mueve salmones de hasta 15 kilos a una velocidad de 36 kilómetros por hora, y los devuelve al agua sin dañar siquiera partes delicadas como los ojos o las aletas pequeñas.
¿Para qué podemos necesitar algo como un cañón de salmones? la respuesta está en la propia actividad humana. Las presas que construimos en algunos ríos bloquean completamente los movimientos migratorios de los salmones río arriba, despoblando los tramos fluviales más altos, y alterando el ecosistema. El cañón de salmones permite salvar esos obstáculos y repoblar la especie en ríos de difícil acceso. [Whooshh vía Wired]
Carlos Zahumenszky
Fuente: Gizmodo.es
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