En Lasarte, a 7 kilómetros de San Sebastián, se encuentra uno de los templos de la alta cocina europea: el restaurante de Martín Berasategui. La casa madre del cocinero donostiarra (el único que puede presumir de contar con siete estrellas Michelin entre todos sus restaurantes), comparte instalaciones con el plató de David de Jorge, más conocido como Robin Food,presentador del mejor programa de cocina que ha parido la televisión española desde que Arguiñano estrenara el suyo.
David de Jorge en el plató en el que rueda Robin Food. (J. L. López de Zubiria)
El complejo, a las afueras del pueblo y rodeado de ese paisaje verde tan reconocible del País Vasco, es un paraíso para todos los amantes de la cocina: por sus pasillos no paran de desfilar los mejores cocineros y camareros y, claro está, también el mejor género. Pero vivir rodeado de tanta e irresistible comida también puede tener sus desventajas.
Si me llego a meter un tiro o un pico, duro 20 días, me habría clavado 20 jeringuillas
De Jorge padecía obesidad mórbida, pesaba 276 kilos y, como él mismo reconoce a El Confidencial, que ha acudido a Lasarte con motivo de la presentación del último libro de recetas de los cocineros –Más de 100 recetas adelgazantes pero sabrosas (Debate)–, era un adicto a la comida: “No sé hasta qué punto te engancha el alcohol, la coca, la heroína o ir a los cementerios a sacar los muertos de las cajas. No sé si eso será una adicción, eso se lo tendrás que preguntar a un médico, pero yo he sido dependiente de la comida y la bebida, claro que sí. He tenido la folla de que no me he drogado nunca, porque en eso he sido muy listo, me he puesto morado a tocino y chorizo de Pamplona. Si me llego a meter un tiro o un pico, duro 20 días, me habría clavado 20 jeringuillas o me habría metido rayas de 7 kilómetros de largo. Me conozco”.
El mediático cocinero era un zampabollos profesional y su trabajo, que le obligaba a estar todo el día rodeado de comida, no ayudaba a resolver el problema. “Es como salir de la droga y trabajar en una farmacia”, asegura. “Nunca he comido compulsivamente, ni he abierto la nevera sin que nadie me vea para comer callos a la madrileña, pero he tenido una vida muy desordenada desde el punto de vista alimentario. He comido de puto culo, a deshoras, no he hecho deporte en mi puta vida y todo eso me ha llevado a un sobrepeso insoportable”.
Martín Berasategui. (J. L. López de Zubiria)
Ser gordo no mola
De Jorge era feliz, trabajaba haciendo lo que más le gustaba en el mundo (cocinar) y tenía un programa de éxito con un millón de entusiastas seguidores. Pero era gordo. Demasiado gordo. “Con esa humanidad te cansas, te cuesta andar, te cuesta la hostia asearte, te cuesta un huevo montarte en una avión, llegas a un hotel y miras la cama a ver si te va a aguantar, vas a una terraza a tomarte unas birras con los colegas y no te puedes sentar, o tienes que buscar la que tiene las sillas que te aguanten”, explica.
Si pesaba 267 kilos es evidente que a lo único que me acercaba era a la charcutería y a las panaderías
Aunque se le veía feliz y contento en la televisión (y no estaba engañando a nadie), De Jorge estaba muy preocupado. “Lo que pasa es que somos como los borricos –afirma–. Un día más estás gordo, te metes en la cama gordo y te levantas gordo, y le echas cojones para montarte en la moto, ir al curro, hacer un programa… Pero no estás bien, hostia. Tienes constantemente alertas, hasta las más insignificantes que te están diciendo ‘hijo de puta, estás gordo, estás jodido’. Por tu propia fatiga, por tu obsesión por buscar una terraza en la que las sillas aguanten, porque los niños por la calle se vayan descojonando de ti...”
David sostiene sus antiguos pantalones. (J. L. López de Zubiria)
Berasategui, amigo íntimo de De Jorge (además de socio), era consciente del problema de su compañero de fatigas. Y un día consiguió que algo en su cabeza hiciera clic. “Martín, de una manera provocada me trajo al despacho a un amigo común, que siempre había sido gordo, que había adelgazado y yo no veía desde hace mucho tiempo”, explica De Jorge. “Un día entró en mi despacho, le mire, y dije ‘hostia’. No le reconocí, me quedé flipado. Como los gordos nos comunicamos por esporas, este hombre me miró y me dijo ‘cuando quieras solucionar lo que ya estás pensando me dices’. Estuve unos días muy bloqueado, pero le llame y fui con mi mujer a ver al mismo médico que le había ayudado”.
Aunque De Jorge había intentado adelgazar en más de una ocasión, sus intentos habían sido muy tímidos. “No me he acercado nunca al mundo de la nutrición –reconoce–. Si pesaba 267 kilos es evidente que a lo único que me acercaba era a la charcutería y a las panaderías. Cuando fui al médico y me senté con él fue la única vez en mi puta vida en que dije, he venido a donde tenía que venir para salir del agujero en el que estoy”.
Lo tenía muy claro. No podía estar más gordo. O solucionaba esto o me moría
“Me habría gustado meterme en la cabeza del médico cuando entré por primera vez en la consulta”, fantasea De Jorge. “Le veo al tío con una bata sentado y de repente entra un hijo de puta de 267 kilos por la puerta y fíjate que marrón para el puto médico. ‘Hoy por qué no tendría fiesta en vez de estar atendiendo a este desgraciado’, pensaría. Pero era un profesional el hijo de puta, me dijo lo que tenía que hacer, y yo tenía ya el resorte en la cabeza activado. Después de escucharle le dije: ‘Mire, he sido tan animal para llegar a este peso y voy a ser tan animal para retroceder y llegar mi peso perfecto. Y estoy seguro’. Lo tenía muy claro. No podía estar más gordo. O solucionaba esto o me moría”.
David de Jorge antes y después, tal como se ve en la faja de su libro. (Debate)
El proceso que te lleva a adelgazar 130 kilos
Entonces, por fin, De Jorge se puso a adelgazar en serio. Pero el proceso fue muy duro. Primero tuvo que instalarse un balón gástrico para adelgazar 50 kilos y afrontar con seguridad una operación de reducción de estómago. Después, tuvo que seguir una dieta, que aún hoy continúa, y continuará para siempre. El chef, por fin, ha aprendido a comer saludable. Y lo que en principio fue una dificultad (ser cocinero y estar permanentemente rodeado de comida) se convirtió en una ventaja.
La gente tiende a pensar que lo que te manda el médico es soso, pero no tiene por qué serlo
“Gracias a haber sido cocinero, en el momento en que tengo que empezar a cambiar la manera de alimentarme me doy cuenta que paso de la pechuga a la plancha, de la ensalada, la crema de calabacín mustia y todos estos rollos”, asegura De Jorge. “Al final, eso es una vereda llena de piedras y es un aburrimiento. Hace falta darle la vuelta a esas circunstancias”.
El libro que presentan De Jorge y Berasategui reúne todas las recetas que el cocinero ha seguido para lograr adelgazar nada más y nada menos que 130 kilos. Y, según ambos chefs, son las más difíciles a las que se han enfrentado en su vida.
“Cocinar rico, sabroso, desgrasado y de una manera saludable para alimentarte bien sin engordar es un reto muy difícil”, asegura De Jorge. Pero si tu mejor amigo es uno de los mejores cocineros del mundo, la cosa es más sencilla. “La gente tiende a pensar que lo que te manda el médico es soso –explica Berasategui–. Y es un error fatal. Los cocineros sabemos que puedes pasártelo superbién comiendo eso, porque vas a disfrutar a partir de un recetario que sumas a tu saber culinario, pero de dieta, que es lo que hemos hecho”.
David de Jorge en su despacho, en el que se realizó la entrevista. (J. L. López de Zubiria)
Pura exaltación de la gula y el jolgorio (pero en modo saludable)
De Jorge se hizo muy conocido, primero en Euskadi (donde es una superestrella desde que estrenó su programa en ETB) y luego en el resto de España (que empezó a verlo en YouTube). Desde hace unas semanas su programa ha dado el salto a Telecinco, y ahora más de un millón de personas ven todas las semanas cómo se pesa en una báscula.
“Los viernes cuando me peso siento que tengo a todo el público subido en la espalda”, explica el cocinero. “Cuando estoy en la mesa y me ponen un pedazo de pastel estoy sentado con un millón de tíos. A veces digo ‘que les den por el culo’ y me lo como, pero me ayuda”.
Es verdad que Arguiñano tiene a alguien que le gestiona lo de los chistes para no olvidarse
De Jorge tiene una cosa clara: la televisión le ha salvado la vida. Le encanta su programa, y piensa seguir haciéndolo hasta que le dejen, como Arguiñano, su ídolo. “Mi guiones de tele están aquí”, explica, sujetando en la mano dos folios, unidos con una grapa, que no se parecen ni por asomo a un guion. “Son dos recetas. Hago mis anotaciones, subrayo los pasos para tenerlos frescos y me apunto cuatro ideas. Karlos no tiene ni esto. Es un titán. Llega a la mañana, le dan un café con leche, viene el puto fenómeno que tiene ahí, y le dice ‘hoy vamos a hacer esto’. Lee las recetas, y dice ‘de puta madre”, se acaba el café con leche, pilla los ingredientes y hace las recetas. Es verdad que tiene a alguien que le gestiona lo de los chistes para no olvidarse y a correr. Es el puto amo”.
Por suerte, De Jorge ha cambiado su relación con la comida, pero su programa sigue siendo igual de macarra que siempre. “Nunca he llevado cresta, pero igual soy punki de convicción, no tengo ni puta idea”, explica De Jorge. “Es verdad que me gusta provocar y tocar un poco los cojones. Yo hago lo que hace el tiburón en la piscina. Soy David de Jorge, salgo, hago el programa lo mejor que puedo, intento controlar un poquito el verbo, intento vocalizar, hablar despacio y que la gente entienda la receta de la mejor manera”. Y que así sea por mucho tiempo.
Fuente: elconfidencial.com
No hay comentarios. :
Publicar un comentario
Aqui puede usted dejar sus comentarios los cuales siempre serán bien recibidos!!!