En el mercado argentino hay pocos tipos de botellas. Sin embargo, ahora muchos en la alta gama se volcaron al envase sin hombros. ¿Qué hay detrás de esta movida?
Las cosas más simples son las que más cuesta explicar. Por eso es famosa la manzana de Newton: porque hasta que el científico inglés no formuló la pregunta más ingenua nadie había reparado en que las cosas caían por una causa. Salvando las distancias –de importancia del tema y de razonamiento de quien esto escribe–, con las botellas de vino ahora se da un caso parecido: sin acusar un recibo explícito, en los últimos años comenzaron a cambiar de forma.
Pasaron de la botella burdeos, que es la de hombros con el mismo diámetro que la base, a la botella borgoña, que simula un embudo invertido. El cambio fue sutil al principio, pero cada vez más la botella borgoña ocupa un lugar destacado en la alta gama, sin importar la variedad, cuando fue establecida como término general sólo para el pinot noir. ¿Qué pasó para que se iniciara el giro?
Otras regiones, otras botellas
En Borgoña, en cambio, donde manda el pinot noir y chardonnay, los vinos no desarrollan borras ni precipitados. Y atendiendo a una razón más simple –sin hombros no hay que inclinar la botella para servirla– idearon un embudo sencillo que con un giro de muñeca permite servirse hasta la última gota.
Hay otras formas de botellas, claro, pero en el mundo se usan variantes de la borgoña o la burdeos. Por ejemplo, la que se emplea en Alemania para sus blancos es una variante de la borgoña, más estilizada y alta, con base de menor diámetro. O la californiana, que tiene una base de menor diámetro que los hombros. O la cuyana -en rigor, la más empleada en Argentina- que es una burdeos modificada.
En cualquier caso, en la góndola del mundo uno puede elegir los estilos de los vinos por sus botellas. Y ahora, según parece, la cosa llega a nuestro mercado.
El triunfo de la Borgoña
Ahora en la alta gama los vinos, que tienden a ser más ligeros que sus predecesores, tienden también a estar embotellados en borgoña. La razón no es tanto técnica -los vinos argentinos desarrollan borras con el tiempo- sino la de prestigiar a los tintos de estilo nuevo con alguna novedad estética.
Ejemplos sobran. Además de los pinot noir, que naturalmente caen en la botella borgoña, están, por ejemplo, Polígonos Malbec, Zaha Malbec, Zuccardi Concreto (de próxima aparición), Tikal Natural Malbec, Octava Bassa Malbec, Chaman Malbec, Crua Chan Blend, ISCAY Syrah, Fin del Mundo Edición Limitada Syrah, Colonia Las Liebres Bonarda, entre otros. Todos son vinos que superan los 100 pesos y, algunos, los 500.
Ejemplos sobran. Además de los pinot noir, que naturalmente caen en la botella borgoña, están, por ejemplo, Polígonos Malbec, Zaha Malbec, Zuccardi Concreto (de próxima aparición), Tikal Natural Malbec, Octava Bassa Malbec, Chaman Malbec, Crua Chan Blend, ISCAY Syrah, Fin del Mundo Edición Limitada Syrah, Colonia Las Liebres Bonarda, entre otros. Todos son vinos que superan los 100 pesos y, algunos, los 500.
¿La pregunta final es por qué elegir el modelo de la borgoña? Porque así como Burdeos fue la meca para el gran salto delante de los tintos profundos que dominaron en el mundo en las últimas décadas, ahora el mundo se admira de la multiplicidad de vinos y estilos de la borgoña. Gana la ligereza y el estilo amable y a la vez complejo de esa región francesa. Y por eso su botella, también, gana terreno en la góndola local e internacional.
Joaquín Hidalgo
Especial
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Fuente: LMNeuquen
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