España tiene fama de ser un país de buen comer. Entre nuestro largo catálogo de cocineros se encuentran algunos de los mejores chefs del mundo y, preguntes a quien preguntes, seguro te dirá que en su región tienen las mejores recetas y el mejor paladar de todos.
'Mira, cari, hay un cuchillo que parece una pala'. (iStock)
Pero también es verdad que cuando se trata de innovar… puede que no seamos los más vanguardistas. La alta cocina, o la cocina experimental pueden resultar un choque incluso cuando se hace dentro de los límites de nuestra propia cultura.
No lo neguemos, en esos sitios se come de lujo, pero también se va a tirarse el pisto (figuradamente) un poco. Y en ocasiones, como recoge ‘Business Insider’, se cometen errores de los de ponerse la boina e irse de vuelta a la aldea inmediatamente.
Lo típico, miras un buen rato para acabar pidiendo el segundo más barato. (iStock)
Llegas a uno de esos restaurantes de moda y te sientas. Quieres impresionar a tus acompañantes, y llega la hora de elegir el vino. Dejando a un lado que la semana anterior estabas feliz con el “vino de la casa” (concepto que también da para reflexión), ahora te decides a elegir con cara de entendido.
Quizás lo seas, pero cuidado, deja de observar la carta como las vacas mirando el tren y pon atención: existe lo que se llama “efecto señuelo”. Todos los vinos tienen un precio más o menos razonable, y luego hay dos o tres con un precio bastante más caro. Son más buenos, sí, pero la intención del restaurante incluyéndolos en la carta (conocedor de que elegirás uno intermedio) es que tu elección del “justo medio” sea la de un producto un poco más caro.
La etiqueta… que no vaya colgando
Se te ha ido la mano, compañero. (iStock)
Siempre es importante saber dónde se está y vestirse para la ocasión. Pero eso no quiere decir dejar de vestir siendo nosotros mismos. Arreglarse demasiado para ir a cualquier sitio es una paletada de novato.
No se puede pretender ir a un restaurante como el que va a la boda de los Duques de Cornualles. Al final se nota perfectamente cuando alguien no se siente cómodo con lo que se ha puesto, desde las posturas que adopta hasta una sensación de poca naturalidad; “va con un disfraz”. Lo mejor es encontrar el punto arreglado, cada uno dentro de su estilo.
'Hay más nombre que comida'
Precaución: la hierba, generalmente, no se come. (iStock)
Por favor, la alta cocina se sirve en raciones pequeñas, ya está superado. No es necesario que cada vez que vayas a alguno de estos restaurantes hagas comentarios del tipo: “El nombre es muy largo pero al final te quedas con hambre” o “no, sí aquí, el plato muy grande y la comida muy pequeña” o “si esto al final son huevos revueltos, pero bien nombrados”.
Si no te gusta ese tipo de comida -cosa que es perfectamente lícita- y disfrutas más de una buena fabada (¿y quién no?) te recomendamos que no te veas en la obligación de ir a estos sitios por estar a la moda. Y si te gusta pero aún te es algo ajeno, créenos, aunque los platos parezcan pequeños no te quedas con hambre; ellos están para eso, ya lo tienen calculado.
Probar el vino
'Pese a la cara de intenso, la verdad es que no sé qué estoy oliendo'. (iStock)
Esto parece que lo tenemos más o menos dominado pero no está tan claro. Cuando pides un vino y te lo dan a probar, no quieren que les digas si te gusta o si está rico. Han abierto la botella para ti, no la van a cambiar porque ahora no te guste lo que has elegido. Eso podría pasar en el caso de que el vino te lo hubiera recomendado la casa, aunque generaría también un momento muy incómodo.
El hecho de que alguien lo pruebe es para cerciorarse de que el vino está en perfectas condiciones. Que no tiene posos, o esté en mal estado. Mirando ligeramente (ojo, no quedarse observando largo rato) y dando un pequeño sorbo comprobaremos que está bien y puede proceder a servirse. Quien entiende de vino, de hecho, solo con olerlo puede detectarlo.
Sí se puede preguntar
Lo que puede pasar es que el camarero te recomiende lo más caro, eso sí. (iStock)
Probablemente a todo el mundo le ha pasado que, estando en un sitio nuevo o desconocido, ha optado por no preguntar para no parecer novel en la materia, y ha preferido manejar la situación prudentemente o dejarse llevar por el clásico “donde fueres, haz lo que vieres”.
Está muy bien querer integrarse, pero es una pena ir a este tipo de restaurantes y pedir solo lo que te resulte familiar, por desconocimiento. Acabas comiendo una pechuga de pollo a la plancha y con la sensación de haber desperdiciado el dinero.
Es perfectamente normal preguntar dudas acerca del menú (o el vino) en este tipo de restaurantes. Nadie espera que conozcas todos los productos del mundo y los camareros estarán encantados de explicarte en qué consisten los platos, e incluso de recomendarte alguno. Así, además aprovecharás mucho más la experiencia; nadie mejor que ellos sabe cuál es el plato estrella, ese que te hará salir con un grato recuerdo del restaurante.
Pagar a escote
'Verás por cuánto nos sale la broma'. (iStock)
Cierto es que en algún momento de nuestra vida no hemos podido invitar a todos nuestros acompañantes en ese bistró de lujo en el que tomamos el brunch todos los martes antes de subir al yate.
Ahora en serio, pagad como queráis, pero dadle al camarero una sola cuenta. En un restaurante con cierta elegancia, pedir que lo cobren por separado es muy poco decoroso. De hecho, desaconsejamos hacer esto en cualquier sitio, le haremos la vida más fácil al camarero, y nos lo agradecerá.
Y si te han tratado bien ¡deja propina!
VIRGINIA CARBAJO
Fuente: El Confidencial
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