Un estudio afirmó que las papas fritas pueden llegar a acortar la vida. Una especialista explica en este artículo las consecuencias de las comidas con exceso de aceite.
En forma reciente se dieron a conocer los resultados de un estudio publicado por “The American Journal of Clinical Nutrition”, del que participaron 4.440 personas de entre 45 y 79 años.
Según este informe, quienes comen papas fritas en cualquiera de sus formas más de dos veces por semana tienen más probabilidades de fallecer antes que aquellos no tan adeptos a este tipo de cocción.
A partir de allí surge el interrogante sobre si esto es realmente así, más allá de que la conexión entre los alimentos fritos, el sobrepeso, la obesidad y el colesterol es bien conocida.
Digamos, en primer lugar, que las grasas o lípidos son compuestos que tienen como principal función proporcionar energía.
Constituyen las células de los diferentes tejidos del cuerpo humano y aun necesarias para la formación de algunas hormonas y vitaminas.
En nuestra alimentación habitual encontramos grasas de origen animal y vegetal en crema, manteca, aceite, carnes, fiambres y embutidos, productos de pastelería, etcétera.
Por lo tanto, no hay que tenerle miedo a las grasas, sino “respetarlas” y consumirlas en las cantidades y la forma adecuada.
La fritura, por definición, es la inmersión de los alimentos en un baño de aceite previamente calentado a una temperatura aproximada a 190 grados centígrados.
Para realizar este procedimiento de una manera más saludable es preciso regular el termostato de las freidoras de acuerdo con las distintas temperaturas críticas de cada tipo de aceite.
Esto es lo que se conoce como el “punto de humeo” y es diferente para cada tipo.
Por eso es preferible usar para frituras aceite de oliva o de girasol que soportan temperaturas más altas antes de modificarse.
Ocurre que mientras las frituras se realizan a una temperatura de entre 175 y 220 grados centígrados, los aceites mencionados tienen temperaturas críticas alrededor de los 160/180 grados, por lo que al sobrepasar esta cifra pueden aparecer transformaciones como hidrólisis, oxidación, polimerización o ciclado de los ácidos grasos que contienen en proporciones variables.
Estos productos que aparecen cuando se modifica el aceite por efecto del calor son aquellos que las nutricionistas identifican como”malos” para la salud.
Cuando se dispone de un termostato para regular la temperatura, hay que observar el oscurecimiento del aceite como indicador de su alteración.
Además, en lugar de la tradicional sartén para hacer una fritura, se aconseja usar una olla profunda, para reducir la superficie de aceite expuesta al aire.
Lo que comemos influye en los niveles de colesterol y cuando el nivel de colesterol sanguíneo es elevado, puede depositarse en las arterias.
Por eso es importante disminuir el consumo de alimentos ricos en grasas saturadas y en grasas modificadas por el calor, que son las que aumentan directamente los niveles de colesterol en sangre.
Por el contrario, se debe elegir aquellas grasas que resultan beneficiosas para la salud, sumado al incremento del consumo de fibra, a una dieta saludable y a la actividad física.
Entonces, no se trata de suspender sino de disminuir la cantidad de alimentos fritos, partiendo además de la realización de una buena fritura.
Esto es: en una olla, con un buen aceite previamente bien caliente y limpio y sin partículas restantes de otra fritura.
En esas condiciones, si se sumerge el alimento trozado, este se cocina rápidamente, con lo cual es posible sacarlo de la inmersión del aceite lo más rápido posible.
Por esos, las papas al horno si no se realizan correctamente, tampoco son beneficiosas para la salud, porque absorben el aceite de contacto.
Lic. Silvia Juárez - Nutricionista
Fuente: La Nueva
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