Más allá de una bebida, se trata de un símbolo de hospitalidad y amistad que forma parte de la vida cotidiana turca, es por eso que fue inscrito en la lista de tesoros culturales del mundo.
Foto: Taringa
De los granos molidos del café arábigo se crea el polvo con consistencia de harina que se mezcla con agua y azúcar, y se cuece a fuego lento hasta que forma una espuma espesa, es así que obtiene su sabor intenso. Finalmente se sirve en una taza pequeña y tradicionalmente junto a un vaso de agua, por si es necesario darle un descanso a las papilas.
Foto: Carmen Dominicci
Unido a este ritual de preparación, viene la oportunidad de reunirse con la gente, ya que también por costumbre, la mayoría de veces se toma acompañado. Alrededor de las tacitas, las personas se sientan para hablar, leer y simplemente, disfrutar de la presencia del otro. Y para los amantes del esoterismo, un placer final, al terminar el café se puede leer la suerte con los restos de polvo que quedan al fondo de la taza, una creencia con sabor que ha traspasado las fronteras de Turquía y se ha vuelto el favorito de muchas personas alrededor del mundo.
Jessica Moreno
Fuente: National Geographic en Español
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