Si ni te planteas renunciar a ese momento…
Por enésima vez y como advierte la ciencia desde hace años no hay consumo de alcohol inocuo. Tampoco hay una manera segura de ingerirlo. Olvídate del "con moderación": desde la perspectiva de la salud, solo existe el consumo con menor o mayor riesgo.
Desde la óptica cultural, en cambio, ciertos niveles gozan casi indiscutiblemente de buena aceptación social. La caña o la copa de vino, como premio después de cada jornada laboral, no solo no suele identificarse como un problema de alcoholismo sino que, en un país como España, donde el 60% de la población lo toma, cuestionarlo levanta ampollas. La ración diaria está tan arraigada que pocos se atreven a plantearse si su hábito puede desencadenar una adicción. ¿En qué momento se cruza la línea?
Aquí, los adictos representan menos del 1% de la población, pero el consumo a diario de riesgo lo hace el 10%. No es poco, pero para el médico de familia Rodrigo Córdoba, considerarlo como adicción está en el extremo opuesto de creer que hacerlo esporádicamente y en cantidades pequeñas puede ser beneficioso para la salud. Es decir, ni una cosa ni otra. "La dependencia a los espirituosos tiene unos parámetros establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), inspirados en la Asociación Americana de Psiquiatría: adicto quien consume, de media, más de cinco o seis unidades al día [una se considera 10 gramos de etanol puro: 250 mililitros de cerveza o 100 de vino]", recuerda Córdoba, coordinador del Grupo de Educación Sanitaria del Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).
La cerveza tiene menos peligro, pero cuanto antes se empiece, peor. "Es raro que las bebidas fermentadas de baja graduación y en pequeñas cantidades generen necesidad. El pequeño consumo [uno o dos botellines al día] de bajo riesgo, está lejos del alcoholismo, pero tiene un potencial adictivo y a largo plazo puede incrementar el riesgo. Es fácil que al hábito se le sume un trastorno a raíz de una crisis personal, como la pérdida de un puesto de trabajo o de un familiar, y que una copa pueda convertirse en un arma para afrontar los problemas", advierte. Quien empieza a consumir a los 13 años – la media en España –, tiene un 45% de probabilidades tener problemas con el alcohol a lo largo de su vida. "Si fuera a los 21 años, la edad legal en Estados Unidos, el riesgo se reduce al 9%. Cuando antes se inicia la experimentación, más riesgo de dependencia hay", concluye Córdoba.
La adicción no es el único problema. El alcohol, recuerda el psicólogo Miguel del Nogal, tiene muchas caras. "No existe EL problema sino LOS problemas de alcohol. La adicción representa el final de la cadena, pero existen muchas formas de beber, y de problemas. Se habla de trastorno por el grado de interferencia con el día a día y la capacidad de pasar uno o varios días sin consumir", señala este experto en adicciones en referencia a algunos de los principales indicadores establecidos por la Asociación Americana de Psiquiatría sobre el trastorno por consumo de alcohol.
Pregúntate si interfiere con tu rutina o si puedes convertirte en abstemio, aunque sea temporalmente. En principio, quienes no renuncian a su caña diaria no son personas adictas, siempre y cuando no padezcan cambios que alteren su vida cotidiana provocados por dicho consumo y si pueden pasar días de ayuno sin ansiedad, como aconseja la OMS. Pero si la respuesta es afirmativa a cualquier de estos signos, el bebedor de las dosis aceptadas socialmente se encuentra ante un problema que podría terminar agravándose en forma de adicción. "No hay que olvidar que el alcohol llena huecos positivos que no se llena con otra actividad, o momentos negativos que no se saben resolver", recalca el psicólogo.
Si "solo" te provoca placer o si es igual de habitual que ducharte o lavarte los dientes. Disfrutar de la cerveza o el vaso de vino cada día es lo que llaman los expertos "el proceso de luna de miel", cuando la relación de la sustancia es placentera y no genera consecuencias negativas. Pero la línea que separa el uso, el abuso y la dependencia es muy estrecha. Las alarmas que saltan al acercarse a la frontera se dan cuando la forma de consumo cambia. "Tomar esa cerveza o vino todos los días, aunque no represente un problema a priori, puede desatarlo si se suman episodios de gran consumo, como cuando alguien se queda más tiempo en el bar antes de volver a casa. Es un proceso en el que no hay vuelta atrás. En el alcohol, como en cualquier droga, ir hacia delante es muy fácil, pero dar marcha atrás es imposible", advierte Del Nogal.
Pero incluso respondiendo a todo que no, el resultado puede ser que sí. En las fases iniciales del consumo de alcohol, no somos conscientes del problema, advierte la también psicóloga Helena Romeu. "En un principio, lo que suelen decir es que les encanta el sabor. Una conocida me preguntó si la costumbre de tomar tres o cuatro quintos de cervezas, como premio a la jornada de trabajo y después de acostar a sus tres hijos, era una adicción. El consumo no afectaba a ningún área de su vida de forma elevada, pero la necesidad de ese consumo diario, y de efecto de desconexión leve, a lo largo de dos horas, es acumulativo y se nota a la larga. Representa un grado de alcoholismo cuando tu vida depende de ese hábito, aunque no afecte al resto de facetas", describe.
No esperes a llevar 25 años bebiendo y, si sigues con dudas, apunta todo lo que bebes. Poner soluciones en los primeros momentos es clave para evitar que el consumo de menor riesgo se traduzca con el tiempo en una adicción de difícil escapatoria. En una fase todavía temprana de consumo, se aconseja consultar al médico de atención primaria o un psicólogo. "Algunos pacientes reconocen que se dan cuenta cuando, al ir de fiesta, todos los amigos se van a casa antes y ellos se quedan los últimos y siguen consumiendo. Lo recomendable es atajarlo. Hay que ponerse en marcha y no dejarlo para más tarde. Los pacientes suelen tardar de media en venir a consulta, a centros especializados para adicciones, cuando ya llevan 25 o 30 años consumiendo", indica del Nogal.
Una sencilla terapia para atajarlo. En las consultas de psicología, lo habitual es poner retos a los pacientes. "Cada semana se ponen ejercicios a modo desafío. Normalmente, los pacientes no vienen por una adicción, sino por ansiedad, y conforme avanzan las sesiones se dan cuenta de que el alcohol tiene un papel importante en sus vidas. La persona demuestra no tener problemas si cumple el reto de no consumir durante una semana, pero si no es capaz de asumir la terapia evitando el alcohol, aunque se vaya de fiesta con amigos, entonces sí que lo tiene. Un ejercicio consiste en anotar cuándo y cuánto alcohol han tomado, es la forma de tomar conciencia. Si el consumo es social y no afecta tanto al día a día es más difícil que la persona sea consciente que sea un problema", señala Romeu.
UN TEST RÁPIDO
Para diagnosticar el consumo de alcohol como problema, lo mejor es abrir el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-5, según el cual, un modelo problemático de consumo de alcohol se define por provocar un deterioro o malestar clínicamente significativo, y manifestar, en un plazo de doce meses, al menos dos de los casos siguientes:
- Si consumes alcohol con frecuencia en cantidades superiores o durante más tiempo del previsto.
- Si existe un deseo persistente o esfuerzos fracasados de abandonar o controlar el consumo de alcohol.
- Si inviertes mucho tiempo en conseguir alcohol, consumirlo o recuperarte de sus efectos.
- Si tienes ansias o necesidad de consumir.
- Si el consumo lleva al incumplimiento de los deberes fundamentales.
- Si persiste pese a sufrir problemas sociales o interpersonales, provocados o exacerbados por los efectos del alcohol.
- Si provoca el abandono o la reducción de importantes actividades.
- Si es recurrente en situaciones en las que provoca un riesgo físico.
- Si continúas a pesar de saber que sufres un problema físico o psicológico causado o exacerbado por el alcohol.
- Si tienes tolerancia definida por la necesidad de consumir cantidades cada vez mayores para conseguir la intoxicación o el efecto deseado, o por un efecto reducido tras el consumo continuado de la misma cantidad de alcohol.
- Si tienes abstinencia manifestada por la presencia del síndrome característico del alcohol, o si consumes alcohol (o una sustancia similar como una benzodiacepina) para aliviar o evitar sus síntomas.
La gravedad del problema se valora en función del número de criterios que se cumplen: si hay presencia de dos o tres síntomas, se considera leve; moderado, si se sufren cuatro o cinco; y grave si se sufren seis o más de los signos señalados.
KRISTIN SULENG
Fuente: El País
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