Vino naranja (Foto: El Español) |
Sí, has leído bien: la moda de los “orange wines” ha llegado a Galicia. Te contamos todos los detalles sobre una variedad histórica de vinos que ha pasado desapercibida… hasta ahora
El mundo vinícola gallego ya lleva un buen tiempo adaptándose a ideas inspiradoras y arriesgadas que comparten siempre un punto en común: la vista respetuosa a la tradición sin dejar de lado la innovación.
Parte de este “tradicionalismo modernizado” es muy palpable en bodegas que buscan revitalizar procesos de maduración con mucha historia, siguiendo métodos propios de la época de los romanos, con tinajas de barro o “huevos” de granito. Procesos de la Antigüedad que mejoran exponencialmente gracias al apoyo que aportan los estudios de las diferentes variedades de las uvas gallegas y el uso de la tecnología moderna. Y sí, esto se puede aplicar a vinos tintos, a blancos, a espumosos, a rosados… y también a vinos naranjas.
El orange wine no es un nombre pretencioso que un sumiller espabilado se haya sacado de la manga en un momento de inspiración divina. De hecho, tiene bastante más historia de la que nos podamos imaginar. Su origen se remonta en Georgia, hace casi más de 8000 años, que se dice pronto. El vino naranja nació con el propio proceso del vino, de ahí que hablemos de una variedad casi ancestral. Del Cáucaso se fueron trasladando a Italia, Francia, Eslovenia… y de ahí a todo el mundo. Por eso, no podemos hablar de una nueva tendencia cuando hablamos de vinos naranjas, ya que son más bien un “redescubrimiento” de una elaboración tan antigua como el propio vino.
Pero ¿qué es esto del vino naranja? Aunque su nombre pueda dar lugar a una relación con su homónima frutal, estos vinos no se elaboran infusionando pieles de naranja ni tienen nada que ver con el cítrico (algo que sí hace el Vino Naranja de Huelva). Podéis estar tranquilos, tampoco lleva ningún tipo de colorante de nombre extraño. Es más, es un vino elaborado de forma totalmente natural, a través de la fermentación directa de uvas blancas con sus pieles, raspones y un poco de todo lo que caiga en el saco. Así, durante el proceso de fermentación, el líquido va adquiriendo un tono entre lo anaranjado y lo ámbar y va formando taninos, a diferencia de un vino blanco tradicional.
Para entendernos mejor: el vino tinto se elabora con uvas rojas que fermentan durante meses y que, gracias a sus pieles, dan los tonos rojizos y violetas a los que nos tiene acostumbrado un buen Mencía, por ejemplo. En el caso de los vinos blancos, esta “ausencia” de color se debe a que las pieles suelen retirarse después del prensado, a diferencia de los orange wines. Resumiendo, para neófitos del mundo vinícola: el vino naranja es un vino blanco fermentado como si fuera un tinto. Un estilo de vino intermedio, con la acidez de los blancos y el cuerpo más pesado de los tintos.
El boom anaranjado
El triunfo de los vinos naranjas y su vuelta a la palestra de la atención mediática se debe a numerosos factores: la necesidad de novedades en el mercado vinícola, el reciente éxito de productos naturales y ecológicos, el aumento de los conocimientos generales del público que permite experimentar nuevos enfoques y fronteras…
¿De dónde sale el vino naranja?
El orange wine no es un nombre pretencioso que un sumiller espabilado se haya sacado de la manga en un momento de inspiración divina. De hecho, tiene bastante más historia de la que nos podamos imaginar. Su origen se remonta en Georgia, hace casi más de 8000 años, que se dice pronto. El vino naranja nació con el propio proceso del vino, de ahí que hablemos de una variedad casi ancestral. Del Cáucaso se fueron trasladando a Italia, Francia, Eslovenia… y de ahí a todo el mundo. Por eso, no podemos hablar de una nueva tendencia cuando hablamos de vinos naranjas, ya que son más bien un “redescubrimiento” de una elaboración tan antigua como el propio vino.
Las tinajas de barro utilizadas en Georgia, hace miles de años, recibían el nombre de “kvevri” y eran cruciales para la maduración de los vinos naranjas.
(Fuente: Wikipedia)
Pero ¿qué es esto del vino naranja? Aunque su nombre pueda dar lugar a una relación con su homónima frutal, estos vinos no se elaboran infusionando pieles de naranja ni tienen nada que ver con el cítrico (algo que sí hace el Vino Naranja de Huelva). Podéis estar tranquilos, tampoco lleva ningún tipo de colorante de nombre extraño. Es más, es un vino elaborado de forma totalmente natural, a través de la fermentación directa de uvas blancas con sus pieles, raspones y un poco de todo lo que caiga en el saco. Así, durante el proceso de fermentación, el líquido va adquiriendo un tono entre lo anaranjado y lo ámbar y va formando taninos, a diferencia de un vino blanco tradicional.
Para entendernos mejor: el vino tinto se elabora con uvas rojas que fermentan durante meses y que, gracias a sus pieles, dan los tonos rojizos y violetas a los que nos tiene acostumbrado un buen Mencía, por ejemplo. En el caso de los vinos blancos, esta “ausencia” de color se debe a que las pieles suelen retirarse después del prensado, a diferencia de los orange wines. Resumiendo, para neófitos del mundo vinícola: el vino naranja es un vino blanco fermentado como si fuera un tinto. Un estilo de vino intermedio, con la acidez de los blancos y el cuerpo más pesado de los tintos.
El boom anaranjado
El triunfo de los vinos naranjas y su vuelta a la palestra de la atención mediática se debe a numerosos factores: la necesidad de novedades en el mercado vinícola, el reciente éxito de productos naturales y ecológicos, el aumento de los conocimientos generales del público que permite experimentar nuevos enfoques y fronteras…
Los vinos naranjas han aumentado su popularidad gracias al interés del público por
productos más naturales, ecológicos y tradicionales. (Fuente: El Español)
No es extraño ver que numerosas bodegas (e incluso algún atrevido restaurante) comienzan a ofrecer vinos naranjas en su repertorio. Sin embargo, en términos “oficiales” estamos en un terreno peliagudo: los Consejos Reguladores no los reconocen, ya que no son una tipología oficial en España ni tienen una mención tradicional en la etiqueta. Su aspecto ámbar puede resultar poco atractivo cara al público, ya que puede dar sensación de turbidez. Sin embargo, su sabor es el mejor halago que se le puede dedicar: es un golpe novedoso, que recuerda más al tinto que al blanco. Sus propiedades organolépticas hacen que sea un producto único, que sorprende en boca y nariz.
Su maridaje es otro de sus puntos fuertes. Hay pocos vinos más versátiles que los naranjas. Por influencia de los blancos podríamos asignarles automáticamente el puesto de acompañamiento de pescados, pero nada más lejos de la realidad. Pueden combinar perfectamente con carnes, quesos, pescados gracias a su posición “intermedia” entre los diferentes tipos de vino.
El naranja también llega a Galicia
Como ya hemos comentado, los productores gallegos son muy amigos de este tradicionalismo modernizado, por lo que el vino naranja es un punto de partida perfecto entre lo tradicional y la novedad. De hecho, la fermentación de uvas blancas con pieles y raspones es típica de algunas zonas de Galicia, como por ejemplo en Salnés. También el uso de tinajas de barro para la fermentación es tradicional del territorio gallego (similares a aquellas utilizadas en Georgia, denominadas kvevri). Es por eso que Galicia ha desarrollado en los últimos años una de las mejores ofertas de vinos naranjas de la Península, partiendo de uvas de tanta calidad y tan propias como la variedad albariño.
No son pocos los productores gallegos que se animan a probar suerte en este nuevo nicho de mercado, y marcas y bodegas reconocidas como Martin Códax o Vinos Atlánticos ya cuentan con vinos naranjas muy bien valorados entre los expertos, con maduraciones cuidadas y muy estudiadas. Los vinos naranjas suelen ser muy limitados, como el caso del Komokabras Naranja, elaborado en tinajas de barro, del que suelen producirse solo 1000 botellas
Para Alberto Varela, sumiller de La Tienda de Lino y experto en vinos gallegos, el uso de la uva albariño en la elaboración de vinos naranjas es una elección ideal, ya que “aporta una acidez y frescura características, algo que compagina perfectamente con el carácter tánico y complejo de este tipo de vinos”. Para el sumiller, dos de los mejores orange wines gallegos que nos podemos encontrar en el mercado son Komokabras Naranja (madurado durante 10 meses en tinajas de barro, marca de la casa); y Sitta Doliola, de bodegas Attis. También nos recomienda estar atentos a las novedades del mercado, ya que los vinos naranjas no son especialmente promocionados y exigen cierta atención a productores especializados. Alberto nos desvela uno: Iría Otero de Vinos con memoria está trabajando en un orange wine que pronto verá la luz. Y no será el único. Y tú, ¿a qué esperas para unirte a la (antigua) moda de los vinos naranjas?
LA TIENDA DE LINO
Fuente: El Español
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