Los puros y los vinos son elaborados con hojas de tabaco, uvas seleccionadas, curadas al aire y fermentadas con el tiempo que suavizan su sabor al ir perdiendo los taninos. Por eso, según sus variedades y regiones donde se produce, así se conocen.
Degustar un puro conlleva un rito parecido al que se realiza para saborear un vino, y ello implica seleccionar que los mejores tengan fortaleza, aroma, carácter, cuerpo, sabor. Sumándole al protocolo un saca corcho, una copa de cristal trasparente lisa, que posea un tallo largo, para agarrarla y evitar que el vino se caliente. A su vez, para los puros la clave es un buen cortador y encendedor, para que, al alimentar la combustión, la quema sea pareja, suave o fuerte según el tipo de tabaco e intensidad con la cual se fuma. En ambos productos, con la fermentación en barriles, se obtiene aroma y sabores únicos.
Al armonizar los vinos tintos, con los puros, realizando sorbos cortos, y fumando suave, sometemos nuestros sentidos principalmente como el gusto, y el olfato, sin olvidar el tacto, a los aromas primarios que nos permiten determinar la intensidad, y el sabor, que deleitamos ante el placer que se experimenta, aunque sea por ese momento casi sublime.
Teniendo en cuenta las diferentes gamas de vinos y puros, la invitación es a consumir ambos productos naturales según los gustos, capacidad económica sin tanta ceremonia y parafernalia, con la cual se adornan presuntuosos conocedores del tema, ya que no se necesita ser experto en vinos y tabaco para sentir la sensación especial de calidad y estilo de vida que cada consumidor espera encontrar en los vinos y puros, cuidando, desde luego, caer en los excesos que afectan la salud y dan al traste con el placer que nos ofrece ese momento.
Aroldo Pizarro López
Fuente: Diario La Libertad
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