Que el vino tinto debe consumirse a temperatura ambiente es un argumento popular de siempre. Y he aquí a muchos guardando el vino en cualquier sitio: en la despensa, en el armario de encima de la nevera, en la vitrina del salón, en una caseta en el jardín, etc. Y claro, no nos paramos a pensar que la temperatura ambiente en Madrid no es igual que en Londres o en Taipei. Y mucho menos se nos ocurre que no es igual la temperatura ambiente en agosto que en febrero, y desde luego no pensamos que la calefacción y el aire acondicionado hacen lo suyo también por modificar los grados a los que nos exponemos.
La conclusión es que es imposible que el vino tinto se sirva a temperatura ambiente como norma escrita y literal universal. Significaría que hoy lo bebemos a 18º, dentro de dos meses igual a 5º, y si viajamos lo mismo lo consumimos a 23º (el vino muere y nosotros en el intento...).
Tampoco hay que lapidar al saber popular porque tiene su lógica inicial, ya que hablamos de la Europa de antes del siglo XX, donde las casas no gozaban de la climatización actual, eran frías o pensemos en sus bodegas, por lo que la temperatura ambiente era más que razonable para conservar e incluso envejecer un vino tinto.
Temperatura recomendada para el consumo de vinos tintos
Aunque haya excepciones de momentos, lugares, días, o temperaturas medias, siempre es más seguro tener clara la temperatura media recomendada para los vinos tintos y en base a eso decidir cómo y dónde conservarlo para su consumo óptimo.
Hay que saber que ni siquiera la temperatura es la misma para todos los vinos tintos, ya que no todos presentan las mismas cualidades. Pero para no entrar al detalle, pues la casuística es larga, sí podemos al menos dividirlo en dos grupos para tener una orientación general.
Un vino tinto ligero, con poco cuerpo, afrutado y/o joven, se suele consumir ligeramente fresco, entre los 13 y los 18º (centígrados).
Un vino con mucho cuerpo o medio al menos y/o crianza nos anima a servirlo entre los 15 y los 18º.
Dentro de cada grupo se puede hilar más fino, aunque fuera de estas recomendaciones la única verdad absoluta que manda es el gusto del bebedor, que al final es el que va a disfrutar del caldo.
Cuidado con los extremos
Solo una norma sería interesante siempre aplicar, y es que los extremos nunca son buenos. Un exceso de temperatura en el vino nos hará sentir muy fuerte el alcohol e incluso podrá echar a perder el vino; y en caso contrario, un tinto extremadamente frío, no nos permitirá percibir, ni al gusto ni al olfato, todas las cualidades organolépticas del vino.
Esto no es una cuestión de gustos, ojo, es algo completamente objetivo, pero nada mejor que comprobarlo por nosotros mismos.
El experimento es muy fácil, solo tenemos que servir tres copas del mismo vino, uno en el rango de temperaturas recomendado más arriba, otro por debajo de los 6º y otro (si somos capaces de calentarlo) por encima de los 18º. Comprobaremos que las sensaciones tanto al olfato como al gusto van de lo apenas perceptible, a lo molesto.
PALMIRA RÍOS
Fuente: Vinetur
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