El sumiller sirve un poco de vino para probarlo. |
- No es necesario 'sufrir' mientras el sumiller espera a que probemos el vino
- El vino es un alimento y como tal se debe consumir en perfectas condiciones
- Todos somos capaces de ver, oler y saborear sus matices
Cuando nos reservamos una noche para salir a cenar también nos apetece acompañar el menú con un vino. Los entendidos juegan con ventaja, pero el resto se pueden sentir abrumados frente al camarero, que se presenta en la mesa con el vino en la mano dispuesto a iniciar el ritual antes de servirlo. Desde Uppers vamos a explicar por qué nos dan a probar vino en un restaurante y cómo debemos actuar, es decir, qué hacer cuándo nos dan a probar vino en un restaurante.
Los no acostumbrados a ese descorche del vino y a su degustación lo más probable es que estén deseando que otro asuma la responsabilidad de probarlo. En realidad, es fruto del desconocimiento porque todo es más sencillo de lo que parece y cada acción responde a un motivo.
El protocolo siempre es el mismo. El sumiller o el camarero presenta la botella a los comensales para que vean la etiqueta, la descorcha, deja el corcho en la mesa y pregunta quién va a probar el vino. Sirve un poco en la copa, espera prudente la aprobación y procede a servir a los demás. El objetivo final de este ritual es “evitar malentendidos”. En primer lugar, comprobar que se trata del vino solicitado y, en segundo lugar, que se encuentra en perfectas condiciones para su consumo.
Verificar que es el vino que se ha pedido
Esto quiere decir que los comensales tan solo tienen que verificar que la botella de vino que ha traído el camarero se corresponde con la que se ha solicitado incluyendo la añada. Después, tras el descorche será posible constatar el estado del corcho. Tal como detallan los expertos, tendrá que estar manchada la parte que ha tenido contacto con el vino. Si estuvieran también tintados sus laterales podría significar que el líquido no se ha conservado de forma correcta.
El siguiente paso consiste en una comprobación olfativa. Una vez servida una pequeña cantidad de vino en la copa se puede hacer un leve movimiento de muñeca de modo que gire sobre sí mismo unas tres veces. Esto ayuda a que se oxigene. A continuación, ya se puede observar si presenta turbiedades y olerlo. Con introducir la nariz ligeramente en la copa y aspirar se reciben multitud de aromas: frutas, madera, especias…
Sin embargo, el camarero o el sumiller no espera a que se acierten esos aromas y matices, lo que le preocupa es que el vino no haya salido malo y aguarda por si aparece un olor que no encaja, ya sea a cartón, a vinagre, a químicos… Esto sucede en raras ocasiones, pero siempre hay que informar de ello porque es posible que el vino se hubiera estropeado. Por último, se prueba para que a través del gusto se confirme de dónde viene el olor extraño y si estuviera rancio, agrio o avinagrado.
También sucede que tal vez no se esté seguro de si el estado del vino es el correcto. El sumiller no pondrá ninguna pega en probarlo para salir de dudas. Lo que ha de quedar claro es que habrá que distinguir dos cosas: que el vino esté estropeado o que no guste o no alcance las expectativas deseadas. En caso de que no reúna las condiciones para su consumo se cambiaría por otro directamente. Al contrario, cuando no es del agrado del comensal podrá pedir uno distinto, pero tendrá que pagar el coste de las dos botellas porque no se puede devolver.
Oler y saborear el vino
El siguiente paso consiste en una comprobación olfativa. Una vez servida una pequeña cantidad de vino en la copa se puede hacer un leve movimiento de muñeca de modo que gire sobre sí mismo unas tres veces. Esto ayuda a que se oxigene. A continuación, ya se puede observar si presenta turbiedades y olerlo. Con introducir la nariz ligeramente en la copa y aspirar se reciben multitud de aromas: frutas, madera, especias…
Sin embargo, el camarero o el sumiller no espera a que se acierten esos aromas y matices, lo que le preocupa es que el vino no haya salido malo y aguarda por si aparece un olor que no encaja, ya sea a cartón, a vinagre, a químicos… Esto sucede en raras ocasiones, pero siempre hay que informar de ello porque es posible que el vino se hubiera estropeado. Por último, se prueba para que a través del gusto se confirme de dónde viene el olor extraño y si estuviera rancio, agrio o avinagrado.
También sucede que tal vez no se esté seguro de si el estado del vino es el correcto. El sumiller no pondrá ninguna pega en probarlo para salir de dudas. Lo que ha de quedar claro es que habrá que distinguir dos cosas: que el vino esté estropeado o que no guste o no alcance las expectativas deseadas. En caso de que no reúna las condiciones para su consumo se cambiaría por otro directamente. Al contrario, cuando no es del agrado del comensal podrá pedir uno distinto, pero tendrá que pagar el coste de las dos botellas porque no se puede devolver.
Ana de la Hoz González
Fuente: uppers
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