Existen definiciones que ayudan a comprender mejor qué clase de vinos bebemos.
Cualquiera que haya bebido vinos en la vida forzosamente se tiene que haber dado cuenta de que, muchas veces, hay vinos que se parecen y otros que no tienen nada que ver entre sí. Por ejemplo, entre los vinos tintos están aquellos que son violetas, algunos que saben a especias y otros a frutas, y algunos que son robustos y encorpados mientras que otros resultan delgados, casi débiles.
Para todos esas diferencias existen definiciones estilísticas que ayudan a comprender mejor qué clase de vinos bebemos, aún cuando no seamos especialistas. A veces los estilos están englobados en gustos regionales. Así, algunos terroir extremos, con la energía suficiente para modelar el gusto del vino, son también sinónimos de estilos, como sucede con Borgoña, Barolo o Burdeos, pero citar algunos ejemplos bien famosos. ¿Pero qué pasa cuando, como en nuestro país, esas definiciones son menos precisas y más generalistas? Ahí se imponen algunas ideas estilísticas.
Valga una analogía: si cuando uno elije una película en una plataforma sabe que el género –acción, comedia o romántica– es una guía general sobre qué se verá, en las notas de cata o en las explicaciones de los vinos hay palabras que definen esos valores. A continuación, propongo algunas definiciones sencillas para hacer de algunas ideas estéticas que definen el sentido general del vino.
Vinos de Riqueza
Con este término se habla de esos vinos, tintos o blancos, en los que el paladar está definido por la presencia del alcohol (pero no sólo por él). En nuestro medio, son la mayoría y por eso, para los bebedores locales, igual que los acentos regionales en el habla no se oyen, la riqueza en los vinos argentinos es una norma invisible. Pensemos que cualquier Malbec o Cabernet Sauvignon tiene entre 14 y 14.5% de alcohol, lo que hace que la boca está gobernada por una sensación de suave calor, paso envolvente y amplitud de paladar.
Comparativamente, cuando se tensan los extremos la riqueza se vuelve evidente: basta probar algunos vinos de Trevelin (que carecen de esa composición) y compararlos con vinos de Cafayate (que exageran esa condición) para darse cuenta que la riqueza etílica en los últimos es evidente. Por supuesto, hay grados posibles. Pero si se parte de la generalidad de una media alta de riqueza para nuestros paladares debería resultar cada vez más evidente.
Vinos Magros
En contraposición, los vinos magros son aquellos donde el alcohol es un elemento con poca presencia en la boca. Suelen estar dominados por sensaciones de frescura y textura delicada, donde la ausencia de un alcohol preponderante da la sensación de cierta delgadez, falta de fuerza y paladar algo esmirriado. Son los menos en nuestro medio, aunque cuando se beben Pinot Noir o Chardonnay de zonas frías, aumenta esta condición notablemente. Como dato, blancos y tintos que ronden los 11.5 a 13% de alcohol se perciben como vinos magros.
Vinos reductivos
Forman una moda creciente en nuestro medio y son vinos que, su elaboración, fueron cuidados con mucho celo del oxígeno. En general no tienen crianza en barricas, sí en foudres o concreto. Ofrecen tonalidades púrpura y, en materia de paladar, aportan cierta textura rugosa o angulosa, apoyados por una acidez elevada y jugosa. Los aromas frutales o herbales son puros y requieren de cierto tiempo de apertura en la copa para abrirse, mientras que al comienzo ofrecen tierra mojada, pizcas sanguíneas o hierbas.
Vinos oxidativos
Forman un estilo en moderado retiro de la góndola local. Criados en barriles y barricas de roble, fueron sometidos a una oxidación ligera a profunda durante su elaboración, lo que cambia el modelo de paladar. Aterciopelados, cremoso y con cierto paso envolvente, el color en general ofrece alguna tonalidad ladrillo y los aromas están dominados por las frutas rojas y negras evidentes que se abren enseguida y se disipan más o menos rápido en la copa. Para los memoriosos, este era el estilo dominante hace una década.
El bebedor atento se habrá dado cuenta ya de cierta correlación. Y así como las películas de acción suelen tener actores del género –nadie vio a Stallone o Van Damme hacer comedias románticas– entre estos cuatro estilo las líneas son claras. Los estilos reductivos suelen ir de la mano de propuestas magras, mientras que los tintos de riqueza son claramente más oxidativos. Hay excepciones a la regla, desde ya. Pero esa es la magia del vino.
Fuente: lmneuquen
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