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La experta gastronómica Ana Escobar, directora de la agencia Acción y Comunicación, reflexiona sobre los grandes avances y cambios de los que hemos sido testigos durante los últimos diez años.
Diez años no son nada, pero cuando hablamos de gastronomía, podemos afirmar que los cambios han sido importantes. Cuando esta maravillosa revista nacía, el apasionante mundo de los cocineros, sumilleres, productores y empresarios restauradores, entre otros actores, ya era una realidad que, en términos de turismo gastronómico, arrojaba cifras muy significativas y alentadoras para un sector que ha seguido creciendo y evolucionando. Pero ¿en qué hemos cambiado en esta última década?
Hace diez años, yo tenía amigos que si el restaurante elegido no tenía aparcacoches, te hacían cambiar la reserva. No se concebía. Muchos restauradores lo consideraban una de las claves del éxito de su negocio. Ahora nadie lo pregunta, están casi desaparecidos y cada vez somos más a los que ni se nos ocurre movernos en coche por Madrid. La restauración ha sabido adaptarse a la evolución de las ciudades y la doble fila parece un recuerdo de una España bastante lejana. Como esa España en la que llamar por teléfono era la manera más habitual de hacer una reserva, y también de cancelarla para todos los que somos empáticos y educados, ya que esta buena costumbre es todavía una asignatura pendiente para algunos. Hoy, es mucho más fácil acudir a Internet, buscar en Google o directamente en Instagram, donde además puedes ver los días y horarios en los que puedes realizar tu reserva y hasta el tiempo del que dispones para ocupar tu mesa. Claro, hay que rentabilizar los negocios y los dobles turnos han llegado para quedarse, como los horarios más tempraneros que nos dejó la pandemia, y que muchos hemos incorporado a nuestros hábitos como algo con más sentido para nuestro compás diario.
Y aunque parece que todo ha mejorado para hacernos la vida más sencilla, el ritmo vertiginoso de aperturas y la velocidad de llegada de nuevos conceptos nos exige una mayor atención para acertar y tener experiencias satisfactorias.
Ahora hay restaurantes para todos los gustos y para gustos, los colores. Antiguamente, no era habitual la falta de manteles en las mesas, y menos en los restaurantes gastronómicos, y aún hay a quien esto le irrita bastante, así como el volumen de la música en los locales de moda, que para algunos resulta insoportable mientras que a otros les fascina. Porque ahora a los restaurantes no se va sólo a comer, se va a disfrutar de un rato con los amigos, a beber un buen vino y picotear algo, a probar su cocina y su carta de cócteles, a bailar y a ligar… Y por eso, hace unos años, llegaron los dinner shows, locales donde cenas a la vez que atiendes a un espectáculo que te lleva, a lo largo de la noche, por un torbellino de emociones.
Sí, amigos, en estos diez años han pasado muchas cosas. ¡Hemos ganado en libertad! Y esta ha puesto en el punto de mira la sala, tan importante como la cocina. Se analiza fervientemente en los congresos para que la experiencia satisfaga al más disfrutón que, además, ya no quiere primero, segundo y postre. Definitivamente, el compartir al centro de la mesa para probar más cosas, las medias raciones y hasta los vinos por copas se han impuesto por goleada. Las cartas dan protagonismo al producto, al de calidad, temporalidad y de pequeño productor. Y se lo nombra con orgullo. Se premian el sabor y la originalidad, y lo vegetal viene pisando fuerte. Importa, y mucho, la sostenibilidad en el sentido más amplio de la palabra. No hablamos sólo de la trazabilidad de las materias primas, sino también de la aplicada al concepto de negocio, que incluye el bienestar del personal.
Así que todo apunta a que vamos por buen camino y que el gran cambio no ha hecho más que empezar. Por eso quiero felicitar a ELLE Gourmet por habernos acompañado este tiempo, ofreciéndonos las pistas fundamentales para no perdernos nada y prestando voz a los que se esfuerzan cada día en darnos mejor de comer, en hacernos disfrutar para que nos sintamos más sanos y felices. Porque como me decía mi madre: «Ana, tener apetito es tener salud». ¡A la vuestra!
Ana Escobar
Fuente: Elle
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