Recientemente, desde hace unos meses para acá, hemos podido leer en prensa la cantidad de millones de dólares que ha pagado el Gobierno Venezolano a países productores de café para importar sus granos. Hay que tomar en cuenta que el precio que estamos pagando por ese café es de lo más altos en la historia. Si esto es así, ¿por qué no pagarle lo mismo a nuestros caficultores?... Bueno, ese es otro tema.
Las malas políticas de control para garantizar la “Soberanía Alimentaria” han llevado a la quiebra a nuestros caficultores. Adicional a eso, y debido a los altos precios internacionales del café, no podremos seguir comprando la misma cantidad de toneladas de café. 1+1=no tendremos café.
Todo este contexto lo necesito para llegar al punto principal de este escrito: tradición familiar.
No son sólo las presiones de malas políticas, también influye la dinámica del día a día. Nos hemos ido abarrotando de tecnología, comodidad y muchas cosas más y resulta que todo eso ha impactado en nuestros rituales de familia.
Recuerdo a mi abuela comprando el café crudo, tostarlo, molerlo y colarlo, y eso ya dejó de ser una rutina en muchos hogares; pero esto no sólo aplica al café. Muchas familias ya compran las hallacas y el pan de jamón porque no tienen tiempo de prepararlo o, sencillamente, desisten de hacerlo porque conseguir los ingredientes es una hazaña.
Me pregunto, ¿dónde irán quedando esas recetas y técnicas de las abuelas?, quizás en algún libro de recetas de alguna transnacional. ¿Será que el concepto identidad es cambiante?.
Hasta la próxima taza de café... ¿queda?
Gracias.
Paramaconi Acosta
Barista CertificadoBGA,SCAA ySCAE.
Instructor de la Escuela Colombiana del Café.
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