Recordamos de dónde procede la fórmula de este dulce y a los antiguos confiteros de la villa
Amigos, nos quedaríamos cojos o mancos si no hablásemos de nuestro producto estrella de Ledesma: las rosquillas. Nuestro amigo Genaro, que es el quien nos acompaña hoy en la fotografía y la persona que localizó una bula Papal de hace unos 500 años, gracias a la cual y tras el estudio pertinente que hizo, nacieron las más que famosas y riquísimas rosquillas ledesminas, según cuenta el anterior párroco, Don Casimiro, que además de restaurador de la Biblioteca de Santa Maria es historiador.
Un cesto de mimbre con las rosquillas de Ledesma. Monette
La receta actual sigue siendo la misma que el primer día que se elaboraron, todo natural, sin aditivo alguno. La receta que no vamos a desvelar, aunque sí diremos que, una vez amasados los ingredientes, sale una especie de plastilina con la cual se procede de forma manual y de una en una a darle forma. Tiene su trabajito la cosa, una vez llenadas las bandejas se meten en el horno un cuarto de hora, luego en un cesto de mimbre, para que se enfríen, y a continuación se envasan para su venta en toda España, pues estas rosquillas se pueden comprar en muchas tiendas de nuestro país. Y no es para menos, ya que es un producto con título de calidad que concede la Junta a los productos excelentes bajo la etiqueta “Tierra de Sabor”.
Dos familias son las que elaboran hoy en día este maravilloso producto; la confitería del señor Jose Vicente Tuestal, “Bastitos”, que junto con sus dos hermanas Regina y Dolores regentaban dicha confitería, los cuales, allá por el año 1975 se la pasaron a Genaro y María Dolores, los padres de nuestro amigo Genaro, que sería con el tiempo el que cogería el timón de del obrador sito en entre la calles Don Policarpo Cuevas Trilla y, por una casualidad de la vida, la otra parte del obrador, da para la Calle Horno.
Parece encajar la calle con la pastelería llamada ahora Rosquillas Ledesminas, en la cual ya Genaro con cinco años moldeaba la masa, o hacía lo que podía. No se metería de lleno en ello hasta poco antes de ir cumplir el servicio militar, no sin antes haber ido a aprender pastelería y tener una buena formación para desempeñar ese dulce trabajo, ya que ahora entre su mujer, María Victoria, y su hermana, Montserrat, elaboran toda clase de bollería, aparte de las rosquillas. Tanto es así que prácticamente no tienen tregua, solamente descasan los Martes.
Tampoco nos vamos olvidar de la otra pastelería regentada en aquellos años por las hermanas Gabi y Herminia, que eran muy buenas reposteras. En aquellos años ya tenían el escaparate lleno de pasteles y a los chavales no nos quedaba otra que mirar a través del cristal y soñar que un día pudiéramos comer uno de esos pasteles. Pero eran sueños, eso no estaba a nuestro alcance. Las hermanas, ya un poco mayores, dejaron el negocio y hoy en día la confitería La Villa la lleva el amigo Paulino junto a su señora, Isabel, que también tienen cafetería en el establecimiento de la Calle San Miguel.
Por otra parte, voy a contar algo que muy poca gente recuerda, pero alguno con quien he hablado si se acuerda de cuando en 1960 se hizo un replica en madera de la entrada del castillo por la parte de abajo, una carroza que desfilaría en Salamanca, y en ella se hizo el escudo de Ledesma con rosquillas. Y allí íbamos vestidos de romanos muchos ledesminos, con un lanza dos veces más larga que nosotros. También nos habían prometido que las rosquillas eran para nosotros, pero como la carroza la llevaba y la traía un camión, y nosotros fuimos en la Serrana, en cuanto el camión llegó a la cochera de la Serrana ya no había ni rastro de las rosquillas. Se libraron porque las lanzas eran de cartón. Hacerle eso a unos niños con el hambre que pasamos aquel día... ¡Por dios que malos! Es una broma, pero lo del hambre no. Y la desaparición de las rosquillas, tampoco era broma.
Qué buen sabor de boca nos ha quedado hoy con Genaro y familia, Paulino e Isabel. Gracias amigos por vuestra labor. Imprescindible visitar Ledesma y llevarse tres o cuatro bolsas de rosquillas y, si pueden ser cinco, mejor, que luego entre vecinos y alguno más que se apunta, nos quedamos siempre cortos.
Fuente: La Gaceta de Salamanca
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