Foto: Afar.com
El apóstol Remigio de Reims, obispo de la ciudad, bautizó a la bebida que producían los viñedos de la ribera del Marne como "el vino de río".
El mismo que el mundo conoce como "champagne" y que el más famoso de los vinos blancos.
Los enólogos del siglo XXI dirían que era el fruto de la singularidad del terreno, el clima oceánico de transición, el subsuelo calizo y la altitud.
Pero claro, en aquella época galo-romana de la Edad Media, el religioso privilegió el sabor.
Mucho antes en el tiempo, en los albores del 1700, un joven monje bendictino llegó a la abadía de Épernay donde se le confió la custodia del sótano en el que se guardaban los vinos.
Allí comenzó a mezclar los distintos caldos, hasta que cierto día grito: "Venid pronto. Estoy bebiendo las estrellas", embelesado por las brillantes burbujas que causa la fermentación.
Para algunos, el monje Dom Pierre Perignon descubrió el "méthode champenoise".
Para otros fue obra de la casualidad.
De todas formas, alcanzó para que un champagne llevara su nombre.
Lo cierto es que la región francesa Champaña-Ardenas es la única del planeta que puede usar la denominación "champagne" en su producción.
A las demás bebidas se las califica de espumantes.
Según la historia, fueron los hermanos Chanoine quienes fundaron, en 1730 la primera casa de champán de Épernay.
Seis años después, el historiador y filósofo Voltaire, autor de "Edipto", acuñó una frase magistral, al decir que "en su espuma hay fulgores de dicha".
El centro de la pequeña Épernay, ciudad de 25 mil habitantes, es la Place de la République.
Cerca de ella está la grand maison de champagne Moël & Chandon, que Claude Moël fundó en 1743.
La visita a esta bodega comienza ante los cuadros de sus fundadores, todos amigos de la nobleza de Francia y de Napoleón Bonaparte, que fue asiduo visitante y gran consumidor de la exquisita bebida.
Un muestra son los viñedos, las diferentes uvas, su pisado y la recolección hasta la fermentación y el embotellado.
Son 28 kilómetros de bodegas que tienen una temperatura de entre 9 y 12 grados, propicias al envejecimiento, donde hay hasta 90 millones de botellas.
Es, además, la primera marca en venta en el mundo.
Miles de botellas se colocan horizontales en botelleros especiales, donde, a mano o automáticamente, se las somete al "remuage", que consiste en girarlas un cuarto cada día, para que los sedimentos queden en su cuello.
Y para que los sedimentos se solidifiquen se las sumerge, boca abajo, en una solución química y agua a baja temperatura, que permite sacar el tapón provisorio, completar la botella y poner el corcho definitivo.
Un proceso que no se permite ver; simplemente, hay que imaginarlo.
También se visita la Casa Mercier, que posee el mayor tonel del mundo y un tren para recorrer sus "caves".
Esta bodega de fines del siglo XIX es la que "democratizó" al champagne, haciendo menos exclusiva su distribución.
A su vez, en la bodega Castellane se puede subir a su torre de 60 metros y 237 escalones, para ver la ciudad y los viñedos y luego conocer su colección de etiquetas.
Lo más gratificante de estas visitas son las degustaciones, y también comprar a buenos precios los vinos más famosos del planeta, en la tierra que los engendró.
Corina Canale
Fuente: lanueva.com
No hay comentarios. :
Publicar un comentario
Aqui puede usted dejar sus comentarios los cuales siempre serán bien recibidos!!!