El Gourmet Urbano: Supersticiones gastronómicas de ayer y hoy

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lunes, 25 de diciembre de 2017

Supersticiones gastronómicas de ayer y hoy

No brindar con agua, plantar huevos o usar ajos como protección especial son solo algunas de las numerosas supersticiones ligadas a la gastronomía

Una superstición, según la Real Academia Española (RAE), es una creencia "contraria a la razón"; es decir, una convicción sin fundamentos ni pruebas que la sustenten. Vivimos rodeados de ellas, como cuando creemos que abrir un paraguas dentro de casa, pasar debajo de una escalera o romper un espejo pueden atraer la mala suerte. Suena ridículo cuando se piensa (¿qué tendrá que ver un paraguas con la buena fortuna?), pero muchas veces se evita este tipo de situaciones "por las dudas". Los alimentos no son ajenos a este mundo de magia y misterio y protagonizan numerosas supersticiones. En este artículo se reseñan algunas, antiguas y modernas, que influyen en nuestro comportamiento "por si acaso".

Imagen: StockCube

Las supersticiones gastronómicas de antaño están relacionadas con los alimentos cotidianos y básicos: agua, pan, huevos, sal... Las supersticiones modernas también; tocan frutas, cereales, té, café... Quizás por ello conviven tan bien con nosotros y entre ellas, y, así como nos mojamos la frente con el vino que se derrama en la mesa, nos bebemos el zumo de naranja a todo correr tras exprimirlo para que no pierda vitamina C.

Ajo, vampiros y superpoderes


Los ajos protagonizan muchas supersticiones en distintas partes del mundo. La más conocida -y extendida- es que pueden ahuyentar a los vampiros y a todo tipo de demonios. Esta creencia procede de la literatura, más en concreto de 'Drácula', el libro escrito por Bram Stoker a finales del siglo XIX. Tener en casa una ristra de ajos se considera que da protección y buena suerte.

En la actualidad, se dice que el ajo posee otros poderes: propiedades más potentes que las de muchos medicamentos para curar resfriados o mejorar la salud arterial. Sin duda, el ajo es un alimento sabroso y saludable, pero, como señala el dietista-nutricionista Julio Basulto, "su fama como píldora mágica no se corresponde con las evidencias científicas disponibles".

Imagen: phloenphoto

Entre plantar huevos y darles plantón


Una superstición muy antigua relaciona los huevos con la lluvia: se dice que este alimento tiene el poder de impedir que llueva un día determinado (por ejemplo, el día de la boda). Esta creencia tiene ligeras variantes, que van desde plantarlos o colocarlos en las esquinas de la habitación más grande de la casa, hasta llevarlos a un convento de clarisas.

Durante buena parte del siglo XX, se ha creído que los huevos aumentaban los niveles de colesterol. Por tanto, además de plantarlos para que no lloviera, se les ha dado plantón, disminuyendo su consumo. Ya en abril de 1997, un riguroso estudio publicado en la revista American Journal of Clinical Nutrition observó que la ingesta de huevos no eleva de forma relevante el colesterol sanguíneo. Las investigaciones actuales no solo desmitifican la arraigada creencia de que "el colesterol del huevo es perjudicial", sino que ponen de relive las bondades nutricionales de este alimento.

Imagen: comzeal

Que se caiga la sal: ¿mal augurio o buena noticia?


Basta oír la frase "¡Ay, no! Se me ha caído la sal", para que se desate una pequeña crisis de superstición en la cocina. "¡Rápido, coge un poco con la mano derecha y échala sobre tu hombro izquierdo, hacia atrás!". Este es, supuestamente, el antídoto para evitar que la mala suerte persiga siete años a quien la ha derramado.

El origen de esta superstición no está muy claro, aunque es bastante probable que tenga que ver con el valor que antaño tenía la sal. Y es que esta sustancia es un ingrediente muy importante en la historia: en la gastronómica y en la comercial. En la antigüedad era un mineral caro y apreciado. Tanto es así que a los funcionarios y soldados romanos se les pagaba una parte de su sueldo en bolsas de sal. Esas bolsas, llamadas salarium, son el origen de la palabra "salario".

Las cosas han cambiado mucho. Hoy la sal es uno de los ingredientes más económicos del mercado y, además, tiene una presencia excesiva en la alimentación, en general de manera oculta. Según la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN), reducir la ingesta de sal a cinco gramos al día evitaría cada año unos 20.000 accidentes cerebrovasculares y unos 30.000 eventos cardiacos. No hay que olvidar que el 45% de los infartos y el 50% de los ictus están asociados al consumo excesivo de sal. De ahí que el hecho de que se "caiga" la sal ya no es un mal presagio, sino una excelente noticia.

Imagen: Steve Woods

Brindar con agua, derramar vino en la mesa


Brindar con agua y derramar vino se considera de mala suerte. Ambas supersticiones son muy viejas y no tienen ningún tipo de fundamento. Sin embargo, siguen condicionando la manera de comportarse en la mesa. No hay más que ver la urgencia con la que unos y otros se mojan la frente con el vino que se ha caído sobre el mantel o la preocupación por asegurarse de que todos los comensales brinden con algo de alcohol, incluso embarazadas y abstemios. "Solo para bindar", "te mojas los labios y ya está", "un poquito, nada más"... con un goteo de frases como estas, todas las copas acaban llenas de vino, sidra o cerveza. Y todos, bebiendo más de la cuenta.

Un interesante estudio realizado por un consorcio de investigadores, entre los que se encuentra la Universidad Complutense de Madrid (UCM), ha estimado que, de media, los españoles beben 9,5 litros de alcohol puro al año. El trabajo, que tuvo en cuenta tanto registros de ventas de alcohol como encuestas de compras y consumo, revela que los datos de unas y otras fuentes no coinciden, entre otras razones, "porque los españoles reconocen menos de la tercera parte de lo que beben".

Así las cosas, conviene recordar que brindar con agua no trae mala suerte. Y, de paso, añadir que tampoco tiene por qué ser aburrido. Hay muchas maneras de dar un toque distinto al agua o de preparar cócteles sin alcohol si se quiere hacer algo especial.

Imagen: ajafoto

Por LAURA CAORSI

Fuente:  Eroski Consumer 

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