Hambre: una necesidad fisiológica
Podemos definir al hambre como lo opuesto a saciedad. El hambre es la necesidad fisiológica de ingerir alimentos, de obtener nutrientes y energía.
Tras haber estado cuatro o más horas sin ingesta de alimentos y habiéndose absorbidos los nutrientes de la comida previa, el organismo comienza a recibir señales de todo tipo que llegan al cerebro avisando que no hay energía, que no la glucosa comienza a caer y que es momento de ingresar combustible al cuerpo.
Mediante la liberación de diferentes sustancias nuestro organismo manifiesta hambre, una sensación desagradable muchas veces dolorosa que altera todo el funcionamiento interno de nuestro cuerpo.
Así, el hambre es un proceso vital, es propio de nuestra capacidad de supervivencia y es indiscriminado. Por ello, cuando tenemos hambre cualquier alimento es bien recibido por nuestro paladar y por nuestro cerebro.
Apetito: deseos de comer por causas psicológicas
A diferencia del hambre, el apetito no es una necesidad fisiológica, sino que puede presentarse cuando no tenemos hambre, por ejemplo, a las dos horas de haber realizado una ingesta completa.
El apetito son deseos o ganas de comer pero sin necesidad fisiológica sino más bien, por causas psicológicas. Muchas veces es producido por factores emocionales y está estrechamente relacionado con el placer.
Por esta razón, el apetito es voluntario y selectivo: no cualquier alimento es bienvenido cuando tenemos apetito sino que se nos presentan deseos de un plato específico, frecuentemente placentero o que en nuestro organismo genera bienestar.
Cuando han pasado muchas horas sin comer (más de cuatro) sin duda podemos manifestar hambre, pero si han pasado pocas horas o minutos desde nuestra última ingesta es muy probable que experimentemos ganas de comer o apetito por un alimento en particular.
La importancia de distinguir entre hambre y apetito
Como podemos ver, tanto hambre y apetito nos empujan a buscar alimento pero el primero es debido a una necesidad que necesitamos resolver para que nuestro cuerpo funcione con salud, mientras que en el caso del apetito, sólo obedece a la búsqueda de placer.
Si siempre fuéramos en busca de alimento ante la presencia de hambre y abandonáramos la ingesta de comida cuando experimentamos saciedad, no tendríamos problemas tan prevalentes en la actualidad como el sobrepeso y la obesidad.
Por otro lado, buscar alimento cada vez que experimentamos apetito puede propiciar un exceso de energía en nuestra dieta diaria y así, favorecer el aumento de peso.
Además, cuando comemos en respuesta al estrés, al descanso insuficiente, al enojo, la tristeza, el aburrimiento u otras causas de hambre emocional, psicológico o apetito, solemos buscar alimentos placenteros como son aquellos ricos en azúcares, grasas y harinas refinadas. Por ello, obedecer al apetito siempre puede perjudicar nuestra salud, volvernos dependientes o adictos a determinadas comidas así como también, deteriorar considerablemente la calidad de nuestra dieta.
Si queremos estar en forma y proteger al organismo tanto por dentro como por fuera resulta clave que aprendamos a escuchar a nuestro cuerpo para diferenciar hambre de apetito.
Fuente: Trendencias Hombre
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