Acostumbrados a su sabor dulce, en la cocina se utiliza en su versión más amarga.
Conocemos el cacao en su versión más dulce: la chocolatería y la pastelería, donde se pavonea como el actor principal. Ese protagonismo tal vez ha opacado el aporte que este fruto originario de América da a la cocina de sal, por ser un poco discreto.
Claro que hay escenarios en los que sobresale como en el tradicional mole mexicano, en el que se combina con una variedad de chiles para un sabor inigualable.
Entre más negro el chocolate, más amargo.
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Pero antes de seguir, hay que aclarar un punto. “No es lo mismo el cacao que el chocolate “en tableta”, ya que este, además de cacao, tiene otros componentes (azúcar, leche, grasa) que pueden cambiar completamente lo que aporta a un plato. Lo ideal es que siempre añadamos el producto en bruto, ya sea grué (o nibs), haba, cacao o manteca”, explica el chef español Erwan Poudoulec, director técnico de Le Cordon Bleu Madrid.
Hecha la aclaración, hay que agregar que entre más concentrado (de 60 por ciento hacia arriba), más se conservan todas las propiedades del cacao.
“Es un producto muy saludable porque es rico en flavonoides, que actúan como antioxidantes en el cuerpo previniendo el envejecimiento celular, se usa para terapias para la piel y ayuda en el estado de ánimo”, comenta la pastelera Luisa Gallego, directora del Salón, quien quiso dedicar esta edición al chocolate, ya que Colombia es un país cacaotero. “Tenemos variedades muy interesantes en Santander, Tumaco y la Sierra Nevada de Santa Marta, ideales para los chocolateros que buscan algo especial”, comenta.
Para ella, las tierras de colombianas permiten desarrollar cacaos con variedad de aromas: frutales, cítricos, suaves... “Nuestro cacao es de muy buena calidad y buen tostado, tenemos que darle un valor agregado en la transformación”, puntualiza.
En el fogón
Pero volviendo a la cocina de sal, el cacao es habitual utilizarlo en salsas, especialmente las que llevan vino tinto.