Algo que es indispensable en la crianza de los niños es que crezcan en ambientes donde las normas son claras y constantes. Esto les permite saber qué se espera de ellos y comportarse en consecuencia, esto es educarlos en un ambiente emocionalmente seguro.
Es por ello que ambos padres, convivan o no con el niño, deben establecer previamente las reglas del juego y estar de acuerdo ambos en la manera que se procederá con todos los aspectos de la crianza, y el tema de la alimentación no escapa de ello.
Es necesario entonces que las pautas de alimentación en tu casa sean claras para todos, y sobre todo constantes; es decir, no facilita la formación de tu hijo si las normas varían de un día a otro, o son acomodadas a las circunstancias diarias. En estos casos, no sabrá cómo debe comportarse: “?será que hoy me tengo que comer todo o puedo dejar algo sin que me regañen?”, “?hoy me van a dar la comida en la boca o será que hoy no?”, “si armo un berrinche a lo mejor me dan refresco en vez de jugo, la otra vez me funcionó”
Todo hasta aquí parece relativamente fácil, nada que no hayamos escuchado o leído en alguna oportunidad. La cosa se complica cuando la crianza es relativamente compartida con otras personas: maestras, abuelos, tíos u otros personas que ejerzan el rol de cuidadores frecuentes, que estén a cargo de los niños con cierta regularidad. Y digo que se complica porque, una vez que ambos padres están de acuerdo en cómo quieren educar a sus hijos, es necesario hacérselo saber a quienes los cuidan, pero sobre todo ¡lograr que lo cumplan!
Ahora bien, el tema de los abuelos merece un tratamiento aparte. Los abuelos son los reyes del consentimiento sin límite y expertos en el saboteo de cualquier norma que se haya inventado sobre la tierra… no, no exagero. Son tan expertos en eso que parece que lo hubieran practicado durante largo tiempo, nadie podría pensar que con esa flexibilidad infinita acaban de terminar de criar a sus propios hijos.
Sin embargo, cuando los nietos están bajo el cuidado regular de nuestros padres la cosa cambia, o al menos debería cambiar. Es distinto visitar a los abuelos el fin de semana y permitirles derrochar consentimiento, que estar bajo su cuidado durante la semana o algunos días de la semana, como es el caso de Natalia, que va a casa de la abuela dos o tres tardes a la semana. Y es distinto porque el consentimiento ocasional acurruca el alma, pero el consentimiento diario impide la creación de hábitos.
Así que a mi suegra no le ha quedado otro camino que ser una abuela especial, que consiente pero nos apoya mucho con la educación y los hábitos de Natalia. Leo y yo valoramos muchísimo esto porque sabemos lo que le cuesta ser “estricta” (ustedes supondrán lo que para una abuela significa ser “estricta”… ¡algo tan terriblemente duro y cruel como no darle cuatro teteros en una tarde!)
Así pues, que si tu hijo está regularmente bajo el cuidado de los abuelos, hazles saber lo importante que es mantener las normas de mamá y papá, pues al final el único perjudicado es el “consentido” que se siente confundido porque le cuesta un poco más apropiarse de hábitos adecuados de alimentación.
Si tu hijo es difícil para comer, en la medida de lo posible facilítale la tarea a los abuelos: hazles comidas decoradas que presenten de manera más amigable los alimentos; prepara para esos días los platos que se comen con más facilidad, pero sin descuidar la calidad; coloca raciones pequeñas; y por último, no esperes que la abuela tenga la perseverancia de una mamá, esto es injusto con la abuela.
Hoy comparto con ustedes precisamente un menú de mi suegra, una mujer que cocina extraordinariamente rico y con quien comparto no sólo el amor por Leonardo y por Natalia, sino también el amor por la cocina.
- Suelo: Chuleta ahumada al horno con jugo de naranja y miel.
- Ganso: Puré de papás
- Flor: Puré de zanahorias, el tallo y el centro son de aguacate.
- Mariposas: Plátano salcochado.
Feliz inicio de semana, ¡una menos para las vacaciones!
Nadyra Muhammad
Psicopedagoga y la mamá de Natalia.
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