Foto: Tibisay Guerra |
Esos días lluviosos volvían loca a mi mamá; pidiendo cosas para distraerme le decía: “Mamá, ¿me puede hacer pega?, que voy a recortar comiquitas del periódico”, me miraba y respondía: “ ¿Cuánto recortarás?, la última vez te fastidiaste rápido y se perdió la pega”. Volteando mi boca a un lado le mostré las hojas que pretendía recortar y que ahora tendría que hacer, ya que me estaba comprometiendo (por eso torcí mi boca). Me iba detrás de ella a ver cómo me hacia la pega: “Te voy a preparar este poquito, y si te hace falta más, luego te la hago”. La miraba, y haciéndole ojitos de agradecimiento le sonreía. En un envase colocaba harina de trigo y agua haciendo un engrudo espeso con lo cual pegaba todos mis recortes.
-”Gracias mamá”-, le decía, ella me miraba y me respondía: “Mientras recortas te prepararé un rico chocolatico para que comas con bizcocho”. Me volteaba, la miraba y mi expresión cambiaba, mis ojos tomaban un brillo de tan solo imaginar ese rico chocolate caliente de mi madre que me hacía soñar.
-“¡Siii, qué rico! ¿y me puede dar un bizcocho dulce y otro salado?”
-“¿Seguro que te los comerás?”-, me preguntaba sorprendida
-“ Claro, mamaaa” y soltaba una gran carcajada.
En un litro de leche colocaba dos bolas de cacao delicadamente especiado, con una paleta y paciencia lo disolvía mientras estaba en el fuego. Una vez que ya el cacao estaba totalmente fundido y en perfecta armonía con la leche, los aromas invadían la casa dando un ambiente de calidez y sosiego, donde había una sensación de que todo estaba perfecto y era allí en ese instante donde mi mente se llenaba de magia, de sueños y suspiraba profundamente para que mi cuerpo y alma se nutriera de aquel aroma a chocolate que ocasionaba toda una revolución de sensaciones sensoriales que, creo, solo el chocolate puede producir en esa magnitud. Le decía:“¿Mamá , ya está listo?”, y ella moviendo la cabeza a ambos lados y con una leve sonrisa me decía: “Aún no, ten paciencia, que además tienes que esperar que se repose”.
En ese punto donde ya estaba disuelto el cacao, agregaba una cucharadita de fécula de maíz (Maicena) disuelta en un poquito de leche y seguía dándole paleta hasta que apenas espesaba, por supuesto, y que la fécula se cocinara; endulzaba y le colocaba una cucharada de mantequilla, y ese era el gran secreto; en otras oportunidades, sólo un punto de sal.
Les cuento: “Alexander Humboldt expresó que “El grano de cacao es un fenómeno que la naturaleza nunca ha repetido, jamás se han encontrado tantas cualidades reunidas en un fruto tan pequeño”; nosotros hemos mantenido y transmitido la misma impresión a través del tiempo. Fue tanta la importancia del cacao para los Mayas de México y Centroamérica, que los Dioses fueron los primeros en consumirlo, y luego nos enseñaron a los hombres comunes a seguir su ejemplo.
El origen del cacao en el mundo siempre ha sido uno de los grandes misterios de la historia. Para muchos, se origina en las cálidas y húmedas selvas mexicanas. Pero estudios recientes afirman que el primer cacao que existió sobre la tierra surgió en la cuenca del Orinoco y el Amazonas. Incluso, en ciertas historias de nuestro saber cultural, se presume que el cacao nació en Venezuela y se expandió a lo largo de Centro América, donde surgieron las civilizaciones Maya y Azteca, las cuales dejaron claras referencias asociadas al cacao. En el caso de Venezuela, nosotros sólo tenemos estudios científicos en proceso para poder afirmar dicho origen en nuestras latitudes.
El cacao, de nombre científico Theobroma Cacao L (1737), otorgado por el sueco Carlos Linneo y cuyo significado en griego significa “alimento de los dioses”, es uno de los frutos más apreciados por la humanidad. Los primeros árboles de esta especie crecían, con algunas excepciones, de forma natural a la sombra de las selvas tropicales, hace mas de 4000 años. Pero, podría decirse que éste alcanzó su popularidad luego de la conquista española.
Aunque se sabe que Cristóbal Colón fue el primer extranjero en conocer el cacao en el año de 1502, fue Hernán Cortés quien, en su expedición de 1519 al imperio Azteca, regresó a España en el año 1528 y con entusiasmo transmitió al Rey Carlos I de España lo sorprendente de este fruto. De hecho, en una de sus cartas le comentó que era un fruto como de almendras que se vendía molido y le tenían mucho aprecio, que se cambiaba por monedas en toda la tierra y con ella se compraban todas las cosas necesarias para subsistir.
Más adelante, la receta de cacao molido y de xocoatl, llevada por Cortés, no fue tan valorada debido a su intenso sabor amargo, hasta que se le añadió azúcar. Entonces, fue rápidamente apreciada y solicitada como una de las bebidas favoritas de la realeza y la corte española. Posteriormente, se cree que, por largos años, España guardó como un secreto todo lo pertinente a esta bebida, pero gracias a la referencias casi propagandistas que de ella se difundían, principalmente por la reinas de origen español y por los jesuitas, el cacao entró a Francia, y para el siglo XVII, el cacao (chocolate) estaba de moda en todo París.” Asmiriam Roa.
En la espera de mi taza de chocolate con mi bizcocho dulce y salado terminé mis recortes, la tarde aclaró y mis sueños se hicieron realidad.
Hasta la próxima historia...
Yelitza Acosta
Cocinera
Referencias: Asmiriam Roa: Cacao, fruto sublime
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