El nombre del vino es como el nombre de dios para los ‘marketeros’. El poder de la tradición caracteriza buena parte de las nomenclaturas de los Riojas: marqueses, condes y otras referencias nobiliarias abundan entre las bodegas más clásicas, desde las dos fundadoras del Rioja moderno en el siglo XIX (Marqués de Murrieta, Marqués de Riscal) a otras mucho más actuales. Un ejemplo es el de Enrique Forner, fundador de Marqués de Cáceres, que recurrió a su amigo valenciano Vicente Noguera para que le ‘cediese’ el título nobiliario y bautizar así los vinos de su bodega. Una apuesta a priori arriesgada -Cáceres poco tiene que ver con Rioja y tampoco la casa nobiliaria tenía vinculación directa con el vino- que, sin embargo, ha tenido un éxito extraordinario y que al marqués y sus herederos le ha dado unos beneficios en forma de ‘royalties’ nada desdeñables supongo.
Las bodegas históricas recurren también en ocasiones a pagos, a fincas vitícolas de toda la vida, para nombrar sus botellas: ahí tenemos los casos de Viña Tondonia y Bosconia (López de Heredia), Viña Pomal o La Vicalanda (Bilbaínas)…, en una práctica también muy actual hoy en día: Valcaliente (Ruiz Jiménez); La Nieta o El Puntido (Eguren), Viña El Pisón (Artadi)… De hecho, es habitual entre los llamados ‘renovadores’ de Rioja recurrir a los pagos, a las fincas, coherentemente con el discurso de la tierra de los mil vinos y el concepto de ‘terroir’. Llama la atención el caso de Miguel Ángel de Gregorio, cuya bodega Finca Allende (nombre de Virgen) bautiza sus principales marcas con nomenclaturas muy religiosas, incluso pasionarias: ejemplo de ello son su Mártires o Calvario, si bien no significa que el bodeguero vaya a misa todos los domingos o se flagele por las calles de San Vicente en Semana Santa, sino que son los nombres de los viñedos de Briones de donde salen los vinos.
Curioso es el caso también de Dinastía Vivanco, que con la marca intentó recoger la tradición familiar de abuelos y padres en el mundo del vino y que, tras un largo litigio judicial, ha logrado el derecho de uso de la marca por encima incluso del título nobiliario del auténtico Marqués de Vivanco, quien, después del éxito y las inversiones de la familia riojana, se le ocurrió entrar en el sector del vino con su propia marca y vino de la !Ribera del Duero!.
Otro campo explotado por las nomenclaturas del vino riojano son las indicaciones mitológicas. Bodegas Ontañón es una referencia en sí misma con las esculturas de Miguel Ángel Sáinz y con sus coleciones mitológicas de vino, pero tampoco es menos interesante la historia de Zenus, el vino de Chucho Puelles(Ábalos), un gran tipo y bodeguero al que espero que algún día la historia le dé la importancia que tuvo para conseguir que los pequeños viticultores pudieran criar vinos con la ruptura de la exigencia del mínimo de 500 barricas.
Pero esa es otra historia. Cuando uno ve la botella de Zenus piensa en la conjunción de Zeus y Venus y en el simbolismo mitológico para designar el vino ‘top’ del amigo Chucho, pero cuando le preguntas por esta conjunción de deidades, el bodeguero te contesta algo muy diferente: “¿Mitología?…, qué va. Estábamos un día en el bar de Ábalos tomando un vino y entró el ‘Cenutrio’, un tipo del pueblo, y allí tomando un vino un amigo le saludó: ¡qué pasa Zenus!”…
Fuente: blogs.larioja.com
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