Corrían tiempos difíciles cuando estos pequeños bocados integrados por almendras, huevos y azúcar con una sola cara o tapa, salieron a la luz. Incluso, algunas crónicas dan cuenta que inicialmente solo se trataba de una tarta, pasando a ser una especie de potaje a partir del siglo XVII que se comía con queso rallado, canela y azafrán, conocido como “macaroni”.
El tiempo fue transcurriendo y a mediados del siglo XX, el pastelero francés Pierre Desfontaines, primo de Louis Ernest Ladureé, tuvo la idea de juntar dos de estas tapas y rellenarlas con sabrosas ganaches.
Hoy como ayer, los macarrones son un verdadero clásico de la pastelería artesanal argentina que podés conseguir en cualquier pastelería o confitería, preparados sin aditivos artificiales y con materia prima de altísima calidad.
Fuente: Gastronomía.com
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