Las típicas beans acompañadas de un huevo frito, una versión de uno de los alimentos más conocidos de la gastronomía inglesa. / EILIV ACERON/UNSPLASH |
Cuál es el plato que provoca más de diez mil incendios al año en Reino Unido, dónde se inventó el tenedor y cómo nació la comida enlatada son otros de los misterios que vamos a resolver aquí.
El mundo de la gastronomía está lleno de incógnitas que solo se descifran con la práctica y el conocimiento. ¿Existe vida en la tradición culinaria japonesa más allá del sushi? ¿Es posible reinventar los clásicos de la gastronomía? ¿Podemos hacer que las recetas tradicionales sean más saludables? Estas dudas ya las hemos despejado aquí pero hoy queremos desvelar otras curiosidades gastro que van a cambiar tu visión sobre el mundo de la cocina, como por qué la gastronomía británica es horrible.
Porque hay amantes de la cocina que llevan su pasión más allá de los fogones, como Bee Wilson, historiadora y escritora gastronómica británica, que, en su libro La importancia del tenedor. Historias, inventos y artilugios de la cocina (Turner), se sumerge en el pasado de todo aquello que rodea al arte de cocinar para regalar al lector un apasionante viaje que cambiará su visión sobre algo de lo que sabemos menos de lo que merece.
Ocho capítulos que desgranan cómo hemos llegado a nuestras baterías de cocina último modelo, a la comida cocinada al vacío, a los frigoríficos que te recuerdan que tienes que hacer la compra o a los instrumentos que hacen más fácil que disfrutemos hoy de una deliciosa nata montada. Y otras curiosidades gastro que desvelamos a continuación.
La cocina británica es horrible y esta es la razón
A pesar de haber nacido en Oxford, Wilson es consciente de que la gastronomía de su país es mejorable. El mundo entero lo sabe, pero es gratificante saber por qué. Para ello hay que viajar hasta el siglo XVIII, cuando los ingleses se enorgullecían de su carne asada, el plato estrella de la gastronomía de las islas, porque si algo dominaban era un buen fuego, muchas veces al aire libre. Para hacerlo posible tenían toda la madera que quisieran.
Portada del libro de Bee Wilson, La importancia del tenedor. /TURNER |
El problema fue que, mientras que asar carne formaba parte del carácter nacional, y podían permitírselo, otras cocinas menos ricas en madera o el posterior carbón, como la francesa o la italiana, se adentraron en otras técnicas y en otras preparaciones, que para cuando desapareció la cocina sobre leña ya dominaban. «La necesidad es la madre de la invención», escribe Wilson, «y es probable que una menor necesidad de cantidad de leña nos hubiese obligado a dar con una cocina más creativa y variada».
El tenedor del demonio y el cuchillo del cardenal
Entre los utensilios que utilizamos para comer, el tenedor fue el que más tarde llegó a nuestras vidas, concretamente en el siglo XI. Por aquel entonces solo tenía dos puntas, por lo que solía ser asociado «al Demonio y la horca» y muchos seguían prefiriendo comer con las manos. Seis siglos después, comer con tenedor seguía siendo motivo de mofa, aunque en la antigua Roma ya se utilizaban pinchos y agujas para raspar la carne de los crustáceos.
Precisamente fue en Italia donde se adoptó el tenedor antes que en el resto de Europa, en torno a la Edad Media. Y esto sucedió por una razón muy obvia, comer pasta con las manos no era precisamente lo más apetecible. «Al principio, los tipos de pasta más largos se comían con un pincho de madera alargado, llamado punteruolo», detalla Wilson, al que posteriormente se le fueron añadiendo puntas a la vista de que la pasta se enrollaba mejor.
Los tenedores fueron los últimos miembros de cualquier cubertería que llegaron a las mesas de todo el mundo. / GIO/UNSPLASH |
Precisamente fue en un viaje a Italia, en 1608, donde Thomas Coryate descubrió el tenedor y lo llevó a su país. Sus amigos lo consideraron poco masculino, pero para comienzos del siglo posterior «los tenedores estaban aceptados en toda Europa». Eso sí, «el cuchillo y la cuchara siguieron superándolo en ventas hasta principios del siglo XIX«.
Hablando de cuchillos, seguro que os habéis preguntado quién inventó el cuchillo de mesa que forma parte de todas las cuberterías. Pues fue el cardenal Richelieu que, en 1637, vio cómo un invitado usaba un cuchillo de doble filo para mondarse los dientes, una visión que le horrorizó tanto ordenó que se quitase el filo a sus cuchillos. Treinta años después, Luis XIV siguió su ejemplo y prohibió a los cuchilleros de Francia que forjaran cuchillos de mesa con punta.
El plato en llamas
Entre los datos más sorprendentes que recoge Wilson en su libro se encuentra el peligro que entrañan las patatas fritas en Reino Unido. Al parecer, los británicos acostumbran a tomarse este delicioso acompañamiento cuando regresan a casa después de haber pasado la noche en el pub, al igual que en España el plato estrella después de una noche de fiesta es la pasta.
Las patatas fritas además de un acompAñante delicioso son un peligro en Gran Bretaña. / Nathan Dumlao / UNSPLASH |
El problema es que para elaborar unas patatas fritas hay que poner una sartén con una gran cantidad de aceite sobre el fuego. Y muchos se olvidan de ella o no están en las mejores condiciones para cocinar, por lo que provocan doce mil incendios al año, con más de cuatro mil heridos y medio centenar de muertos. A pesar de que las autoridades crean campañas en las que ruegan a los ingleses que se compren freidoras o coman otra cosa cuando están borrachos.
Premio a la comida enlatada… O embotellada
En 1795 el gobierno francés, en plena guerra contra los británicos, buscaba mejores maneras de alimentar a su ejército y Napoleón ofreció doce mil francos a aquel que lograse innovar la técnica para conservar comida.
Por aquel entonces Nicolás Appert había dejado la profesión de cervecero para poner una confitería, donde aprendió a conservar e escarchar innumerables tipos de fruta en azúcar, «pero estaba seguro de que tenía que haber alguna forma más «natural» de lograr el mismo efecto».
Las latas de conserva fue uno de los grandes avances culinarios del siglo XIX. / ERIC PROUZET/UNSPLASH |
Tras hacer varios experimentos, Appert intentó conservar frutas, verduras y hasta carnes estofadas en botellas de champán, que acabó modificando para que tuviesen un cuello más ancho. Las envió a la Marina francesa y, satisfechos con su propuesta, le dieron el premio.
Sin embargo Appert no patentó su creación y, en 1813, el ingeniero británico Bryan Donkin, tras descartar las botellas por su fragilidad, introdujo los alimentos en cajitas de hierro revestidas de estaño, las latas. Para que se inventase el abrelatas hubo que esperar cincuenta años, tiempo en el que los usuarios, muchas veces soldados en plena guerra, tiraron de martillo y cincel, o de mucha imaginación. Una ingrediente esencial cuando se trata de comer.
ALOÑA FDEZ. LARRECHI
Fuente: Mujer Hoy
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