Como todo emprendimiento, La Bizcochería tiene su propia historia que comenzó cuando Ramiro Herou Cazard decidió instalarse en Paysandú, luego de haber hecho sus primeras armas en el rubro en Guichón, su tierra natal. “Empecé en el año ’97 en Guichón, donde era empleado en la panadería Echeveste, me gustó el oficio y decidí seguir”. Es así que el 8 de julio de 2008, el matrimonio decidió embarcarse en este negocio familiar, y ambos coinciden que fueron tiempos desafiantes, de mucho trabajo y esfuerzo, en ese proceso de hacerse conocer y marcar presencia.
“Lo que más nos dio a conocer fue el boca a boca, que nos ayudó bastante, y la galleta hojaldrada que todo el día salía caliente y también los bizcochos. Ese fue un llamador muy importante”, aseguró Ramiro.
Como desde el primer día, “yo sigo haciendo todo artesanal, aunque hoy hay muchas máquinas, acá se sigue haciendo todo de la misma manera y eso la gente lo valora”, subrayó.
“Se hacen minifacturas y bizcochos, después galleta, rosca, marina, glicines. También hacemos masas finas, masas secas, postres y durante todo el año pan dulce y budines”, detalló.
“Se hacen minifacturas y bizcochos, después galleta, rosca, marina, glicines. También hacemos masas finas, masas secas, postres y durante todo el año pan dulce y budines”, detalló.
La rutina comienza “amasando a la hora cero para tener temprano la mayoría de las cosas prontas. Hoy en día se usa mucho la cámara para guardar las masas de bizcochos, para en el correr del día ir sacando y horneando, para poder ir vendiendo todo caliente”, describió. “Trabajamos con horno combinado, eléctrico y a leña. Comenzamos con galleta, rosca, tortuga, todo lo que es la parte integral, marina, glicines y luego los bizcochos. Todos los productos de panadería se van haciendo y se van cocinando”, en tanto que “la masa de bizcochos puede estar en la cámara uno o dos días”, explicó.
Ramiro comentó que “en pandemia acá se trabajó bien”, pero el fenómeno que sí afectó las ventas fue el peregrinaje continuo de sanduceros a la vecina orilla frente a la gran diferencia cambiaria que se observó hasta hace casi un año atrás. “Ciertamente afectó, porque es plata que se pierde, que no vuelve. Todos entendemos que estaba muy barato en la vecina orilla, pero se van perdiendo ventas indirectamente, porque la gente no sale y ya no compra. Ahora el movimiento se normalizó, pero durante dos años se sintió muchísimo esa falta de movimiento de plata”, observó.
Para este experimentado panadero, para prosperar en este oficio es fundamental “el aspecto de la higiene y tener constancia, además de muy buena atención al público, por eso para mí es muy importante que el patrón esté en el despacho, en contacto directo con el cliente”. Además, es primordial “la responsabilidad”, agregó de su lado María Morales, quien se dedica a la repostería. Recordó que “durante el primer año empezamos los dos solos, y yo también trabajaba en el área de la salud, pero si tenés esa actitud, lo lográs”.
“Cuando uno se pone la meta de llegar, lo vas a lograr, y eso se lo inculcamos a nuestros propios hijos también, porque son esos mismos valores que te van a servir en la vida. Hay que rescatar el hábito de trabajo, porque a veces no se requiere mucho estudio sino que con la actitud es suficiente, con las ganas. También implica sacrificio, porque no hay sábado, ni domingo, ni feriados libres, y en ese sentido nos complementamos muy bien y entiendo que ha sido la base para salir adelante”, consideró.
Ese trabajo también es reconocido por los propios clientes, refirió Ramiro, asegurando que “tenemos clientes que vienen a la panadería desde que empezamos”. A propósito de ello, María contó una anécdota: “antiguamente en este local mi abuelo, Adolfo Bell, tenía un almacén y panadería. Hasta hace poco venía en bicicleta un cliente de 90 años que un día nos contó que el ya venía acá desde chiquito a comprar el pan integral que le vendía mi abuelo, y eso para mí fue una alegría muy grande porque eso yo no lo viví”.
Cada día el horno se enciende a las 5 y permanece encendido hasta las 18 o 19, comentó Ramiro quien junto a María, Kevin y Rafael, que los acompañan desde casi el inicio, junto a una nueva colaboradora, se aseguran que los fieles clientes reciban sus productos recién horneados.
En el cierre de la charla, les enviaron “un gran saludo a todos los colegas en su día”, destacando que “ser panadero es una profesión y un arte, que muchas veces no es valorada como tal”.
Fuente: El Telégrafo
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