Del Empordà a Valencia, pasando por Navarra y la Cataluña Norte, los vinos dulces combinan historia, cultura y una experiencia sensorial única
Los vinos dulces son a la enología lo que la poesía es a la literatura. Cuando la mayoría de las personas piensa en vino, suele evocar los blancos, los tintos o incluso los espumosos. Sin embargo, el vino dulce, a menudo queda relegado a los postres. Pero, para aquellos que se atreven a descubrirlo más allá de acompañar a un músico, se convierte en un verso de aromas, destacando con una singularidad capaz de atraer todos los sentidos.
Los vinos dulces son una categoría vinícola que encapsula historia, tradición y legado cultural en nuestro territorio. Un ejemplo destacado es la variedad Moscatel de Grano Menudo, presente en las tierras catalanas desde la época de los griegos. Esta variedad, catalogada por la ampelografía —la disciplina botánica que estudia las variedades de vid—, corresponde al Anathelicon moscathon de los griegos o a las cepas Apiane de los romanos. A pesar de su relevancia histórica y cultural, esta variedad a menudo queda en segundo plano.
Una categoría con historia y tradición
“Tenemos variedades como la garnacha, la mistela o la malvasía, que son ideales para hacer estos tipos de vinos”, asegura el secretario de la patronal Asociación Vinícola Catalana (AVC), Toni Cruces, a Vadevi. Según relata, Cataluña cuenta con las condiciones excelentes para la elaboración de vinos dulces gracias al clima mediterráneo, es decir, a “la incidencia del viento marino y el calor del sol”.
Según Cruces, aunque el territorio catalán dispone de factores idóneos para la producción de vinos dulces, este tipo de vino continúa infrautilizado en las bodegas y es menos valorado por el gran público en comparación con los “vinos comunes”. De hecho, el experto del sector señala que los vinos dulces aún tienen mucho camino por recorrer y confirma que “el desconocimiento del consumidor es probablemente por la escasa apuesta comercial que se ha hecho por esta categoría”.
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Las mistelas son vinos dulces que acompañan postres y otros dulces | Foto: tubodegaweb |
Valencia: la cuna del moscatel
Cataluña, así como los territorios vecinos como Valencia, son reconocidos internacionalmente por su producción de vinos dulces. Alicante o municipios cerca de la ciudad de Valencia, como Chiva, Cheste, Godelleta y Turís, se convierten en la cuna del Moscatel de Grano Menudo, este vino dulce elaborado a partir de la maduración natural de la uva. El moscatel es una de las variedades de uva blanca más antiguas del Mediterráneo. Son vinos muy aromáticos, con un buen grado alcohólico y de un color amarillo-ámbar. La variedad Moscatel de Alejandría, conocida también como romano, es predominante en la parte norte de Alicante y en la Marina Alta, con una presencia significativa en el interior, donde se encuentra la cooperativa de Bodegas Xaló y la Cooperativa Valenciana Virgen Pobre de Xaló, formada por unos 400 socios. “Históricamente, el moscatel se cultivaba para la producción de pasas y las mujeres que trabajaban el campo y separaban las pasas que no eran aptas para vender empezaron a hacer el moscatel, de las mermas”, explica el presidente de las Bodegas Xaló y de la DOP Vinos Alicante, José Juan Reus, a este diario.
En este sentido, Reus puntualiza que el Moscatel cultivado en las zonas más interiores adquiere más dulzura, lo que lo convierte en una opción ideal para elaborar moscateles secos y mistelas. “La uva desarrolla una intensidad aromática superior, gracias al clima y a la influencia del aire mediterráneo”, describe Juan, aclarando por qué el territorio valenciano se ha convertido en el corazón de la producción de moscatel.
Empordà: la tierra de las garnachas dulces
Por otro lado, en el Empordà los vinos dulces se hacen con garnacha y el moscatel no tiene el protagonismo que sí tiene en otras regiones. La responsable del Celler la Vinyeta (Alt Empordà), Marta Pedra, comenta, a Vadevi, que en el Empordà se apuesta sobre todo por la garnacha dulce: “Al norte de Cataluña y especialmente en el Empordà, la garnacha está muy arraigada al territorio. Aquí arriba, cuando alguien habla de garnacha, se refiere directamente al vino dulce y no a la variedad de uva, cosa que no sucede en el resto de Cataluña”.
Por su parte, la Cataluña Norte también se ha hecho famosa por su tradición de trabajar con la DOP moscatel de Frontinhan, que produce el vino dulce de postre que muchos conocemos. Aromático, ácido, de color dorado, con un grado alcohólico alto y un aroma floral. En este sentido, el técnico del Celler cooperatiu d’Espolla, Pau Albó, diferencia que en el Empordà “los moscateles se comercializan sin envejecer, mientras que las garnachas dulces a menudo son envejecidas, adquiriendo notas oxidativas y tonos marrones característicos”.
Tanto en Navarra como en Francia, el moscatel de grano menudo es una variedad con una larga tradición. Tal como explica la propietaria de Bodegas Ochoa, Anna Ochoa, la variedad llegó a la región durante el siglo XII, con el rey francés Teobaldo I, quien trajo cepas durante las cruzadas. A pesar de esta herencia histórica, el moscatel de Navarra ha quedado relegada a un segundo plano en el mercado, en parte por las dificultades que conlleva su cultivo y su bajo rendimiento en kilos. “Es la variedad más aromática que existe, pero a menudo se asocia únicamente a vinos dulces”, explica Ochoa. A pesar de ello, su bodega apuesta por innovar: “Este año hemos elaborado un vino blanco seco fermentado en barrica y un espumoso de baja graduación, con solo 5,5 grados, que tiene mucho éxito”.
Sea como sea, los vinos dulces, a menudo relegados a un segundo plano, son una joya enológica que merece más atención y reconocimiento. Su riqueza aromática, vinculación al territorio y versatilidad los convierten en un producto excepcional que puede ir más allá de los postres.
Júlia Gamissans
Fuente: vadevi
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