Fue la primera mujer de nuestro país en recibirse de licenciada en Enología. Comenzó su carrera trabajando en Salta y en la actualidad preside su propia bodega.
Susana Balbo nos recibe en su bodega Dominio del Plata, la cual se encuentra ubicada en la zona de Agrelo, en Luján. Mientras atiende algunos llamados telefónicos disfrutamos de la excelente vista a los viñedos de su oficina. A los pocos minutos comenzamos con nuestra entrevista.
En su bodega. Dominio del Plata comenzó exportando 2000 cajas al exterior y en la actualidad exporta 220.000. (José Gutiérrez / Los Andes) |
-¿Cómo te vinculaste a la industria vitivinícola?
-La verdad es que mi vinculación a la industria del vino fue por casualidad. Yo me recibí en el Colegio Sagrado Corazón y quería estudiar Física Nuclear, pero esa carrera estaba en el Instituto Balseiro en Bariloche y mis padres no me dejaron irme para allá. Después de eso elegí Ingeniería Química, pero todavía no se abría en Mendoza. Es ese momento me recomendaron que me fuera a estudiar la carrera a la Universidad San Juan y que cuando se abriera en nuestra provincia me sumara. Mi madre tampoco quiso que me fuera a San Juan.
-¿Y ahí llegaste a Enología?
-De casualidad me encontré con un compañero de colegio de mi hermano, que en ese momento estudiaba Enología. Él me incentivó para ir a conocer la facultad. Además en esa época Enología e Ingeniería tenían los tres primeros años en común. Entonces podía empezar ahí y luego ver si me cambiaba de carrera. Así fue como ingresé en la Facultad Don Bosco en Enología.
-¿Cómo fueron los comienzos?
-Tuve profesores excelentes como el Padre Oreglia y Ángel Mendoza y ellos hicieron que me enamorara de esta profesión y de la carrera.
-¿Pero en tu familia no había ninguna vinculación con el mundo del vino?
-No. Mi papá tenía solamente una finca donde producía uva, pero no había tenido experiencias muy buenas.
-¿Había muchas mujeres cursando Enología en la época que ingresaste a la facultad?
-Sí, éramos un montón. En mi curso había 33 alumnos y 17 de ellos éramos mujeres. Pero yo fui la única que se recibió; todas las demás abandonaron.
-¿Fuiste la primera mujer de Argentina en recibirse de Licenciada en Enología?
-La primera en realidad fue una chica de Brasil que cursaba en la facultad algunos años antes que yo. Pero sí, yo fui la primera mujer argentina en recibir el diploma de Licenciada en Enología.
-¿Conseguiste trabajo rápidamente?
-Cuando me recibí, un amigo de mi padre me quiso poner al frente de una bodega de Giol que quedaba en Tupungato y se llamaba Los Helechos. Pero el directorio me rechazó. Decían que nunca una mujer iba a estar a cargo de una bodega tan importante. A los pocos meses de eso me gané una beca para irme a Burdeos, Francia pero no pude concretarla. Después de eso me salió un trabajo en Cafayate, Salta.
-¿Para qué bodega era?
-Me eligieron para una de las bodegas de Michel Torino, que eran tres. Quedé seleccionada entre una buena cantidad de enólogos que se habían presentado para el trabajo. En la zona no había nada en esa época, era un pueblo de 5.000 habitantes. El teléfono era a manivela y la televisión era por aire y funcionaba a baterías. Cuando tomé el trabajo uno de los dueños de la bodega me dijo que él conocía dos tipos de mujeres: las buenas y las malas y que yo tenía que demostrarle de qué tipo era.
-¿Cuánto tiempo estuviste en Salta?
-Estuve nueve años y la experiencia fue muy buena. Estaba lejos de todo y con pocos recursos. Eso hizo que se incentivara mucho mi creatividad. La ciudad más cercana que teníamos era Salta y quedaba a 180 kilómetros. Pasaron muchas cosas complicadas que, sin dudas, me ayudaron a “curtirme”.
-¿Después de eso regresaste a Mendoza?
-Sí, después de eso me vine a Mendoza. Al principio trabajé un tiempo corto con mis padres y después empecé un proyecto con mi marido. Era una bodeguita que se llamaba Lovaglio & Balbo y quedaba en Coquimbito. Pero nos estafaron. Nos compraron 25.000 cajas de vino para una cadena de restaurantes en la costa y no nos pagaron nunca.
-¿Como siguió tu historia en el mundo del vino?
-Luego de eso estuve trabajando para Martin's y al tiempo me convocó Nicolás Catena (NDR: uno de los bodegueros más destacados de nuestro país) para que diseñara la bodega Catena Zapata. Esto fue en 1998. En ese mismo tiempo retomé la idea de hacer un vino propio. Pero al revés de la vez anterior. En lugar de comprar una bodega comenzamos a comprar uva. Después alquilamos la bodega Dolium y empezamos a hacer vino. Ahí nació la idea de hacer productos de alta calidad, pero en pequeñas producciones. En 1999, que fue el primer año, sólo exportamos 2.000 cajas. Al año siguiente fueron 4.000 y así fue creciendo todo con el pasar de los años. A todo esto seguía trabajando en Catena Zapata, en donde estuve hasta 2002.
-¿Ahí comenzó tu camino propio?
-Yo en 2001 vi la necesidad de tener una bodega propia, porque nos estábamos expandiendo mucho. Compramos la finca donde funciona hoy la bodega Dominio del Plata. En 2002 terminamos la construcción de la bodega. En la actualidad exportamos alrededor de 220.000 cajas de vino a treinta países. Ha sido un crecimiento muy grande. De hecho ya la hemos ampliado en tres oportunidades.
-¿En qué momento crees que te enamoraste del vino?
-Yo bebía vino desde los tres años (risas). Creo que siempre estuve enamorada del vino. La bebida en mi casa era vino con soda. Mi madre cuenta que cuando era chiquita ellos tomaban champán demi sec y que cuando se daban vuelta yo tomaba de sus copas.
-¿Cómo ves al vino argentino hoy en el mercado mundial?
-Yo creo que la industria vitivinícola tuvo un período muy bueno durante la década del 90' en función de la incorporación de tecnología, adaptación de viñedos y plantación de nuevas variedades. Creo que eso sumado a que los enólogos comenzamos a viajar mucho más por el mundo, contribuyó a que hubiera grandes avances. Todo eso preparó a la industria para todo lo que sucedió desde 2000 en adelante, lo cual permitió que comenzáramos a tener buenos productos y que nuestro país tuviera un gran crecimiento en el mercado externo.
-¿Cómo se logra que los argentinos tomen más vino?
-El estilo de vida ha cambiado mucho. Cuando yo era chica la gente dormía siesta todos los días. Entonces el vino al mediodía no era un problema, porque todos se acostaban a dormir. No manejaban una máquina, ni un auto y menos tenían que volver a una oficina o una reunión. Creo que el proceso de lograr que la gente se acerque al vino va a ser lento. Sobre todo porque hoy el estilo de vida no lo permite.
-¿Y que opinión tenés de la gran cantidad de gente que hoy por hoy opina sobre vinos?
-Creo que contribuye porque genera curiosidad. Todo suma en la medida en que sea hecho de forma seria. A mí muchas veces lo que me preocupa es que gente con un entrenamiento mediano sale a hablar de vinos como si fuera experta. Muchas veces eso es injusto, porque detrás de una botella de vino hay mucho trabajo. Yo no me canso de llamar a reflexión a esta gente que se forma como someliers o periodistas para que siempre que vayan e emitir una opinión sobre un vino tengan en cuenta todo lo que hay detrás.
-¿Alguna vez soñaste que ibas a lograr todo lo que lograste?
-Nunca. Una cuando es joven tiene sueños, pero son otro tipo de sueños. Generalmente uno idealiza sobre el mundo en el que nace o conoce. Pero yo no había nacido en un ambiente vitivinícola como para pensar dónde proyectarme. La verdad es que cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que todo esto es increíble. Pero yo siempre digo que hay que tener cuidado con lo que uno sueña, porque se puede convertir en realidad.
-¿Qué es lo que más disfrutás de tu día a día?
-Hoy lo que más disfruto, fundamentalmente, es tener a mis hijos trabajando conmigo. Además tengo dos muy buenos amigos como socios y eso es fantástico. Acá ningún proyecto es loco u osado; acá todo es posible. También disfruto mucho juntarme con gente que disfruta del vino y de sentirme ciudadana del mundo del vino.
Fuente: losandes.com.ar
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