Si quieres probar el verdadero sabor del encuentro, toma nota de esta receta y llena tu heladera de birra casera. ¿Probaste hacerla alguna vez? Cuéntanos tu experiencia
Agua, cebada, lúpulo, levadura. Muchas ganas y paciencia. Bueno, también una olla grande, una heladera de camping, una licuadora, un termómetro, un densímetro, un recipiente con tapa, un globo de cumpleaños, un largo caño de cobre y dos metros de manguera. La elaboración de cerveza casera no necesita más que esos ingredientes y utensilios. Nada de kits facilitadores ni de atajos: si quieres hacer cerveza bien artesanal, tienes que arrancar desde el grano.
"Hice fuego", decía el personaje de Tom Hanks en Náufrago, exaltado como un dios doméstico ante la alta fogata que se había mandado frotando dos palitos. ¿Estará muy lejos tal excitación creadora de un hipotético "hice birra", gritado a voz en cuello por un muchacho harto de que le prefabriquen el gusto y que se anime a hacer su propio elixir? No, decimos desde acá, y a continuación te mostramos de forma muy resumida, y sin complicarte demasiado (puedes /debes completar tu educación con las decenas de sitios web que explican todo en detalle), los pasos necesarios para arrancar tu carrera como modesto barón de la cerveza.
Paso 1
Maltear la cebada en una olla grande, germinando mínimamente los granos en agua después de molerlos. Logrado eso, se mezcla la cebada (ahora sí, malteada) con agua caliente, formando una papilla que debe mantenerse en el fuego por dos horas, a 65°C. Una vez retirada el agua, queda el mosto, un líquido denso y dulce.
Paso 2
El mosto debe hervirse a borbotones durante una hora y media. Mientras tanto, se le va agregando, por partes, el lúpulo, ingrediente que aromatiza y da el amargor deseado a la cerveza. De este proceso también resulta la esterilización del producto, que evita que el líquido se llene de bacterias e indeseables, pero no de residuos. Por eso, finalizado el hervor, debe revolverse con fuerza para facilitar que esos residuos vayan a parar al fondo de la olla. Y allí se quedarán: nuestra cerveza será transparente o no será nada.
Paso 3
De aquí en adelante, no hay que olvidar algo primordial: el líquido debe ser tratado sólo con elementos y recipientes desinfectados: no dejará buen sabor el encuentro con bacterias non gratas. Por eso, y como hay que enfriarlo sí o sí (rápido, además, que el producto debe ir de los 100 a los 20°C en el menor tiempo posible), usaremos el método de serpentina, que consiste en pasar la cerveza por el interior de un caño de cobre enrollado, enfriado con hielo. Luego se incorpora la levadura, que debe estar hidratada desde el día anterior.
Paso 4
La mezcla de mosto, lúpulo y levadura va a un recipiente para la fermentación. Esta última convierte los azúcares del mosto en alcohol y gas. Como no querríamos llamar la atención del vecino (que es lo que normalmente logran las explosiones), el recipiente se tapa con un globo pinchado. Así sale aire, pero no entra.
Al líquido le bastará una semana en un lugar fresco y oscuro para bajar su densidad y, una vez destapado, alumbrar la vista con su color verde y espumoso. Luego será pasado a otro fermentador (o al mismo, lavado y desinfectado como corresponde), que deberá ir al frío por otra semana.
Paso 5
Al cabo de esos siete días, nuestra cerveza estará lista para su embotellado. Completará su maduración una vez encerrada en los queridos recipientes color ámbar. Le alcanza con 15 días de reposo en la heladera para lograrlo. Pero ya que esperaste tanto, bancala 30 días más: nos lo vas a agradecer. ¡Salud!
Por Marcelo Pavazza
Fuente: conexionbrando.com
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