En tres artículos anteriores hemos comentado la visión de la antigua China con respecto a la alimentación, la cual tiene tres niveles uno celeste (espiritual) uno humano (artes del soplo y relaciones humanas) y uno terrestre (las artes culinarias). También hemos explicado que en su visión del planeta existe la expresión de los cinco elementos o los cinco reinos mutantes. Les sugerimos para leer este artículo como una continuidad de los anteriores revisar los enlaces propuestos al final del texto.
El elemento o reino mutante del fuego, es la manifestación máxima de la vida, es la culminación del yang. Esta actividad se manifiesta a través de 4 vectores: el corazón, el intestino delgado y dos vectores que se denomina el fuego imperial: Xin Bao (maestro de corazón) y San Jiao (triple recalentador). El corazón y el intestino delgado constituyen el soporte material y estructurado, los otros dos un soporte inmaterial, que no tienen representación física en el cuerpo humano.
El fuego, está relacionado con el sur, el verano, el calor, los vasos sanguíneos, el corazón, la sonrisa, la lengua, la palabra y la estación del año del verano, los sentimientos de alegría y regocijo.
Los meses de verano se relacionan con la expansión, la proliferación, la floración, la naturaleza se muestra en plena elegancia y belleza. Las plantas se abren en flor y producen frutos, es una época próspera y floreciente. Los hombres buscan el sueño ya entrada la noche y se levantan al alba, disfrutando del sol de los días largos de verano. Viviendo nuestros ideales y conservando los sentimientos alegres, expandiendo la belleza y la recreación estética entramos en sintonía con esa estación y alimentamos nuestro fuego interno.
El corazón es el órgano del fuego y representa en la tradición al Emperador, el cual para ellos era un ser excepcional iluminado por el cielo cuyo objetivo principal como intermediario entre los dioses y los hombres, era conseguir la felicidad del pueblo y representaba además el espíritu del conocimiento. El corazón se nutre además de la palabra, de la palabra sincera. Las mentiras son como un mal alimento que indigestan al emperador.
Entonces, viviendo en regocijo y placer antes los asuntos del mundo y del exterior, contemplando la hermosura y la elegancia, compartiendo hacia fuera libremente nutrimos la parte espiritual del elemento fuego.
La nutrición terrestre del elemento fuego se lleva a cabo con los sabores, colores y olores: el sabor amargo, el color rojo y el olor “quemado “. Las frutas ideales a comer por su sabor: aceitunas, coco y lima. Por el color, caquis, fresas, ciruelas rojas, frambuesas, cerezas, patilla. Frutos secos: almendras, avellanas, bellotas, cacahuetes, castañas, nueces. Verduras amargas: alcachofas, endivias, radicchios, escarolas. Pimientos rojos, rábanos, remolachas y tomate por el color. Cereales: mijo rojo. Carnes: corderos, cabras, cabritos. Pescados: por sabor ninguno, por color: atún rojo, camarones, langostas, cangrejos, pargos, catalanas. Quesos: no son recomendables y dulces en muy pocas cantidades. Bebidas: café cerveza, manzanillas, té, tilo, y pocos vinos a menos que sean muy frescos.
Así pues cuando quieras alimentar tu corazón y si tienes la suerte de un día soleado, monta una parrilla, la cual representará al elemento fuego, báñate de sol, expande tu espíritu vital. Mientras se enciende la leña o los carbones, sirve unos frutos secos, toma cerveza. Pon tu carne (si es cordero o cabrito, mucho mejor) al asador y nútrete de olor a quemado. Sirve con una rica ensalada de lechugas amargas, deja que la luz de invada, ríete mucho y finalmente…. bebe un buen café. Y no olvides que el mejor alimento para nuestro fuego: es la palabra sincera que sale del corazón.
Valentina Inglessis
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