Amenazados por antiguos prejuicios y modernas tendencias, los enlatados resisten. La industria alimenticia y la siderúrgica se unen para convencer a nutricionistas, consumidores y chefs de sus beneficios.
¿Qué tienen en común Arcor y Techint? Además de ser dos de las principales compañías industriales argentinas –y, por lejos, las de mayor presencia internacional–, estos gigantes de la alimentación y del acero, respectivamente, comparten cartel en una flamante campaña masiva de publicidad en defensa de uno de los rubros más cuestionados y controvertidos de la góndola: los enlatados.
Como integrantes de Cafemya, la Cámara de Fabricantes de Envases Metálicos (en el caso de Techint a través de su división de aceros planos, Ternium Siderar), ambas empresas se aliaron para reivindicar las bondades de un material que, pese a su popularidad –el 95% de las personas admite consumir comida en lata, según un estudio difundido por la propia entidad–, todavía carga con el peso de viejos prejuicios y temores en torno a su seguridad y sus potenciales riesgos para la salud. Creencias en su mayoría infundadas o basadas en antiguas falencias que, juran sus defensores, las modernas técnicas del packaging han ido subsanando.
A la amenaza a su reputación que de por sí representarían aquellos mitos, en los últimos tiempos se ha sumado otra embestida, esta vez desde las trincheras de la alimentación natural. La prédica eco-foodie, que hace un culto de los productos frescos, locales y de estación, insta a desterrar a las latas de nuestra alacena. Si a esto le sumamos la propia competencia con otros métodos de conservación y envasado –el crecimiento de los congelados; la sustitución del acero por tetrabrik que vienen encarando marcas locales como Molto; o la aparición de innovaciones en packaging como el pouch flexible de polietileno, que ya se usa hasta para envasar atún–, queda claro por qué los diferentes eslabones de la cadena de valor han decidido unir fuerzas para salir a lavar la imagen de la comida en lata.
LOBBY METÁLICO
La campaña “En lata es bueno” incluye avisos en radio y medios gráficos, acciones en redes sociales, una web oficial (www.enlataesbueno.com) con recetas, consejos, tips e información sobre la temática, y eventos de prensa con la presencia de mediáticos chefs y nutricionistas que contribuyen a amplificar el mensaje. Básicamente, se apunta a posicionar estos envases como una opción práctica, segura, conveniente y aliada de una alimentación equilibrada y saludable.
El discurso pro-metálico postula que los enlatados no contienen conservantes, son resistentes y durables, mantienen intactas las propiedades nutricionales. Además, se afirma que resultan inviolables y herméticos, impidiendo el paso de luz, agua y oxígeno; y se hace hincapié en la sustentabilidad del material: su capacidad de descomponerse en menos de una década bajo procesos naturales sin contaminar suelos o efluentes; y el carácter infinitamente y cien por ciento reciclable del acero.
“El principal secreto de los alimentos en lata es la esterilización a altas temperaturas que nos asegura la eliminación de posibles agentes patógenos y la ausencia de conservantes”, pregona Paola Harwicz, cardióloga y nutricionista contratada por Cafemya para la campaña. “Los enlatados son una excelente alternativa a los productos frescos o congelados, ya que poseen similares valores nutricionales. Una de las principales ventajas es el escaso tiempo que transcurre entre la cosecha y el envasado”, agrega la experta.
En el marco de esta misma movida, se encargó a la consultora Trendsity una investigación que reveló la vigencia de preconceptos negativos arraigados en el imaginario popular en torno a los enlatados. Las conclusiones del informe hacen hincapié en la oportunidad de “derribar mitos alrededor de las latas y resaltar las bondades de este tipo de alimentos”, explica Mariela Mociulsky, directora de Trendsity. Mientras que el chef Santiago Giorgini –otro de los “embajadores” de la campaña, también conocido por ser la cara de Casancrem– los considera un “socio perfecto” para platos fáciles y sabrosos: “Presentan un gran abanico de posibilidades para lucirnos en nuestras comidas con los más variados productos”.
“EL ENVASE MÁS ESTUDIADO Y REGLAMENTADO”
Para Mónica Katz, médica especialista en nutrición, este es “el método de envase de alimentos más estudiado y reglamentado”, ha experimentado significativos avances tecnológicos en las últimas décadas y, efectivamente, “conserva mejor los nutrientes” que otras alternativas industriales. Katz ratifica que, en condiciones normales, no hay riesgo de contaminación y que no existen evidencias de que resulten cancerígenos o contengan plomo, como muchos piensan. Su principal contra, sostiene, suele ser el alto contenido de sodio, aunque es posible reducirlo en parte al enjuagar con agua el producto antes de su ingesta.
Eso sí: las latas no están exentas de ciertos recaudos a la hora de ser elegidas y manipuladas. Según Katz, debe observarse que estén enteras, sin fisuras ni abolladuras visibles. Además, una vez abierta la lata, en caso de no consumirla en su totalidad, hay que trasladar su contenido a otro recipiente para conservarlo en heladera. “Los envases metálicos abiertos, al reaccionar con el oxígeno del aire, se oxidan y dan lugar a la formación de restos de óxidos potencialmente tóxicos”, detalla.
Claro que formatos y materiales que –para ciertos productos– podrían sustituir a las latas, como el mencionado y ascendente pouch, tienen también sus ventajas. En este caso, apunta Katz: la flexibilidad, inocuidad, una manipulación más simple y menor peso, lo que reduce costos de transporte y achica volúmenes de residuos.
“GANAN CON LOS FRESCOS”
Soledad Barruti, autora del bestseller Malcomidos, es una férrea promotora de los alimentos frescos y, como tal, no simpatiza con ninguno de los artilugios a los que recurren las corporaciones para vender comida ya procesada y envasada. Pero los enlatados le despiertan un particular rechazo. Para empezar, por lo que considera una comunicación engañosa por parte de sus fabricantes. “Ellos dicen que no tienen conservantes, pero la sal y el azúcar, presentes en la mayoría de estos productos, sí lo son”, advierte. Si bien reconoce la practicidad de este formato, sugiere recurrir a él solo en casos de necesidad y urgencia: “Es buena comida para llevar de campamento o para ir la guerra”, dice.
Si no, puesta a elegir en la góndola del súper, opta (como una suerte de “mal menor”, si el alimento en cuestión no estuviera disponible fresco por motivos, por ejemplo, estacionales) por los congelados, que, a su criterio, mantienen mejor los nutrientes. “Frente a un claro movimiento de los consumidores hacia los alimentos naturales, la industria contraataca para imponer sus productos a través de la publicidad. En este caso, buscaron a un cocinero simpático, que se pareciera a Martiniano Molina –de hecho, es quien lo reemplazó en otra campaña–, y pretenden asemejar los enlatados a lo fresco cuando no existe punto de comparación entre unos y otros”.
Por otra parte, respecto de la reciclabilidad del acero, comenta: “Una cosa es que sea reciclable y otra es que efectivamente la mayor parte de las latas desechadas se recicle. Así enunciado, no deja de ser un atributo abstracto”. Y concluye: “La industria siempre trata de ir adecuándose a los requerimientos del consumidor. Es cierto que antes las latas venían con un montón de problemas y han ido revirtiendo algunos. Pero también es cierto que ni los supermercados ni las empresas ganan vendiendo alimentos frescos”. Y que estos últimos, agrega, no solamente son mejores para la salud sino también para el ambiente… y el bolsillo.
BPA: LAS DOS CAMPANAS
El bisfenol A (conocido por su sigla BPA) es uno de los compuestos más controvertidos que suelen estar presentes en las latas utilizadas como envases de alimentos. Aprobado por la FDA estadounidense en los años 60, se utiliza como parte de un revestimiento de estaño que contribuye a prevenir la corrosión del acero. Si bien se le atribuyen efectos tóxicos y regularmente aparecen estudios médicos que parecen confirmar estos riesgos, lo cierto es que la mayoría de los países lo prohíbe en artículos plásticos para bebés pero no en comida enlatada. De todos modos, ante la presión de los consumidores, los fabricantes han ido optando por retirarlo y en Europa y EE.UU. es frecuente encontrar la leyenda “BPA-free” en el rotulado de este tipo de productos. Un reciente artículo de la revista Forbes sostiene que las advertencias sobre los peligros del BPA “han sido exageradas” y que en las últimas décadas no hay evidencia de enfermedades atribuibles a este elemento. “Los activistas ambientales han instalado la demanda de envases libres de BPA sin basarse en evidencias científicas”, sentencia la nota.
Fuenbte: Planeta Joy
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