Con el tiempo uno aprende a ser tolerante. Aprende a entender que cada cosa tiene su tiempo, y que hay un tiempo para todo.
Cada vez que regreso de Italia -mi trabajo implica viajar mucho a comprar colecciones de ropa y asistir a ferias de moda- vengo con un aire italiano total. Todo me sabe a Italia y no quiero otra cosa que no sea tomar café espresso: la mejor y única manera de tomar café. Gracias a Dios ya no pienso así.
Resulta que uno no está solo en esta vida. Hay gente, amigos, conocidos y clientes que tienen gustos diferentes, especialmente en el café. ¿Y saben qué? Uno tiene que oír consejos. Gracias a eso he aprendido a amar plenamente el café. A entenderlo al 100%
He aprendido que los verdaderos catadores de café prueban el café servido y preparado, básicamente, en prensas francesas. Es la manera clásica en que la Europa Occidental preparaba café. Este método consiste en colocar café gruesamente molido en el fondo de un recipiente de vidrio, verter agua caliente de manera proporcional, esperar 4 minutos (ni más ni menos) y, luego de ese tiempo bajar la prensa -que es una especie de filtro- el cual “cuela” el café. De esta manera queda la borra en la parte inferior y arriba el café negro. Resulta que con este método se extrae más sabor y aroma a un café. Yo no sabía eso. Por eso aprendí a respetar cada procedimiento y a entender que cada café tiene su secreto y su momento.
Como barista italiano, detesto que me pidan un guayoyo, ya que en una máquina espresso es IMPOSIBLE prepararlo. Pero ¿saben qué? Nada más divino que un guayoyo cuando llegas de una fiesta, tarde en la madrugada, y la casa huele a ese café recién hecho.
El guayoyo es parte de la tradición venezolana, es parte de la cultura. Recuerdo una familia andina que me preparó un café “colao” con media. ¡Dios! Sí, produce un poco de horror; pero no era el hecho del sabor, ni de la calidad, ni del aroma, no; era el hecho de que ese café lo hicieron con cariño, especialmente para mí, que estaba de visita en esa casa. Aprendí a apreciarlo y a olvidarme de las normas de un café perfecto.
Los domingos en la tarde, en casa de mi nonna, montaban una greca enorme, para que el café alcanzara para todos. Servían más de 8. Mis tías, que les gustaba más aguado, lo rendían con más agua caliente. Recuerdo los pocillos con la borra que se colaba en el fondo, pero sobretodo, recuerdo las galletas de plantilla que nos daban a los pequeños para mojarlas en el café para la merienda. Aprendí a apreciar ese guayoyo de greca y a recordar con afecto esos encuentros familiares, ya casi extintos para muchos por la ausencia de los nonnos.
¿Quién no ha madrugado a las 4 de la mañana para sacarse la cédula, pasaporte, o cualquier trámite? Todos lo hemos hecho, y a todos, absolutamente a todos, nos ha pasado al lado un señor con una carretica y 4 termos de café guayoyo, diciendo “ er café café; er café café” . Te lo sirven en un vasito de plástico; el termo ya está en las últimas instancias de vida útil y más sucio imposible. Pues resulta que ese café -de dudosa procedencia y de cuestionable higiene- tiene un significado para nuestra cultura: significa progreso, significa las oportunidades que los venezolanos vemos de sacarle la punta a las situaciones. Ese café, implica el esfuerzo de madrugar mucho más temprano que otros -incluso antes de los que estamos en la cola- para poder vender una bebida que, por excelencia, acompaña los sueños y las esperanzas de los venezolanos cada día en cada amanecer.
El guayoyo, es un ícono de la cultura venezolana, así que debemos abogar por mantenerlo vivo.
Hasta la próxima.
Café y Vida!
2 comentarios :
Excelente redación, hasta me emocionó los comentarios. Esta es la lectura que necesito en estos momentos, te extrae de lo cotidiano. Gracias
Excelente redacción, hasta me emocionó los comentarios. Esta es la lectura que necesito en estos momentos, te extrae de lo cotidiano. Gracias
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