El domingo pasado, mi esposa y yo invitamos a una pareja amiga a almorzar en casa con la idea expresa de probar un par de vinos italianos interesantes que teníamos en reserva desde hacía varios meses. José Sidonio (@jsidonior), gran entusiasta y conocedor del vino y sus placeres, llegó a la hora acordada con su esposa, amante confesa del champagne y los buenos espumantes, y de inmediato iniciamos la degustación informal dominguera. A continuación un resumen de lo que probamos:
Comenzamos con una botella de prosecco "Blu" Millesimato Extra Dry de Val D’Oca, cosecha 2011, que impresionó gratamente. De color amarillo muy pálido en copa, buenas burbujas de diámetro medio a fino, muy al estilo italiano, aromas a frutas cítricas maduras, notas florales y algo de mantequilla. En boca cumple plenamente: ataque suave con buena presencia de burbujas en el paladar, buena acidez muy bien equilibrada con las notas dulces de este tipo de espumante, retrogusto frutal y floral muy fresco y delicado, cierta untuosidad bastante agradable y un final persistente con buenas notas ácidas. Un excelente ejemplar de la D.O.C. Prosecco, que tan bien caracteriza al Veneto italiano y que funcionó como un gran abreboca para el almuerzo.
El plato de punta trasera de res a la parrilla, chorizos de pollo, chistorras y papas cocidas en su concha lo servimos con un vino tinto de la Toscana: Le Volte dell’Ornellaia, cosecha 2008, un blend de cepas Sangiovese (50%), Merlot (40%) y Cabernet Sauvignon (10%) con una crianza en roble de tercer uso de al menos diez meses, más otro año de maduración en botella que no solamente armonizó a la perfección con la carne, sino que impresionó por su bien logrado equilibrio entre fruta y barrica. En copa es de color rojo rubí con tonos violeta, limpio y brillante; en nariz suelta aromas a frutas rojas maduras y algo de especias como pimienta blanca; en boca inicia suave, con acidez media y taninos redondos, muy bien equilibrado y con tremenda estructura. Los aromas en boca se tornan más complejos pues se notan los terciarios de la barrica, pero muy sutiles, en especial algo de vainilla y tostado. El final es de persistencia larga con cierto toque amargo y dulzón que lo hace más interesante. En verdad un tinto que hace honor en su nivel a su hermano mayor, el famoso super-toscano Ornellaia, y que es capaz de acompañar desde un pasticho con buenas especias hasta este plato de carne con acompañantes grasos. Excelente.
Al terminarse la botella servimos otro tinto italiano poco común: CORBEC 2008. La familia Masi hace este vino en sus viñedos en Argentina, en la región de Tupungato, Valle de Uco, utilizando la antigua técnica "apassimento", pero esta vez sobre una mezcla de dos cepas que son iconos de ambos mundos: la italiana Corvina y la ya argentina Malbec. Luego de vinificar el caldo, es añejado por 18 meses en barricas y además se termina de pulir por un año en botellas. Ya en copa el color es rojo rubí oscuro, algo aclarado en los bordes, también limpio y brillante. En nariz se sienten de inmediato aromas ligeros de cacao y notas tostadas junto a frutas rojas muy maduras y otras notas como a violetas. En boca se siente potente, con buen cuerpo y estructura, acidez domada y taninos notorios pero para nada molestos; ciertas notas dulces y balsámicas en retrogusto hablan de una buena evolución, y el final tan largo promete un tinto que puede guardarse durante varios años más, en los que seguramente seguirá mejorando y ganando complejidad. Otro gran exponente del clasicismo europeo bien aplicado en el nuevo mundo. Altamente recomendable.
Para cerrar no tenía vino de postre italiano, pero logramos una excelente armonía entre un mousse de parchita perfecto, de la pastelería Danubio, y un La Joya Late Harvest de la cepa gewurztraminer, pero esta vez de Chile, del que desde ya me propongo tener siempre una o dos botellas en casa.
Buen match hicieron también una copa de Malamado, ese “malbec a la manera de oporto” de Familia Zuccardi y el cumplidor mousse de chocolate de la misma pastelería.
Al final todos coincidimos en la grata impresión que nos dejaron cada una de las botellas que probamos, y el deber casi obligatorio de seguir conociendo los grandes y nobles vinos italianos, de los que se pueden encontrar excelentes exponentes, tanto en Caracas como en las principales ciudades del país.
Alejandro Jiménez Castillo
Entusiasta del vino y sus placeres
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