Por décadas, la división política chilena —a partir de regiones paralelas definidas de norte a sur— fue la misma que se aplicó a las zonas productoras de vino. Y dentro de las mismas se configuraron distintos valles y distritos vitivinícolas como Aconcagua, Casablanca, Maipo, Colchagua, Curicó, Puente Alto o Santa Cruz. Pero eran nombres y nada más.
En cambio, el nuevo mapa establece franjas longitudinales de oeste a este, que, en vez de obedecer a realidades geopolíticas, se guían por las diferencias climáticas predominantes para definir el estilo final de un vino.
Las nuevas denominaciones de origen (o indicadores geográficos complementarios) se conocerán como Costa, Entre Cordilleras y Andes, y comenzarán a aparecer así en las etiquetas.
En su orden, estas nuevas áreas reflejarán la influencia climática tanto del océano Pacífico y de la llamada depresión intermedia, como de la mítica cordillera de los Andes.
Para llegar a este punto, el acuerdo entre entidades gubernamentales y empresarios del sector vitivinícola no fue fácil, en particular porque han existido zonas de gran renombre internacional como Casablanca, que no podrán reemplazarse por la nueva denominación de origen Costa. Fue preciso, entonces, estipular que los vinos producidos allí utilizarán una combinación del nombre ya establecido —Valle de Casablanca— con el indicador geográfico de Costa, a continuación (Valle de Casa Blanca Costa). De la misma manera, el consumidor encontrará tintos de Maipo Andes o blancos de Bio Bio Entre Cordilleras.
Los encargados de dibujar el mapa impusieron el inequívoco argumento de basarse en criterios objetivos, y para ello realizaron un análisis histórico de, entre otras cosas, las temperaturas, las precipitaciones y el tipo de suelo.
Así, el nuevo sistema le permitirá a Chile construir una imagen más sólida y real, basada en indicadores geográficos que especifiquen atributos particulares y permitan proyectar su rica diversidad.
Sin duda, se tratará de borrar la idea insertada en la mente de muchos consumidores internacionales, en el sentido de que todos los vinos chilenos son iguales. Y no es así. Un Syrah producido en algún distrito de Entre Cordilleras será potente y alcohólico, mientras que un vino elaborado con la misma variedad, pero en una zona costera vecina o en un viñedo de altura, será elegante, fresco y expresivo: tres mundos aparte en un mismo territorio.
Al puntualizar sobre el cambio, el empresario Mario Pablo Silva, líder empresarial del equipo encargado de establecer el nuevo sistema, dice que es necesario mostrar que Chile no es un país homogéneo, sino que posee zonas distintas entre sí, capaces, cada una, de arrojar vinos únicos. Una mirada transversal de mar a cordillera, agrega, “permitirá educar mejor sobre nuestra diversidad”.
Fuente: elespectador.com
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