“La verdadera decoración de un restaurante está en las mesas, con las personas conversando y disfrutando.” Fergus Henderson.
La carta del mundo, es la última de los arcanos mayores. Lleva el valor numérico más alto del Tarot. Representa la realización suprema. Siendo el último grado del camino de los arcanos mayores, El Mundo llama a reconocerse en su realidad profunda, a aceptar la plenitud de su realización.
En el tarot de Rider-Waite, se representa a una figura, aparentemente femenina, apenas cubierta por un velo violeta, que danza jubilosa por el cosmos, mientras sostiene en sus manos sendas varas mágicas de dos puntas. Su pierna izquierda queda cruzada por detrás de la derecha mientras levita o flota en el espacio azul. La rodea una corona de laureles en forma oval, asegurada por lazos rojos arriba y abajo. En las cuatro esquinas la representación de los 4 signos del zodíaco: Acuario, Escorpio, Leo y Tauro. Esta danzarina o danzarín cósmico, realiza su coreografía jubilosa en medio de una elipse formado por hojas de laurel antiguo, símbolo universal de los triunfadores. La carta del mundo indica una realización. Es un ser completo, no hay nada ni nadie que se le resista, todo en esa carta significa la unidad, cada cosa está en su sitio, en perpetua totalidad. Quien se vuelve completamente puro y cóncavo, dejando entrar al mundo en él, empezará a danzar, con él, a decir lo que éste dice, a conocer el amor Universal, el pensamiento total, el deseo cósmico, la fuerza de vida impensable.
Quien llega a la carta del mundo, es decir quien la desarrolla en sí mismo, saboreará la felicidad suprema, el placer de existir, la realización que es la felicidad de vivir. Quien llega a la carta del Mundo, se siente amo de su universo, pleno en el gozo de una fiesta inconmensurable. Quien llega a esta carta siente sus sueños materializados.
Y…. ¿qué tiene que ver esta carta del Mundo con la gastronomía?
Esta vez, con esta carta hay una relación personal. Siento como cocinera que me saco la carta del mundo todo los días. Todos los días viviendo ese gozo, esa plenitud que significa cocinar en un sitio pequeño donde preparo lo que me provoca, con lo que encuentro el mismo día o el día antes en los mercados, en una constante creatividad, muchas veces enloquecida, a veces….distraída por llamadas o visitas de amigos, familiares, vecinos, que interrumpen la labor, pero entendiendo que es parte de lo perfecto de esta dicha cotidiana. Animada permanentemente por la presencia de mis comensales y amigos, muchos conocidos de años atrás, ex compañeros de facultad, profesores de mis tiempos en la biología, antiguos compinches de primaria y bachillerato. Muchos que vienen por primera vez, otros que vienen y nunca más vuelven. No todos entienden la propuesta del menú diario, que siempre cambia, comida sana, sencilla casera, directa, sin ínfulas ni técnicas complicadas. Es parte del equilibrio, del balance entre los opuestos.
Muy sabroso es comenzar a cocinar todas la mañanas y recordar a las personas que siempre vienen: “tenemos que apartar uno poco de esta ensalada sin cebolla por si viene Vicente”… “preparemos un poco de esto sin zanahoria, por si viene Adel, quien no puede comer dulce”…” ahí están Pascual y Michel, la carne, ya sabes, que salga sangrante “….” Este estofado se lo dedico a Luis Daniel a quien le encantan este tipo de plato suculentos y de cocción lenta, y a mí, también, por cierto “… “ya llegó Héctor, ve montando un plato vegetariano, pues él no come pollo “. Qué divertido es hacer sopas personalizadas con los nombres de los visitantes. Cocinar en este lugar es como cocinar para una gran familia, donde se celebran cumpleaños, presentaciones de tesis, ascensos y hasta matrimonios. Cocinar en este lugar, es compartir conversaciones dentro de la misma cocina mientras algún cliente me mira servir una sopa y bañar una ensalada con su aderezo, cocinar en este lugar es escuchar desde afuera que me dicen” vente un rato y te sientas con nosotros, escucha este cuento”, servir en este lugar es participar de charlas tan variopintas que van desde la teoría de cuerdas en física, pasando por alimentos transgénicos o de lo mal que está saliendo algún muchacho en sus clases.
Qué plenitud se siente al diseñar y homenajear platos o menús dedicados para amigos queridos, o un día festejar a un comensal que me enseñó a preparar una receta o cocinar intencionalmente la comida favorita de la infancia del profe que viene casi todos los días al almuerzo. Qué gratitud se siente cuando mis propios clientes me traen ingredientes cuando regresan de algún viaje o cuando saben que determinado producto está escaso. Que emoción recibir de manos de mis amigos comensales regalos como libros, recetarios, recortes de prensa, flores. Qué dicha se siente al escuchar que te digan: “desde que estoy comiendo en tu casa me siento mejor” o “desde que vengo a comer acá me he interesado por comer más sano y hasta he comprado libros de cocina”.
Mucha satisfacción me da también el ir guiando a mis jóvenes ayudantes, futuros cocineros en su camino en éste oficio de los fogones. He aprendido tanto de esta gente que viene a sentarse a mis mesas, de sus libros, de sus conversas, de sus historias, de sus ideas, de sus propuestas, de sus puntos de vistas, de sus formas de querer y de recibir. Que a veces pienso que quienes realmente “cocinan” son ellos y que permanentemente están alimentándome.
Sumando alegrías al lugar, este pequeño espacio brinda sus paredes a fotógrafos y artistas plásticos quienes exponen sus bellas obras y sus oídos para uno que otro músico trovador.
Si, en ésta labor diaria, en mi pequeño comedor, me siento completa, danzando en el centro de un óvalo, como el del arcano del Mundo, enriquecida, única, plena, gozosa… ¿qué más puedo pedir?..... Obviamente, el camino no ha terminado, apenas ha empezado, hay muchas cosas por hacer, mucho por crecer y aprender, por dar y recibir, por evolucionar, pero lo que si es cierto es que estoy viviendo en el sueño de muchos cocineros, quienes muchas veces cansados de llevar adelante no con una ,sino ,varias cocinas gigantescas y agobiados por el peso de la fama ,sueñan con tener un restaurante pequeño donde se cocine “lo que uno sabe cocinar , lo que se le viene en gana y lo que seguramente será bienvenido en el cuerpo y en el espíritu de los comensales agradecidos”.
Valentina inglessis
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