Salir a comprar un vino muchas veces nos preguntamos ¿realmente el precio de este vino representa su calidad?
En grandes líneas podemos animarnos a decir que sí, aunque sería indicado analizarlo y pensarlo de la siguiente manera: ninguna bodega pondría en los supermercados o vinotecas (o en restaurants) una botella de vino obtenida a partir de un tipo de uva de alto rendimiento (indicadas para elaborar cantidad y menos calidad) y sin paso por madera (sólo por mencionar dos instancias de la elaboración) a un precio por encima del esperado (o a la inversa) simplemente porque el consumidor perdería su confianza en ellos.
Recordemos que la principal herramienta de marketing que tienen las bodegas es generar un lazo de seguridad y confianza con el consumidor, cubrir sus expectativas en relación a la calidad esperada en función al precio.
Las bodegas escapan a que el consumidor sienta que está pagando por encima de la calidad del vino buscado, y en ese intento por ajustarse a superar esas expectativas tenderán a bajar el precio, siempre y cuando no lleguen a un nivel que deteriore su branding ni afecte sus costos. Una imagen de marca lujosa debe mantener altos los precios; y si ese el objetivo de la bodega, podemos deducir que se esmerará en producir calidad.
El ojo de la tormenta pasa por la competencia, es decir, cómo mueven los precios sus competidores, y no tanto por el portfolio propio de productos.
Si analizamos los precios de una bodega únicamente, lo más factible es que los vinos más caros sean mejores que los más baratos, salvo raras particularidades.
Es muy común, en el mundo del vino, hablar de “rangos de precios”. Por ejemplo entre $ 50 y $ 80 sería un primer rango; luego entre $ 80 y $ 120 un segundo, entre $ 120 y $ 160 otro, y así hasta llegar a los $ 250. Por encima de los $ 250 encontraremos únicamente excelentes vinos, y si alguna bodega se decidiera a montar poca calidad en esa franja de precios iría por mal camino.
El secreto entonces es encontrar vinos en cierto rango, y ubicados estos en el nivel inferior de dicho rango, por efecto de la competencia.
A la hora de salir a hacer las compras debemos hacerlo en forma consciente y reflexiva, saber cuánto queremos gastar por botella y buscar en góndola dentro de esa franja de precios para no marearnos. Una vez en casa, cuando abramos la botella, seamos nuestros propios jueces en función al dinero que gastamos e intentemos respondernos ¿volvería a gastar este dinero por esta botella? ¡Te recomiendo hacer este ejercicio!
Fuente: Sophia
Vía: elsolonline.com
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