¡Hola gastrónomos!
Hace unos años cuando empecé a cocinar una de las cosas que me preocupaban, obsesionaban y liaban eran las cantidades, los minutos, los segundos incluso, ¡las técnicas!… TODO, todo me lo tomaba al píe de la letra sin darme cuenta de que en la cocina hay muchas variables, como por ejemplo, el simple hecho de la altura o de la calidad o tipo del agua diferente entre un sitio y otro.
Cuando empecé la carrera y me marché a Italia a vivir tenía 17 años y aunque algún bizcocho había hecho y sí, es cierto, me apasionaba cocinar aún estaba muy verde en ese “mundilllo”. Recuerdo que llamaba a mi padre día sí y día también y le hacía preguntas absurdas como “¿papá para este puré pone que hay que utilizar 5 zanahorias si pongo 6 pequeñas no pasará nada, no?”. Yo sabía que no iba a explotar la cocina por poner una verdura de más pero la inseguridad ante los fogones me hacía dar un paso hacia atrás a la hora de recrear recetas y me convertía en ocasiones en una completa inútil. Y yo creo que es eso, INSEGURIDAD y no INCAPACIDAD lo que mucha gente cree tener. De hecho, creo que todo el mundo es capaz de cocinar a un nivel básico si pierde ese miedo a salirse de las cantidades, minutos o técnicas que yo tanto temía.
A base de quemar cosas y seguir dudando en ocasiones fui aprendiendo el famoso “puñadin” de las abuelas, es decir, que las cantidades son menos importantes que lo que te pide la propia mezcla, por ejemplo, que una masa reclama a gritos harina, y eso se nota, o que unas verduras están listas cuando están doraditas aunque no hayan pasado los 40 minutos a 180º que yo creía deber seguir a rajatabla como decía el recetario.
Cocinando aprendí a razonar y contextualizar la cocina, a improvisar a veces y a inventar otras. Y ahí, es cuando verdaderamente podemos hablar de arte culinario en todos sus sentidos. Esto me permite ahora poder hacer “purés de nevera” (concepto que explicaré más adelante) o a hacer un continuo reciclaje gastronómico. Al poder usar los ingredientes a ojo puedo ir utilizando los alimentos que tengo en el frigo y no tener que mirar una receta y bajar al supermercado a comprar al pie de la letra los ingredientes como hacía antiguamente. Además, gracias a eso nunca tiro ningún alimento con la rabia que eso me daba.
Inciso: Si te sientes identificad@ créeme, yo también fui una perfecta inútil versión chef, y no es que ahora sea Joan Mari Arzak pero mis pinitos en la cocina los he dado. Yes, you can! Quema cosas, haz platos asquerosos y acabarás superando ese miedo que nos impide desarrollar nuestras habilidades en los fogones y decir a gritos “soy incapaz de cocinar”. ¡No es cierto!
Si tengo que resumir en 5 puntos o consejos como acabar con la inseguridad en la cocina serían los siguientes:
- Tiempo. La cocina necesita afecto, aprecio y cariño, suena cursi pero es así. Necesita que le dediques horas y más si estás empezando pues al principio todo parece muy lento. Las cosas a toda prisa no suelen salir bien.
- Orden. Esto es fundamental estés empezando o no. Ser organizado delante de los fogones es algo básico. Si una receta exige un determinado orden a la hora de verter los ingredientes debemos respetarlo. La cocina al igual que a veces te deja improvisar, otras es caprichosa y no te da píe a ningún error. Lo fundamental en este caso es conocer cuando te da vía libre y cuando te exige más y eso solo se puede aprender leyendo muchos libros de cocina y con el siguiente punto.
- Experiencia. Como os aconsejaba antes: “quema cosas y haz platos asquerosos”. Si por miedo a tu incapacidad a cocinar no cocinas, nunca aprenderás y será un circulo vicioso infinito. Empieza cocinando cosas simples, y si salen mal que se aguanten los que tienen que comerlo, todos hemos sacado el carnet de conducir alguna vez y hemos desesperado a alguien en la carretera, ¿o no? Si no cocinas no puedes decir que no sabes cocinar, así que ¡manos a la obra!
- Paciencia. Al principio te saldrán platos muy diferentes a las fotos de los libros de cocina, algunas técnicas te parecerán imposibles, te cortarás con los cuchillos (esto me sigue pasando a menudo) o platos que a ti te parece que te han salido genial no lo han hecho tanto. ¡Ánimo! Ten paciencia y vuelve a los tres pasos anteriores. Piensa que sin ella no podrás conseguirlos.
- Producto. Aunque hay gente que opina que con una buena técnica puedes transformar el peor tomate en la mejor salsa del mundo, en gran parte discrepo. Yo creo que la materia prima es fundamental, hay que mimarla, hay que respetar la estacionalidad de los productos, hay que saber tratarlos y te facilitará mucho las cosas a la hora de cocinar. No escatimes en ingredientes pues te darán un mayor rendimiento a la hora de cocinar, al final, lo barato sale caro. Por ejemplo, un buen calabacín cubrirá en sabor 2 calabacines de peor calidad. Y me ha pasado.
¡Ánimo! Cocinar engancha. Después de este rollete motivador que os he dado, quiero compartir con vosotros mi secreto para hacer los “purés de nevera” que he mencionado antes. Para hacerlos necesitamos abrir la nevera y coger ingredientes. Fundamental que hagas la compra con asiduidad y entre ella se encuentren frutas y verduras, porque magia aún no sabemos. Lo importante de esta receta es que no se necesitan unos productos concretos.
¡Manos a la obra! Cortaremos las verduras y las iremos poniendo a cocer según el tiempo necesario. Por intuición, sabremos que una patata tardará más en cocer que un calabacín. En el caso de usar cebolla la pondremos a dorar, igual haremos si usamos puerro. Iremos añadiendo las verduras en el orden que explico a continuación. Corto las que más tiempo de cocción tienen y las voy vertiendo en la cacerola así hasta llegar a las de que menos tiempos de minutos necesitan para estar lista. A ojo cuando veo que están cocidas y se pueden pasar por el pasapurés o la batidora, separo el agua, la conservo, y trituro las verduras añadiendo poco a poco agua que hemos dejado aparte hasta que alcanza la consistencia deseada. A continuación, una secuencia del orden en el que yo añadí los ingredientes de mi último “puré de nevera”:
Una buena presentación et voilà!
Un huevito escalfado al microondas (ya os contaré el truco),
un poquito de pimienta y un chorrín de aceite.
Espero que sigáis los 5 puntos, que perdáis el miedo, que empecéis vuestra aventura en el mundillo de la cocina y no queméis muchas sartenes en el intento.
Fuente: G de Gastronomía
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