El Gourmet Urbano: ¿Por qué ahora los vinos rosados son más ricos?

sábado, 11 de octubre de 2014

¿Por qué ahora los vinos rosados son más ricos?

De un tiempo a esta parte los vinos rosados son una opción festiva en la góndola. ¿Cuál es la razón detrás de su mejoría y cuáles probar?

 

Cuando llega la primavera cambian las comidas. Reaparecen las ensaladas, las carnes se hacen vuelta y vuelta a la plancha y las picadas de quesos y fiambres ganan la escena, mientras que del fondo de la góndola de vinos emerge una nueva tanda de botellas que habían permanecido escondidas durante el otoño y el invierno. Y así, en la estación del amor, brotan las flores y brotan los vinos rosados, que ganan la escena con sabores renovados.

 

RosadosDeHoy

 

Pero si hasta hace unos cinco años los rosados de la góndola local eran más una opción pirotécnica –en el sentido de mostrarse y desaparecer, como los fuegos de artificio- ahora las cosas han cambiado y con el nuevo pink power mejores vinos llegan a la mesa. ¿Qué pasó para que se diera este cambio que nos beneficia a todos?

Primero y principal, aparecieron bodegas dispuestas a elaborar vinos que aspiraran a un mundo propio: ni blancos ni tintos, rosados. Y como tales, que tuvieran desde un color distintivo a una aromática propia. Pero sobre todo, un perfil de gusto diferenciado. Ahí están los cortes de Domain Bousquet y Amalaya o Piedra Negra Pinot Gris, lanzados entre 2013 y 2014, para dar testimonio de modernidad. Tres vinos que ofrecieron una primera versión de color light, más cobrizo que rosado, y que además propusieron un paladar seco donde no reina la dulzura sino, todo lo contario, una frescura dominante. A ellos, se suma un nuevo pelotón de vinos rosados, que migran su propuesta hacia ejemplares más gastronómicos, como los renovados Alta Vista , Familia Gascón, Saurus y Mil Rosas.

¿El secreto? Que están pensados como vinos rosados, no como subproductos de vinos tintos. Antes, los rosados eran un resultado del sangrado de vinos tintos, que en pocas palabras equivale a retirar una parte del jugo de la uva destinado a elaborar un tinto, con el fin de concentrar la proporción entre hollejos y líquido, y con la parte retirada se elabora un rosado. El resultado de esta técnica son vinos bobos: de color más o menos atractivo, carecen de aromas y textura, pero sobre todo de frescura, porque se elaboran con uvas muy maduras. Hoy la cosa es muy distinta.

 

La situación ideal


Lo que nos sucede a los argentinos es que no entendemos para qué existen los vinos rosados. Mientras que en Francia, Suiza y España, esperan su llegada, aquí no terminamos de pescar su utilidad. Si para la ligereza ya está el blanco y para las comidas pesadas el tinto, ¿cuándo se supone que debemos beber los rosados?

En muchas situaciones. Por ejemplo, con pizzas. Donde el sabor frutado de un rosé forma el arco ideal para no atosigar al paladar. Pero también con pastas y frutos de mar, con milanesas napolitanas, con papas fritas y un largo espectro de comidas que no sean ni pesadas ni ligeras, es decir, casi toda la gastronomía hogareña a contar de primavera. Porque el rosado, si tiene una virtud, es la de ofrecer una boca simple y refrescante, llena de sabor, que lo mismo combina con quesos que con alcauciles o una ensalada rúcula con portobellos y queso rallado.

Para una picada, para una reunión en el jardín, para la previa de un asado: un rosado de Malbec, con textura carnosa y una punta de frescura, como Saurus 2014 (que ya llega a la góndola); o uno chispeante y apenas edulcorado como Goyenechea 2014, que además es accesible. Cualquiera de ellos son perfectos para poner en la mesa y contentar a todos los paladares.

Pero también están las versiones light, como Piedra Negra Pinot Gris 2014, con un color tan etéreo que resulta casi un blanco, aunque su perfume de frutas rojas es inconfundible. O bien, el voluminoso Las Perdices Malbec 2013, que aporta sobre todo una boca amplia y envolvente. También el eléctrico Amalaya 2014, perfecto para un aperitivo o para hacer de la previa en la cocina un lugar en el que dan ganas de disponerse a trabajar.

El truco, siempre hay un truco, es que los rosados hay que beberlos fríos pero nunca helados. Jóvenes, además, preferentemente del año. Si esas dos condiciones se cumplen, ofrecerá un buen perfil. Y para más datos: muchos vienen con tapa a rosca, de forma que una vez abiertos, pueden guardarse cómodamente en la heladera, para terminarlos al día siguiente, o bien dejarlos en stand by a la espera de una cocción en la que sean el ingrediente clave.

Fuente: Planeta Joy

 

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