El Gourmet Urbano: Lecturas nocturnas: Gordos poco serios

lunes, 17 de agosto de 2015

Lecturas nocturnas: Gordos poco serios

Hay gordos poco serios y delgados de los que uno no se puede fiar. Los regímenes adelgazantes crean este tipo de ciudadanos variables que hoy son del PP y mañana se afilian al PSOE sin ningún pudor.

Antes los gordos y los flacos lo eran para toda la vida, tenían esa condición a perpetuidad y si Manolito era gordete en primaria, cuando terminaba de notario en Pola de Gordón era un señor orondo, de 150 kilos de peso, un notario solemne que imponía respeto detrás de su enorme mesa de despacho repleta de papeles importantísimos. Se era gordo por convicción y delgado por vocación. La gente ahora engorda o adelgaza según sople el viento, se pierden kilos sin motivo y se ganan por amor a la cocina regional. Mi médico, el internista, me advierte que corro un serio peligro si cometo la tontería de ponerme a régimen y mi dietista, en cambio, me ordena que adelgace inmediatamente un par de arrobas si no quiero desaparecer antes de seis meses.




Uno me grita que ¡so! y el otro me ordena que ¡arre! y, claro, mis enormes y bellísimas nalgas no saben qué hacer, mi barriga está hecha un mar de dudas y mi cuerpo serrano es una pura contradicción y se debate entre el ser y el no ser. Al parecer, la culpa la tiene mi esqueleto que es un vago redomado. Si adelgazo el tío se acostumbra, se tumba a la bartola, y si vuelvo a engordar se niega a llevar el sobrepeso que antes soportaba con alegría y amenaza con caer desfallecido en plena calle Uría. Qué dilema el mío; me debato en una duda lacerante. Tengo que mantenerme en un equilibrio inestable, en un peso exacto, para que el internista, el dietista y el esqueleto me dejen en paz y no me den la barrila con sus consejos contradictorios.

Los gordos de quita y pon están cambiando el paisaje y las conversaciones de café. Los ex gordos, que son delgados recién llegados a la salud y al deporte, se convierten en caballeros pesadísimos que solo saben hablar de lo bien que se encuentran y de lo mucho que han rejuvenecido. Se han convertido en fanáticos de la salud, en adelantados de la estética y tienen la clarividencia de los nuevos conversos. A estos delgados de nuevo cuño nadie les dice que con los kilos que han perdido se les han ido el aire optimista y la cara de satisfacción, que están más jóvenes y al mismo tiempo más viejos, que sus rostros macilentos les han proporcionado una tristeza que antes no tenían y que aquellos trajes príncipe de Gales que les sentaban tan bien ahora parecen sacos sin forma que les dan un aire ridículo, como de rentista venido a menos, y que sus jetas tendrán para siempre el aire de estupor que les quedó a los sagaces inversionistas después del estallido bursátil.

¿Y los delgados que engordan? Ése es un drama todavía peor. La gente, los amigos, el portero y la camarera que le sirve el café le preguntan sin ninguna delicadeza: “¿Engordaste, no?” Esta pregunta, típicamente española, debería estar prohibida. Es una falta de educación made in Spain que solo se produce en esta piel de toro. Se trata de una agresión verbal que convierte al ex flaco en gordo sobrevenido. Si el ex gordo pierde apostura el ex flaco pierde confianza en sí mismo, al primero puede llevarle a la tumba la pérdida de masa muscular y al segundo le depresión puede conducirle a un camino sin retorno.

José Manuel Vilabella

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